Javier Chávez Ataxca/CAMBIO22

La mañana del 24 de febrero de 2021 un pistolero solitario atacó por la espalda a Ignacio Sánchez Cordero en una cafetería de Puerto Morelos. Secretario municipal de Desarrollo Social con la alcaldesa verde Laura Fernández Piña, 𝐍𝐚𝐜𝐡𝐨 𝐢𝐛𝐚 𝐚 𝐬𝐞𝐫 𝐜𝐚𝐧𝐝𝐢𝐝𝐚𝐭𝐨 𝐚 𝐥𝐚 𝐩𝐫𝐞𝐬𝐢𝐝𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐦𝐮𝐧𝐢𝐜𝐢𝐩𝐚𝐥 𝐲 𝐬𝐞𝐠𝐮𝐫𝐨 𝐯𝐞𝐧𝐜𝐞𝐝𝐨𝐫, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐥𝐨 𝐞𝐧𝐯𝐢ó 𝐚 𝐥𝐚 𝐭𝐮𝐦𝐛𝐚 𝐲 𝐚𝐥 𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐨.

La violencia ha invadido a Quintana Roo y ya tenemos bajas en política. La noche del 21 de marzo de 2014 el regidor chetumaleño del PT, Marco Antonio May Molina, fue atacado a puñaladas en su domicilio próximo a Casa de Gobierno y no fue posible salvarlo.

𝐍𝐚𝐜𝐡𝐨 𝐒á𝐧𝐜𝐡𝐞𝐳 𝐂𝐨𝐫𝐝𝐞𝐫𝐨 𝐞𝐫𝐚 𝐜𝐚𝐫𝐭𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐕𝐞𝐫𝐝𝐞 𝐄𝐜𝐨𝐥𝐨𝐠𝐢𝐬𝐭𝐚 𝐲 𝐮𝐧 𝐩𝐨𝐥í𝐭𝐢𝐜𝐨 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐞𝐬𝐚𝐥𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐏𝐮𝐞𝐫𝐭𝐨 𝐌𝐨𝐫𝐞𝐥𝐨𝐬, 𝐚 𝐝𝐢𝐟𝐞𝐫𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐚𝐥𝐜𝐚𝐥𝐝𝐞𝐬𝐚 𝐋𝐚𝐮𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐚𝐜𝐡ó 𝐝𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐂𝐚𝐧𝐜ú𝐧. El candidato que no pudo serlo habría volado a las alturas de la política.

Ante la muerte de Nacho, la presidenta municipal tuvo que improvisar y lanzó al ruedo a la viuda 𝐁𝐥𝐚𝐧𝐜𝐚 𝐌𝐞𝐫𝐚𝐫𝐢 𝐓𝐳𝐢𝐮 𝐌𝐮ñ𝐨𝐳, 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐧𝐨 𝐭𝐞𝐧í𝐚 𝐥𝐚 𝐦𝐞𝐧𝐨𝐫 𝐢𝐝𝐞𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐭𝐫𝐚𝐛𝐚𝐣𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐢𝐝𝐞 𝐬𝐞𝐧𝐬𝐢𝐛𝐢𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐩𝐨𝐥í𝐭𝐢𝐜𝐚 𝐲 𝐝𝐞𝐬𝐭𝐫𝐞𝐳𝐚 𝐚𝐝𝐦𝐢𝐧𝐢𝐬𝐭𝐫𝐚𝐭𝐢𝐯𝐚. Esta ignorancia ha sido una invaluable ventaja para quienes la mangonean a placer.

La lepra de la violencia se ha normalizado en Quintana Roo, donde somos insensibles ante la oleada de homicidios y desapariciones de mujeres y hombres, de sur a norte. 𝐏𝐞𝐫𝐨 𝐚𝐠𝐮𝐚𝐬, 𝐩𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐩𝐨𝐥í𝐭𝐢𝐜𝐨𝐬 𝐲𝐚 𝐡𝐚𝐧 𝐬𝐢𝐝𝐨 𝐚𝐭𝐚𝐜𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐲 𝐚𝐬𝐞𝐬𝐢𝐧𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐞𝐧 𝐧𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐝𝐨, 𝐩𝐨𝐫 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐚𝐬 𝐝é𝐜𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐥𝐢𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝐯𝐢𝐨𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐲 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐫𝐞𝐬𝐢𝐠𝐧𝐚𝐝𝐨 𝐚 𝐚𝐥𝐢𝐦𝐞𝐧𝐭𝐚𝐫 𝐥𝐚𝐬 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐝í𝐬𝐭𝐢𝐜𝐚𝐬 𝐫𝐨𝐣𝐚𝐬 𝐚 𝐧𝐢𝐯𝐞𝐥 𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥, aunque para muchos sirve de consuelo que estén mucho peor estados como Sinaloa, donde la guerra de narcos tiene al gobierno federal como tembloroso espectador.
Pero la mejor comparación es contemplarnos en el espejo y ver cómo estábamos en la década de los 90 e iniciando este milenio.

 

 

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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