Redacción / CAMBIO 22

José María Morelos, 29 de agosto – La comunidad de San Diego, en total abandono, es un triste reflejo del desinterés y castigo de las autoridades municipales. El parque, otrora único centro de esparcimiento para los habitantes, está ahora cubierto de maleza, un peligro latente que amenaza con la proliferación de fauna nociva. Caminar por este lugar, que debería ser un espacio seguro y recreativo, se ha convertido en una actividad de alto riesgo para los habitantes del lugar.

No solo el parque sufre este destino. A escasos metros, la subdelegación municipal, con su pintura desgastada, intenta sostener la ilusión de un eslogan vacío: “Primero el Pueblo”. Sin embargo, el abandono evidente de las instalaciones contradice esta promesa. Esta frase, que debería ser un compromiso con el bienestar de la comunidad, parece haberse transformado en una cruel ironía.

Como si fuera poco, el centro de salud, vital para cualquier comunidad, permanece con sus puertas cerradas. Sin médico, sin personal, sin servicios. Enfermarse en San Diego es una condena a un viacrucis, donde recibir atención médica se convierte en un lujo inalcanzable. La falta de este servicio esencial no solo pone en peligro la salud de los habitantes, sino que deja en claro que, en San Diego, el pueblo definitivamente no es primero.

El abandono de San Diego no es solo un problema de infraestructura; es un síntoma del desprecio de las autoridades por sus propios ciudadanos. ¿Hasta cuándo tendrán que esperar los habitantes para que sus necesidades sean realmente una prioridad?

 

 

 

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