La Pesca Artesanal Agoniza en Tlaxcala: El Oficio Enfrenta su Ocaso
9 Feb. 2025
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A pesar de la adversidad, los pocos pescadores que quedan en la región siguen luchando en el lago artificial más grande en Atlangatepec, que ha perdido más de la mitad de su extensión original
Redacción/CAMBIO 22
En el invierno, cuando el frío arrecia, el trabajo no se detiene entre familias de pescadores artesanales de Atlangatepec, oficio que poco a poco agoniza en la represa inaugurada en 1961 por el entonces presidente de México, Adolfo López Mateos.
Botas con pantalón pegado, una chamarra y mucha fe es todo lo que ocupan los pocos pescadores que quedan para ingresar en busca de recursos para el autoconsumo al lago artificial más grande de Tlaxcala, que en sus inicios contaba con mil 200 hectáreas, pero ahora esa extensión se ha reducido a poco más del 50 %.
Diariamente arriban al embalse en bicicleta y tras persignarse se encomiendan a la Virgen de Guadalupe, a quien piden una buena cosecha de carpas y charales.

Antes del amanecer, El Sol de Tlaxcala constató el trabajo que hacen estos hombres y mujeres en el cuerpo de captación más grande de Tlaxcala, para llevar el pan a la mesa de su familia.
Fernando Domínguez Lozada cumple 17 años en este oficio, los mismos que tiene Fernanda, su hija mayor. “Mi suegro me enseñó el arte de pescar, saber dónde bajar las redes pero, ante todo, hay que madrugar y luego tener paciencia en la revisión de las redes, sólo descansamos los lunes”, explica mientras utiliza un remo para avanzar hacia aguas interiores en la canoa.
Este pescador, de 42 años de edad, tiene que trabajar para el sustento y estudios de sus hijos: Fernanda, Estefani Alejandra, Luis y Guadalupe, por eso no pierde tiempo a bordo de la pequeña embarcación.

Antes de las 06:40 horas del día, cuando inicia el alba, las aves que arribaron en noviembre desde Estados Unidos de América y Canadá en busca de mejor clima y alimento surcan el cielo y aterrizan en el agua, su canto es celestial.
Aguas adentro, los carperos observan diferentes parvadas de garzas blancas y grisáceas, patos y zopilotes que esperan impacientes a que los animales muertos sean arrastrados por la corriente de agua hasta la orilla.
Cerca de la canoa, los pelícanos -otros huéspedes de color blanco como la nieve- se acercan para “pedir” alimento a los pescadores.
Para entonces, empieza a salir el sol, el amanecer es exclusivo; dos soles se observan por el reflejo en el espejo de agua.
-Constatamos que aquí se sufre con el mal clima, ¿realmente deja la pesca para alimentar a su familia?, e le preguntó
–“Claro que se sufre, las manos se congelan al revisar las redes, siempre estamos con gripes, pero la recompensa viene cuando observamos que la red tiene pescado, aunque el precio es barato en el mercado”.

Refiere que de la pesca se vive sólo unos meses y debe salir a trabajar en la construcción pues sus niños están pequeños y, por ello, suma esfuerzos todos los días junto a su esposa. Unos en el embalse y otros en las ventas, mientras haya carpas y charales, porque el ajolote es una especie protegida y en peligro de extinción y porque cada vez se agota la producción, pues la represa enfrenta estrés hídrico y cada año baja su nivel.
No obstante, acuña la frase de que “no hay vida más feliz que la del pescador bien gobernado, pues de la pesca debe salir para todos, cuando es temporada, hasta para los pelícanos que se acercan para pedirnos sardinas, ellos se comen tres kilogramos de pescado vivo al día”.
Estas inmensas aves de casi un metro de altura y 2.5 metros en vuelo, cazan como las águilas, desde arriba se sumergen en picada, hasta capturar a su presa; su presencia es notable en el embalse.
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En la ruta de tres horas y media, en cuestión de minutos el pescador avanza hacia la “Isla del Amor”, donde se constata el refugio de las aves migratorias.
El carpero revisa red por red en forma manual, cuando la línea se tensa es que hay pescado, no obstante, viene la tristeza cuando se trata del pato cormorán, cuyo nombre científico es Phalacrocorax brasilianusque, esta ave de color negro en la búsqueda de peces queda atrapado y muere.
Una vez que el pescador jala la malla extrae la carpa, sin importar que el movimiento de las aletas con espinas pueda ocasionarle una lesión en sus manos.
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A las 10:00 horas, después de recorrer todo el embalse de unas 500 hectáreas de espejo de agua, sólo capturó 10 carpas, unos 20 kilogramos que venderá en mil 600 pesos, es decir, en 80 pesos el kilogramo.
“Después de entrar varias veces y no encontrar nada, lo que hoy nos regaló la Providencia divina servirá para darle de comer a mis hijos”, expresa al final del recorrido.
Después de la pesca, Fernando debe complementar su trabajo en la construcción, pero la exposición al sol y a la humedad le han dejado escoriaciones en la piel y dolor en articulaciones, enfermedades más comunes que acusan los pescadores.

Respirar aire frío en el invierno también afecta las vías respiratorias, pero estos artesanos no claudican porque la necesidad es más grande que sus padecimientos.
TRAS MAL TIEMPO REGRESAN A LA PESCA
Pescadores artesanales de San José Atlanga, Zacapexco, Ozumba y La Trasquila reactivaron su trabajo tras 45 días de mal tiempo a causa de la temporada invernal.
Los primeros pescadores ingresaron esta semana para revisar las redes. Hallaron buenas noticias: ejemplares de Cyprinus carpio, nombre científico de las carpas espejo, barrigona e israelita, de uno a cuatro kilogramos de peso, estaban en sus redes.
Para estas familias, la pesca es una actividad que genera empleo, dinamiza la economía y proporciona alimento proteico, revela el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

El municipio de Atlangatepec, con más de siete mil habitantes, basa su economía anual en actividades agrícolas y pesqueras.
La Unidad de Pesca de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural recomienda que las mejores fechas de pesca son al iniciar la primavera y hasta que concluye el otoño, sin embargo, unas 60 familias de esa localidad deben llevar el sustento a sus hogares, por lo que no pueden esperar más, aunque las heladas que se registraron durante diciembre y enero, fueron un factor que les impidió ingresar.
“Apenas están saliendo unas cuantas (carpas), llevamos varias semanas en que no hay nada en las redes”, explica Evelia Lozada, pescadora de San José quien hace 20 años aprendió el arte de su progenitor.

Ya que en 2024 no hubo siembras de este herbívoro en el lago artificial a causa de la sequía que causó estrés hídrico a los más de 200 embalses de todo el país, no hay suficientes recursos pesqueros, señala.
No obstante, admite que la mayoría de pequeños pescadores recibieron un apoyo económico de siete mil 500 pesos anuales del Programa Bienpesca del gobierno de la República.
Destaca que los pescadores se han organizado para solicitar el apoyo de la Secretaría de Impulso Agropecuario a fin de sembrar dos millones de crías de carpa para el próximo verano.

Asimismo, comenta que han sostenido pláticas con Mónica Guadalupe Barranco Bizuet, alcaldesa de Atlangatepec, quien ha mostrado su preocupación de apoyar a este sector pesquero promoviendo el ecoturismo y con acciones de saneamiento para evitar que la población de Tlaxco siga desechando aguas negras al embalse.
Fuente: El Sol De Tlaxcala
HTR/AGF




















