Redacción/CAMBIO 22

José María Morelos, 11 de mayo . – En muchas comunidades rurales de la península de Yucatán, acceder a un servicio médico oportuno y de calidad sigue siendo un lujo. La carencia de clínicas, personal capacitado o medios de transporte obliga a los habitantes a recurrir a saberes ancestrales para cuidar su salud. En medio de esta realidad, figuras como Don Rubén Ignacio Uluac se convierten en pilares invisibles del sistema de salud comunitario.

Originario de Tixmehuac, Yucatán, y avecindado desde hace más de 40 años en el municipio de José María Morelos, Don Rubén, hoy de 73 años, ha ejercido como curandero, herbolario e incluso partero, no por vocación médica, sino por necesidad. “Cuando no hay doctores, ni pastillas, uno tiene que hacer lo que puede por los suyos”, afirma con serenidad.

En una región donde la infraestructura sanitaria es limitada o inexistente, Don Rubén ha ayudado a curar enfermedades menores y aliviar dolencias crónicas utilizando plantas medicinales, infusiones, emplastos y oraciones. Su conocimiento fue heredado de sus abuelos, quienes le enseñaron a leer los signos de la naturaleza y a identificar en el monte los remedios que escapan de los estantes de una farmacia.

Pero su historia va más allá del curanderismo. En una ocasión, ante la ausencia total de servicios de salud y personal médico, Don Rubén asistió el parto de su propia cuñada. “Estábamos en el campo. Ella ya no podía más. No había a quién llamar. Yo la ayudé… y el niño nació bien. Fue ahí donde supe que también podía dar vida”, recuerda con humildad.

Desde entonces, ha acompañado a decenas de mujeres en sus partos, convirtiéndose en partero improvisado pero confiable. Su servicio nunca ha sido condicionado a un pago: “Si ya sanaste, con eso estoy pagado”, repite. A veces le ofrecen algo, como gratitud; otras veces, nada. Pero para él, lo importante es que la persona recupere su salud.

En su vivienda, Don Rubén continúa brindando ayuda a quien lo solicita. Su método integra lo espiritual y lo físico, combinando rezos, humo, palabras sabias y tratamientos con plantas. Cree firmemente en un solo Dios, sea que lo nombren desde un altar católico o maya. “Lo importante es pedir con fe”, afirma.

La historia de Don Rubén refleja una realidad muchas veces ignorada: cuando el Estado no garantiza el derecho a la salud, los pueblos crean sus propias formas de sobrevivencia. En él pervive una medicina tradicional que, lejos de ser simple folclor, ha salvado vidas, sostenido comunidades y dado esperanza donde otros sistemas han fallado.

Don Rubén no busca reconocimiento, pero su labor merece atención. Porque en el corazón del monte, donde no llegan los consultorios ni los botiquines, su palabra, sus manos y su fe siguen siendo la primera y, a veces, la única línea de atención.

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

RHM

 

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