• El impacto del Huracán Wilma en 2005 marcó el inicio de una coordinación inédita entre gobierno, sector privado y sociedad civil para reconstruir el estado turístico

 

  • Bajo la gestión de Félix González Canto se implementaron recursos extraordinarios, nuevos protocolos de resiliencia y una cultura de alerta que transformó la respuesta ante desastres naturales

 

  • Aunque Wilma fue uno de los huracanes más poderosos en la historia del Atlántico, con vientos de casi 300 km/h, su saldo humano en Quintana Roo solo siete víctimas fue considerablemente menor al de otros ciclones de magnitud similar como Katrina o Harvey, gracias a la oportuna evacuación, la coordinación de autoridades y la creciente cultura de prevención que salvó miles de vidas.

 

Renán Castro Hernández/ CAMBIO 22

El 21 de octubre de 2005, el huracán Wilma tocó tierra en Cozumel y poco después en Puerto Morelos como categoría 4, con vientos de hasta 150 mph (240 km/h) y una marejada de 4.6 m acompañada de olas de 5 a 8 m que alcanzaron los terceros pisos de algunos edificios.

Fue la tormenta más intensa registrada hasta entonces en el Atlántico y permaneció casi inmóvil sobre Cancún durante más de 40 horas, dejando 300 000 personas sin hogar y destruyendo buena parte de la zona hotelera.

En palabras del exgobernador Félix González Canto, se trató de una temporada “atípica, con 27 ciclones y cinco huracanes de categoría 5”, que rebasó cualquier pronóstico.

El entonces gobernador relató que recibió la alerta cuando se encontraba en España y que, al regresar, voló en helicóptero a Isla Mujeres porque los análisis indicaban que la isla sería uno de los puntos más afectados, aquella decisión marcó el inicio de una coordinación inédita entre autoridades y sector privado.

Durante las primeras horas posteriores al impacto, el estado quedó sin comunicación ni suministros, según los testimonios recopilados, el presidente Vicente Fox ordenó que el Ejército se hiciera cargo de la seguridad y que Fonatur, con apoyo de la Secretaría de Turismo, encabezara la reconstrucción de la zona hotelera.

A partir de ese momento se formó un operativo que involucró a los tres niveles de gobierno, la iniciativa privada y la sociedad civil, el Congreso de la Unión envió 600 millones de pesos extraordinarios para la rehabilitación de Cancún, y posteriormente se invirtieron mil millones de pesos en el proyecto de recuperación de playas, con recursos federales, estatales y aportaciones de hoteleros, González Canto destacó que el 30 % de esa inversión fue cubierta por el sector hotelero a través de un impuesto adicional, mientras el resto provino de créditos de Banobras y de aportaciones estatales.

Reconstrucción ejemplar y un curfew (toque de queda) histórico: Las lecciones que dejaron 40 horas bajo la furia del mar

A diferencia de huracanes anteriores, Wilma se quedó estacionado sobre el Caribe mexicano; por ello, las decisiones de emergencia fueron clave, con el aeropuerto, los accesos carreteros y las telecomunicaciones colapsadas, se implementó una logística de rescate sin precedentes.

Testimonios de exfuncionarios recuerdan que se habilitaron rutas alternas por tierra y aire para evacuar a turistas y traer cuadrillas de trabajadores, y que en tres o cuatro días comenzó la limpieza masiva; a los diez días se restableció la electricidad en el bulevar Kukulkán.

La cooperación federal-estatal se mantuvo pese a pertenecer a partidos distintos (PRI y PAN), algo que González Canto resalta como un ejemplo de que “el momento exigía unidad”.

Uno de los episodios más recordados fue el toque de queda decretado por el entonces alcalde de Cancún, Francisco Alor Quesada, para frenar los saqueos que estallaron cuando la ciudad se quedó sin luz ni agua.

Medios internacionales reportaron que tras el paso de Wilma, las autoridades impusieron un toque de queda a partir de las 19 horas para impedir robos y garantizar la seguridad pública, mientras el Ejército hacía disparos al aire para disuadir a los saqueadores.

Este acto, que en un primer momento pareció autoritario, fue replicado por otros municipios y permitió restablecer el orden en 24 horas, según recordó el exgobernador, la medida consolidó la idea de que en Quintana Roo la prevención y la disciplina serían esenciales para enfrentar desastres futuros.

La respuesta no estuvo exenta de controversias, la recuperación de playas implicó extraer arena de bancos en Cozumel, lo que generó oposición de ambientalistas; el proyecto se destrabó con el compromiso de restaurar esas zonas, y la obra fue financiada en parte por un nuevo impuesto de zona federal que pagaron los hoteleros.

También se introdujeron 25 000 palmeras sin los permisos ambientales correspondientes, situación que se resolvió de manera expedita por “el bien mayor” del destino, aun así, la ONU destacó la ausencia de víctimas directas gracias a las alertas tempranas y a la comunicación eficaz; el propio exgobernador recordó que el Alto Comisionado de la ONU para Desastres Naturales subrayó la coordinación informativa como un factor decisivo para que no hubiera muertes.

En los conversatorios conmemorativos, Félix González Canto afirmó que la reconstrucción después de Wilma fue un éxito reconocido internacionalmente y que incluso recibieron premios de la ONU.

Además, destacó que el plan de rehabilitación de playas permitió que Cancún se convirtiera en el único destino del Caribe capaz de recibir cruceros de última generación y que la nueva Terminal 3 y la segunda pista del aeropuerto impulsaron un crecimiento turístico que pasó de 7 millones de visitantes a casi 20 millones en años posteriores.

Cultura de prevención y legado: un antes y un después para Quintana Roo

Más allá de la infraestructura, Wilma dejó una cultura de prevención que cambió la manera en que Quintana Roo se prepara frente a huracanes.

Durante el ciclón, el gobierno estatal transmitía en vivo las sesiones del Comité de Protección Civil cada tres horas; así, la población se informaba y tomaba decisiones con base en la evolución de la tormenta, una estrategia que fue reconocida por organismos internacionales.

La experiencia también evidenció la necesidad de contar con planes de continuidad económica, a los pocos días de la emergencia, el presidente Fox contactó a las aseguradoras y se acordó que adelantaran un porcentaje de las indemnizaciones para que los empresarios pudieran pagar nóminas y empezar a reconstruir hoteles y restaurantes.

Los muelles para cruceros fueron reconstruidos con capacidad para embarcaciones de mayor tamaño, y los recursos federales se complementaron con créditos y aportaciones privadas, generando uno de los programas de recuperación más rápidos y costosos de la historia reciente de México.

Para el exgobernador, el impacto de Wilma evidenció que la prevención salva vidas y recursos.

Hoy, dos décadas después, esa cultura pervive en las simulaciones constantes, los refugios anticiclónicos reforzados y la colaboración entre autoridades, sector empresarial y ciudadanos.

La tragedia también dejó lecciones sobre la transparencia en el manejo de fondos, la protección del ambiente y la importancia de invertir en resiliencia.

“Ojalá pasen cien años antes de que vuelva algo parecido”, dijo Félix González Canto; mientras tanto, su gobierno y la sociedad quintanarroense de 2005 son recordados como ejemplo de cómo levantar un destino turístico tras uno de los peores huracanes de la historia.


Con información del Sistema de Noticias CAMBIO 22

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