Redacción/CAMBIO 22

José María Morelos, 29 de julio. –  Tras más de una década dedicado a la apicultura en el municipio, Marcelo Piste decidió dejar la actividad que por años le dio sustento, debido a la falta de rentabilidad, los elevados costos de producción y la ausencia de apoyos eficaces para pequeños productores. Actualmente se dedica al cultivo de limón, aunque reconoce que los problemas persisten también en esta nueva etapa.

“Es que tienes que tener capital, y si no lo tienes, es por demás”, lamenta Marcelo, quien comenzó en la apicultura en 2002 como parte de una cooperativa conformada por diez socios.

Aunque en un inicio lograron obtener recursos mediante proyectos y créditos, con el tiempo las condiciones del mercado y la burocracia en los programas de apoyo los dejaron en una situación insostenible.

“De lo que entraba de dinero, lo invertía de nuevo, pero así como vino, así se iba. La miel bajó su precio, los insumos subieron, y si no devuelves los créditos, te penalizan. Nos quedamos sin dinero”, explicó.

Para 2013, Marcelo decidió dejar la actividad apícola definitivamente. “Tenía 180 colmenas, las vendí casi todas. Mejor busqué otra cosa para hacer. Ahorita tengo tres hectáreas de limón”, comparte. Sin embargo, asegura que la agricultura tampoco garantiza estabilidad. “El precio del limón está muy barato, hay sobreproducción. Venderlo no alcanza para recuperar los costos de gasolina, fertilizantes y mano de obra”.

Además de la inestabilidad de precios, Marcelo advierte sobre el impacto del uso indiscriminado de agroquímicos en los cultivos vecinos, lo que representa una amenaza directa para las abejas. “Antes se respetaban los ciclos, se podía llevar las colmenas al monte, pero ahora todo está sembrado, todo está fumigado. Aunque uno quiera cuidar las abejas, no se puede controlar a todos”.

Menciona que hay zonas aún viables para la apicultura, como San Pedro o el rumbo de Tzucacab, donde algunos apicultores llevan sus colmenas para evitar el contacto con pesticidas. “Allá está más limpio, todavía hay esperanza para los que pueden mover sus colmenas, pero no todos tienen los medios”.

Una de las soluciones recientes que menciona es el uso de drones para fumigar de manera más controlada. “Yo lo vi aquí en Chacchob. El dron aplica como si fuera sereno, no se esparce, no se volatiliza. Es más seguro, pero es caro y pocos lo usan”, afirma.

Marcelo concluye que, aunque la apicultura aún sobrevive en la región, la falta de apoyo técnico, los altos costos de operación y la indiferencia institucional han hecho que muchos, como él, abandonen el oficio. “Invertimos todo lo que teníamos, pero el capital se va, y sin capital, no puedes seguir. Por eso cambié de actividad. Ahorita seguimos luchando con el limón, pero igual está difícil”.

Su historia refleja una problemática compartida por muchos productores en el sur de Quintana Roo, quienes enfrentan una lucha diaria por mantenerse en el campo ante un entorno cada vez más adverso.

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

RHM

 

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