• “Su Alteza Serenisima, no sólo dispuso impuestos a ventanas y puertas, también a aquellos que tuvieran perros y caballos

 

Redacción / CAMBIO 22

Antonio López de Santa Anna es sin duda uno de los personajes más cuestionados de la historia mexicana, por múltiples razones, entre ellas encabezar la defensa nacional ante la Intervención Estadounidense de 1846-1848. Pero hubo otras medidas como el impuesto de puertas y ventanas que oscurecieron más su leyenda negra en la historiografía de México.

Entre sus innumerables regresos y salidas de la presidencia de México, “Su Alteza Serenísima” fue presidente de la nación en 11 ocasiones. Un legado que es recordado de forma negativa por episodios como la pérdida de Texas en primera instancia y posteriormente de más de la mitad del territorio nacional.
Entre una de sus muchas medidas criticadas fue el impuesto de “luces exteriores”, el cual constaba en cobrar el derecho a la luz solar y de farol que ingresaba a las casas.

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Dicha medida fiscal se decretó el 9 de enero de 1854 y su propósito era gravar la cantidad de puertas de cada casa, incluyendo zaguanes o cocheras y ventanas o balcones. La tarifa era progresiva y variaba de acuerdo con el sitio de la casa. Por ejemplo, la Ciudad de México fue el lugar del país que más pagaba estos impuestos.

Los recursos recaudados fueron destinados al pago de la fuerza de policía y seguridad de la ciudad, además de sueldos de prefectos y secretarios del ayuntamiento. El Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) revela que el impuesto fue una medida “quizás un tanto desesperada” que tenía la finalidad de solucionar los múltiples problemas de fiscalidad de México que se remontan desde su nacimiento como nación.

Si bien pareciera una medida absurda o surreal, el investigador Héctor Strobel del Moral del Colegio de México (Colmex) explica que juzgarlo de esta manera sería descontextualizar el momento fiscal que atravesaba el país tras la invasión estadounidense.

Strobel del Moral explica que la leyenda negra de Santa Anna comenzó a fortalecerse tras su exilio del país, y que su legado de guerras perdidas e inconsistencia política habría generado cierto sesgo a la hora de analizar sus mandatos. “Es sorprendente que argumentos tan subjetivos hayan sobrevivido tanto tiempo y soslayado los enfoques historiográficos actuales.”.

El investigador señala que tras la obra de Anselmo de la Portilla, periodista liberal de origen español, “Historia de la revolución de México” donde dedicó un capítulo a criticar la dictadura (el último mandato de Santa Anna –1853-1855–), la historiografía mexicana de la segunda mitad del siglo XIX y del siglo XX tomaron como base su trabajo para criticar muchas de las medidas tomadas durante los gobierno de Santa Anna.
“Estas líneas inauguraron un discurso que, inserto dentro de la historiografía patria, continuó repitiéndose hasta nuestros días”.

Strobel de Moral explica que el impuesto a las ventana y las puertas fue retomada de Europa, pues ya se había visto en países como Inglaterra, Bélgica e incluso en la Francia posrevolucionaria.
Se planeaba que la recaudación de dicho impuesto fuera mensual y se hiciera sin aumento de empleados ni gastos. Además, casas solariegas “de gentes pobres”, deshabitadas, las del Estado, iglesias, conventos, hospitales, hospicios, escuelas gratuitas, palacios de gobierno, episcopales y municipales fueron eximidas de este pago tributario.

Incluso esta medida ya se había visto en países como Brasil, Colombia y el propio México. Anastacio Bustamente decretó dicho impuesto en la Ciudad de México en 1832.

ventanas

“La idea de adoptar el impuesto a puertas y ventanas en México no fue mala. Sin embargo, no se planificó adecuadamente, costó mucho elaborar registros y en poco tiempo no se consiguió generar cultura de pago. Todo ello tuvo efectos importantes en el comportamiento del contribuyente”, argumentó el catedrático del COLMEX.

Si bien en la actualidad suena como una imposición tributaria absurda o incluso cómica, en su momento hacía sentido por el estado fiscal mexicano de mediados del siglo XIX, el cual estaba en quiebra tras la catastrófica invasión estadounidense. No obstante, la pobre planeación y ejecución generó un malestar generalizado.

Hubo pagos tributarios más llamativos que el de “luces exteriores”, pues incluso hubo se decretó el pago de un peso mensual por cada perro. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) el incumplimiento de este impuesto era castigado con multas hasta de 20 pesos y hasta con la muerte del animal.

 

 

 

Fuente: El Sol de México

redaccion@diariocambio22.mx

GPC/DSF

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