• Ha sido usted ejemplo maestro, de la entrega absoluta al privilegio de ser torero, de abrazar la vocación con el amor de una madre

 

Rafael Cué / CAMBIO 22

A usted, admirado maestro Morante de la Puebla, quiero agradecer su manera de ser torero. De aquel niño que soñó desde muy pequeñito con trajes de seda y oro, en sentir al toro más allá de pasarlo una vez y otra vez por su cintura, a convertirse en el cronista activo de la historia del toreo.

Como en la vida, todo tomó su tiempo; en sus inicios era usted un torero que llamó de inmediato la atención por su personal composición al torear, su postura, su ritmo, su empaque y su arte. Vivió el periodo forzosamente transitado de encajar en el escalafón, entrar en las ferias a cambio de tener que cortar orejas para seguir adelante. Mientras tanto, en su cabeza se maquinaba ya un plan doloroso para alimentar de manera desbordada y cruel al artista ante el que años más tarde el mundo del toro se ha rendido, nos hemos rendido.

Las duras declaraciones de Morante de la Puebla sobre la enfermedad mental que padece

Ha sido usted ejemplo maestro de la entrega absoluta al privilegio de ser torero, de abrazar la vocación con el amor de una madre. Pasaron los años; la libertad de su arte le trajo críticas de aquellos que desde fuera creen saber más y entender mejor la filosofía total alrededor del toro, que incluso muchos toreros nunca llegan a comprenderlo plenamente.

La profundidad comenzó con el estudio de la evolución y revolución del toreo en distintas épocas. Entender el pasado para vivir el presente, dejando huella para el futuro. Pero como en el arte del toreo la huella es subjetiva, hubo aquellos aficionados y críticos que se quedaron en el color del vestido de torear, en las medias blancas o la montera de machos antiguos.

También los hubo que supieron leer la dimensión de su misión; esto despertó y formó a mejores aficionados, aquellos de sensibilidad natural. Los que gozan el toreo se tomaron de su mano maestra y se dejaron llevar, como niños en el Museo del Prado con un guía cariñoso, enterado y apasionado.

Sin decirnos, comenzó, maestro, a narrarnos la historia del toreo con sus vestidos, sus bordados, sus posturas toreras, sus humos habanos en el callejón y sus faenas. Incrementó las cercanías al torear honrando al toro bravo, aquel por el que Joselito El Gallo, en interminables tertulias con los ganaderos de la época, soñó con el toro bravo de interminables embestidas, fijeza en los engaños y armonía en sus hechuras. El sueño de José lo ha honrado, usted, maestro. Ahora nos toca honrarle, don Morante de la Puebla, agradecerle su entrega y narrativa del toreo. Modernizar lo añejo es mantenerlo vivo, vigente para poder comprender, quien quiera y pueda, la grandeza de esta cultura que ha sobrevivido prohibiciones, intentos de veto y absurdas posturas woke en estos ridículos tiempos que nos ha tocado vivir.

Durante la pandemia, usted, maestro, mantuvo vivo el toreo, llevó alegría a la gente, así como lo soñó José con sus plazas monumentales para que el pueblo tuviera acceso a los toros; usted, cuando muchos huyeron a refugiarse en sus fincas porque no había dinero suficiente para pagarles lo que ellos consideraron su categoría; usted demostró que la categoría en el toreo no es el número de ceros en la paga, sino en amar el toreo con hechos, en las condiciones más adversas que en aquellos tiempos atravesaba el mundo.

La extraordinaria armonía de Morante, en su reaparición

En paralelo, su mente lo atormentaba, día a día, noche a noche. El calvario de su padecimiento mental solo lo sabe usted; ha cargado esa cruz con la humildad del más devoto nazareno bajo un palio en Semana Santa por las calles de Sevilla. Aquellas que le vieron ser izado en procesión por una multitud que nunca se atrevió ni siquiera a intentar arrancar un alamar de aquel vestido bordado en pasamanería la tarde del rabo en la Maestranza.

Desde hace más de una década expuse en los medios en los que he tenido el honor de colaborar que usted no solo es un artista inconmensurable del toreo, que rebasa la categoría de figura, sino que usted es el más valiente de los toreros. Con esa misma valentía abrió su corazón hace una semana al periodista sevillano Jesús Bayort. De la misma manera que nos ha narrado el toreo en cada tarde, en la entrevista publicada en el ABC usted nos ha hecho estremecer con la sinceridad de sus declaraciones, sus miedos y el inmenso dolor que la mente es capaz de ejercer al hombre. Lo ha hecho con el valor de los toreros buenos, poniendo al mundo del toro a sus pies una vez más, por su sinceridad. Cuánto “chuflón” por ahí estará ahora arrepentido de sus absurdas posturas de “aficionado güeno”. Que cada uno pague su penitencia.

Llegó el día de verlo una vez más vestido de torero el pasado sábado 8, de saber que en ese sitio es usted pleno; es su herramienta de vida para combatir el dolor de su mente. El mundo estuvo pendiente, las redes se inundaron de buena voluntad y deseos de verle para agradecer su vida con una ovación que no le hemos brindado, pero no pudo ser. Aquella mañana el cielo seguía llorando por usted, lágrimas de emoción, deseo y admiración por el torero.

No hay plazo que no se cumpla y el día llegará; pendientes estamos todos. Su Maestranza se está poniendo guapa para el 1 de mayo; la emoción será como su toreo, indescriptible.

 

 

 

Fuente: El Financiero

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