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Bastaron 100 días para que Donald Trump derrumbara la cortina de humo que le dio validez a la globalización por casi 40 años y para ello, sólo se apegó a un principio básico de economía, la protección del sistema nacional de producción.

Trump sacudió los fundamentos de la globalización que indicaba eliminar “todas las barreras” que impidieran el libre intercambio de mercancías en cualquier rincón del planeta. Se decía entonces que esa, era la vía “correcta” para impulsar el crecimiento económico global, al menos, esa era la idea.

Pero ante el ascenso arrollador de China, Trump decidió o aceptó, que su país ya no estaba en condiciones de seguir jugando, al menos no bajo las mismas reglas. Estados Unidos, ha sido superado en su propio juego, el mercantilismo y el consumismo. La imposición de aranceles, pretenden ser un dique de contención al tsunami de mercancías y bienes de consumo provenientes de China que todos los días llegan a los puertos de Estados Unidos, muchos de ellos, antes manufacturados en la unión americana, pero que, con el auge de la globalización en los años ochenta, decidieron que era buena idea trasladar las fábricas a los países emergentes para aprovechar la mano de obra barata.

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China fue uno de los grandes receptores de empresas que llegaban de Estados Unidos buscando la tan ansiada mano de obra barata. De hecho, algunas de esas empresas fueron maquiladoras que operaron en México y migraron hacia el gigante asiático con el afán de volverse más “competitivas”.

El asunto es que, los evangelizadores del mercado no calcularon que el gobierno chino implementaría un proyecto para asimilar toda la tecnología y conocimiento y aprovechar también, su activo “competitivo”, la mano de obra barata que existía en abundancia y que, para el partido comunista, era fundamental generar empleos y empresas nacionales.

Los primeros avisos de lo que se venía con China sucedieron a finales del siglo XX cuando los analistas de occidente y los neoliberales mexicanos en tono despectivo, anunciaban que existían presiones en los precios internacionales de los granos porque los chinos, ya comían tres veces al día.

En ese contexto, China logró su entrada a la organización mundial de comercio, hecho que pronto borró las sonrisas de sorna de los “analistas” occidentales y neoliberales mexicanos.

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A partir de ese momento, ya nada detuvo el ascenso de China en el concierto económico global, ya no tuvo obstáculos. En poco más de 25 años, este país se convirtió en la segunda economía del planeta, es uno de los principales desarrolladores tecnológicos y lidera junto con Rusia el bloque comercial de países emergentes más importantes del mundo.

El tiro de gracia para Estados Unidos, fue desbancar a la otrora gloriosa industria automotriz de ese país que, en menos de cinco años, perdió la carrera de los autos eléctricos mientras que China además se consolida como uno de los principales generadores de insumos para las energías alternativas.

El alegato de Trump es justamente el desmantelamiento de las cadenas productivas estadounidense, de haber colocado la producción industrial en otras latitudes, haber cedido su posición como gran exportador y convertirse como uno de los principales importadores del planeta, por ello es difícil creer que el ascenso industrial y tecnológico de China haya tomado por sorpresa a los economistas y líderes de ese país.

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Y mientras Trump intenta revertir ese escenario, en México, los mesías del neoliberalismo y la globalización, después de haber promovido una política entreguista y de desmantelamiento de las cadenas productivas del país, ahora se alinean a la política trumpista de imponer aranceles a China como parte de la política de protección para la economía mexicana.

El posicionamiento de, estos cara dura, no tendría mayor importancia si no fuera porque, quienes ahora piden aranceles para China, fueron los principales y más feroces promotores de la apertura de México a los mercados globales sin escuchar que la base productiva nacional estaba en desventaja para competir con el exterior y el riesgo de la pérdida de empleos que ello suponía con la apertura era enorme.

La respuesta de esos neoliberales entonces enquistados en el gobierno y en el poder económico respondían al unísono, o se hacen competitivos o se quedan en el camino. Y así fue, miles de artesanos mexicanos perdieron sus mercados, fabricantes de textiles, ropa y calzado, también sucumbieron a la vorágine del libre mercado que los panistas y priistas promovieron.

Los salarios se congelaron durante treinta años y en todas las mesas de análisis y ruedas de prensa, se presumía la competitividad de la mano de obra mexicana por barata, le añadían otros atributos, pero el principal, era la producción a bajo costo. Las cadenas productivas en México prácticamente desaparecieron, y las maquiladoras y empresas de manufactura, siguen importando buena parte de sus insumos de China, la industria automotriz es un ejemplo de esto.

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Por ello Trump reeditó el tratado de libre comercio en su primer periodo de gobierno, el objetivo era revisar el origen de los insumos para la fabricación de automóviles en la región TMEC. Y aunque aún hoy existen quienes defienden la globalización que le otorgó a México la cuarta posición como productor y exportador mundial de autos, buena parte de los insumos para su manufactura, son de origen extranjero. Muy pocas empresas de esa industria son de capital mexicano, es decir que, si mañana se dejaran de producir autos en México, ya no quedaría mucho por exportar.

Por ello resulta chocante que quienes en otro tiempo promovieron la globalización, hoy vengan a decir que la receta correcta es proteger la economía y la producción nacional imponiendo aranceles a las mercancías chinas, cuando muchos de ellos promovían traer todo tipo de mercancías para comerciar en México, mientras alegaban que nuestro país debía diversificar sus mercados y no depender únicamente de las exportaciones a los Estados Unidos.

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Esos personajes que promovieron entregar a México al libre mercado, son los mismos que hoy nos dicen que se deben impulsar las cadenas productivas nacionales y generar polos industriales de desarrollo, pues dicen los cara dura, que es la receta para contener a China.

 

 

 

Fuente: La Silla Rota

redaccionqroo@diariocambio22.mx

HTR/RCM

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