Redacción/CAMBIO 22

Cancún, Q. Roo.– Las riñas, violencia, indiferencia, guerras, situaciones que dañan el tejido social de la comunidad se podría evitar, si viviéramos en realidad el mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, resaltó el rector de la Catedral de la Santa Cruz y Santísima Trinidad presbítero Mario González Suárez, en Cancún.

El hecho de ver al prójimo como nuestro hermano, es el mandamiento más grande que podemos tener en nuestra vida cristiana, recalcó.

Hemos escuchado la muerte de sacerdotes, como el reciente homicidio contra el padre Daniel Pérez en Chiapas, la muerte de miles de personas, persecuciones, situación de violencia que se vive en el país. Nuestro Señor Jesucristo, en su Evangelio dominical nos invita a orar por la realidad que nos aqueja, para no perder la paz, sino estar siempre con la fuerza necesaria de salir adelante. Su recomendación es encomendarnos a Nuestra Madre Santísima y ver siempre en todos nuestros hermanos el rostro de Cristo.

Continuó que según los datos que diera el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) durante el censo 2020, Quintana Roo tiene una población total de un millón 857 mil 985 habitantes, mientras que del Sínodo 2022, las estadísticas arrojadas fueron de un 86 por ciento de ese total que profesa el catolicismo, según informe que llevara el obispo a Roma en su visita “Ad Limina”.

Esto es muy importante, pero se debe de considerar que del 100 por ciento de la población, hay un 12 por ciento sin religión que va en aumento. Lo que significa que, como católicos, tenemos la importante y fundamental tarea de dar testimonio, para que ese 86 aumente. Sin embargo la variable fluctúa, porque mientras unos llegan otros se van.

Lo anterior se ve en los municipios de la entidad, donde mucha gente cambia de residencia a otras entidades del país. Por otro lado, le alegra que haya un buen número de católicos, que si vive la realidad del Evangelio, de amar al prójimo, lo que ayuda a disminuir muchas cosas que hoy vive el mundo, consideró.

Recordó que en 2020, después de reactivarse las actividades paralizadas por el confinamiento sanitario Sars Co V2, el crecimiento de fieles ha ido en aumento. Gracias a Dios lo anterior se debe a las actividades realizadas por los párrocos en sus comunidades lo que ha logrado que muchos se acerquen.

También es cierto que hay un vacío existencial entre las personas que pierden el sentido de la vida, pero que al momento de saber que hay alguien está dispuesto a escuchar recuperan la esperanza y el sentido a la vida y regresan a la Iglesia, acercándose a los sacerdotes que están en actitud de escuchar. Una necesidad que la gente tiene de ser sea escuchada con todo el drama que vive en sus comunidades.

Respecto a quienes veneran a la “muerte”, clarificó que, la devoción a los fieles difuntos, es porque la Iglesia se divide en: 1).- la Iglesia Purgante fieles difuntos, 2).- Iglesia Peregrina en la que estamos nosotros en este camino y 3).- Iglesia Triunfante, la que celebramos el 1º de noviembre a todos los santos.

No se puede confundir la mala cultura del culto a la muerte, porque no existe tal cultura a la muerte. La cultura dignifica a la persona con el cultivo de valores, virtudes, costumbres, mientras quienes veneran a la muerte no cultivan nada, porque se trata de una situación de oscurantismo, brujería, magia. Al hablar de un sincretismo religioso, se resuelven situaciones de fe.

Es por eso que el llamado a la comunidad, es a “no confundir el culto a los muertos con la devoción a los fieles difuntos, no puede compararse al culto a la muerte, porque esta última es un culto satánico”.

Las personas que de alguna forma entran a este tipo de rituales, han de saber lo que esconde esta realidad, de la mal llamada “santa muerte”, lo que se esconden en situaciones de satanismo, santería, brujería, uso de amuletos. No podemos confundirnos sino al contrario abrirnos a una realidad que es muy compleja, al hablar de la “santa muerte”, donde en ocasiones se hacen pactos con el demonio, con la vida, es donde se entrega el alma a la muerte.

Se tiene que detallar mucho esta realidad, pero indudablemente no se puede confundir, una cosa, que es parte de la inculturación realizada por los primeros misioneros al llegar a México, con lo que hoy es el país, con la realidad de los fieles difuntos que es la esperanza que tenemos de la resurrección, que es muy diferente al culto dedicado a la mal llamada santa muerte, concluyó el presbítero Mario González Suárez.

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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