Redacción/CAMBIO 22

 José María Morelos, 15 de abril. –  Una vez más, la tragedia de la salud pública en José María Morelos deja en evidencia el abandono institucional. María del Carmen Dzul, paciente con complicaciones severas por diabetes, se encuentra en estado delicado. Su familia no tiene los recursos para costear los estudios y medicamentos que el hospital debería proveer, pero que simplemente no tiene.

José Luis Dzul Tun, su hermano, lo dice con frustración: “Fuimos al hospital, pero los médicos no tienen los medicamentos, no tienen nada… solo nos dieron la receta”. Según relata, se necesitan al menos cinco ampolletas que cuestan entre 300 y 400 pesos cada una. La cuenta es sencilla: cerca de 1800 pesos por algo que, en teoría, debería estar cubierto por el sistema de salud.

Esta situación no es nueva, pero sí inaceptable. ¿De qué sirve tener hospitales si los enfermos tienen que salir a las calles a mendigar la medicina? ¿Dónde están los recursos? ¿Dónde está la autoridad que debería garantizar atención digna y medicamentos gratuitos?

La familia Dzul no pide lujos. Pide lo básico: análisis clínicos, medicamentos y seguimiento médico. Pero ni eso está al alcance en el hospital público. La falta de insumos ha obligado a los familiares a volver a tocar puertas, como ya lo hicieron en el pasado. “Antes nos apoyaron y vimos que sí mejoró… por eso pedimos otra vez”, dice José Luis, con el tono de quien ya no sabe si está suplicando ayuda o denunciando el olvido.

María del Carmen vive con su familia cerca de la tortillería “Mari”, por la calle Chichankanab, en la colonia Vicente Guerrero. Allí la pueden visitar quienes deseen comprobar la gravedad de su estado. La familia no esconde nada: lo único que les queda es la verdad, y el deseo de que alguien más los escuche.

Mientras tanto, el hospital permanece con estantes vacíos, recetas imposibles de llenar y médicos que, aunque hacen lo que pueden, también son víctimas de un sistema colapsado.

La salud en José María Morelos no puede seguir dependiendo de la caridad. Esta historia es un llamado urgente a las autoridades: cumplir con su deber no debería ser una excepción, sino la regla.

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

RHM

 

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