Redacción/CAMBIO 22

Cancún, 26 de diciembre. – El testimonio de una joven colombiana, compartido recientemente en el podcast “Vos Podés”, ha destapado una escalofriante historia de trata de personas en Cancún. Su relato expone los horrores de la explotación sexual y la red de complicidades que perpetúan este delito.

El inicio de la pesadilla

Todo comenzó en 2017, cuando una amiga de nombre Milena la convenció de viajar a Cancún con la promesa de un empleo en un supuesto restaurante elegante.

Las imágenes y videos enviados por Milena mostraban una vida ideal en México. Según el relato, el trabajo consistiría en recepcionar clientes, explicarles el menú y guiarlos a sus mesas.

Como parte del proceso de “selección”, le pidieron fotos en traje de baño y un video para “evaluar su perfil”, argumentando que el restaurante solo contrataba personal con buena presencia.

Una mujer llamada Melissa le envió 1,200 dólares para tramitar su pasaporte y le compró los boletos de avión.

El 13 de mayo de 2017, emocionada por el nuevo comienzo, la joven llegó al Aeropuerto Internacional de Cancún. Allí, siguiendo instrucciones, se dirigió al módulo 1 de migración y dijo que venía a visitar a su supuesto novio, un “representante de eventos”. La agente migratoria la dejó pasar, sellándole su ingreso al país por 90 días.

La trampa se cierra

Al salir del aeropuerto, un hombre la recogió en una camioneta donde esperó varias horas por otras jóvenes. Finalmente, las llevaron a una casa donde un hombre identificado como Edgar les exigió devolver el dinero recibido, entregar sus pasaportes y firmar un contrato que las comprometía a pagar una deuda de 170,000 pesos mexicanos.

Pronto descubrió que el supuesto empleo era, en realidad, prostitución forzada. La deuda inicial, además, se incrementaba constantemente con multas y otros cargos arbitrarios.

La situación empeoró cuando fue trasladada a un bar donde, además de servicios sexuales, debía realizar shows de table dance casi desnuda. Negarse implicaba castigos severos.

La valentía de una mujer y el rescate

La situación comenzó a cambiar gracias a una mujer que había llegado días antes y quien, tras observar lo que ocurría, envió un mensaje contundente al grupo de WhatsApp de las víctimas: “Esto que usted está haciendo se llama trata de personas, y no me voy a quedar aquí”. Aunque la mujer escapó días después, sus acciones alertaron a las autoridades.

El rescate llegó el 6 de agosto, durante una redada en el bar. “Pensé que nos iban a matar”, relató la joven al recordar cómo un grupo armado ingresó al lugar.

Tras confirmar que eran autoridades, las mujeres fueron trasladadas a una estación de policía donde comenzaron a recibir apoyo.

La complicidad institucional

Sin embargo, la pesadilla no terminó allí. En el Instituto Nacional de Migración, las víctimas fueron incomunicadas y obligadas a firmar documentos para eximir de responsabilidad a los administradores del bar y otros implicados.

Solo les ofrecieron dos opciones: firmar un amparo y esperar hasta un mes para resolver su situación legal o aceptar el “retorno asistido” a sus países de origen.

La joven optó por regresar a Colombia, describiendo el momento como un milagro:

“O me voy en un cajón o me voy a mi casa”. Finalmente, el 10 de agosto de 2017, abordó un avión de la Policía Federal que la devolvió a su país.

De víctima a sobreviviente

Hoy, siete años después, la joven se define como una sobreviviente. A través de su testimonio, busca alertar a otras personas sobre los riesgos de confiar en ofertas laborales aparentemente perfectas.

“Esto lo hago porque es la forma de sacarlo de mi cabeza, de liberarme. Para que le sirva a alguien, para que nadie más pase por esto”. A pesar de que logró escapar, el trauma persiste.

La joven asegura que las redes de trata siguen operando y lamenta que muchos de estos crímenes queden impunes.

“Hay bares que siguen funcionando del mismo modo. Es una cosa que tristemente no se va a acabar”.

Su valiente testimonio es un llamado urgente para combatir la trata de personas, una problemática que, como muestra su caso, involucra no solo a redes criminales sino también a instituciones que deberían proteger a las víctimas.

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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