Un golazo de Raúl Jiménez fue la diferencia, a partir de ahí, Estados Unidos no pudo recuperarse y cayó ante una Selección Mexicana que continúa con muchas interrogantes al ataque.

 

Redacción/CAMBIO 22  

Cuando parece que todo va rápido en el futbol, Javier Aguirre tiene un pacto con la paciencia. Pocos entrenadores como él entienden las repercusiones de un México-Estados Unidos. El Vasco sabe reconocer el entorno, el contexto, la presión de no ganar en casa al estar tan cerca del Mundial. En el estadio del Guadalajara, un escenario de altísimo riesgo para los porteros rivales, el Tricolor ganó (2-0) por primera vez en cinco años a su clásico rival de la Concacaf.

Aguirre es un líder de la vieja escuela. Abandera a una generación que se resiste a cerrar su ciclo en partidos internacionales. Los mundialistas Guillermo Ochoa, Raúl Jiménez y Andrés Guardado volvieron a ser parte de una convocatoria, pero el equipo que muchos imaginaron con ellos no apareció, se ocultó ante un rival que se hizo pequeño fuera de casa. En menos de 10 minutos, la afición que agotó las entradas para ver al Tri no tardó en recordar el grito discriminatorio en los saques de meta.

A pesar de los múltiples castigos de FIFA, el nivel actual del representativo nacional es capaz de extender la sensación de fastidio en las gradas. Miles de mexicanos se unieron ayer para hacer retumbar los cánticos que le han costado a los federativos miles de dólares en multas. En la pasada final de la Liga de Naciones, en Arlington, el árbitro tuvo que detener dos veces el encuentro por una costumbre que nació justo en esta ciudad. Ante una noche de eventuales destellos, el gol de Raúl Jiménez convirtió esa alerta de riesgo en un desahogo colectivo (22).

El delantero del Fulham pateó un tiro libre y lo mandó al ángulo del portero Matt Turner. “Oi, oi, oi, oi, el que no brinque es un gringo mari…”, cantaron con fuerza desde las gradas. Aguirre, quien acudió temprano a un hospital para realizarse un estudio de seguimiento con el doctor Rafael Ortega, luego de una cirugía de espalda a la que se sometió en septiembre pasado, observó impaciente el final del primer tiempo. Luego, volvió sobre un concepto que ya había expresado en conferencias de prensa: “El jugador que se esconde ante el silbido de la propia afición, no me sirve”.

Con eso quiso reivindicar que México podrá jugar mejor o peor, pero no se irá de los partidos. César Huerta aceptó el reto del Vasco y convirtió el 2-0 cuando más impacientaba su desempeño en el campo (48). Después del homenaje a Andrés Guardado, quien jugó su último partido como seleccionado, no hubo más motivos para celebrar. Los ingresos de Diego Lainez y Alexis Vega, a quien buena parte del estadio gritó “¡borracho, borracho!”, levantaron polvareda a pesar del triunfo.

Con más de 43 mil 500 boletos vendidos, el combinado tricolor quebró una racha de siete partidos sin victoria frente a su clásico rival. En las calles sólo el aroma de la carne asada, las tortas ahogadas y el jugo de carne hicieron de esta cita algo festivo. Nada más lejos de la realidad en el campo.

Al término del encuentro, Mauricio Pochettino, DT de Estados Unidos señaló en declaraciones a los medios que “aprendimos mucho. Fue un partido que nos dio la posibilidad de evaluar a los jugadores bajo una presión enorme. Trastocó un poco nuestros planes las bajas que tuvimos. Fueron demasiados jugadores. Es un gran estadio, sufrimos un poco con el césped y el riesgo de lesiones fue muy grande para todos”.

Por su parte, Javier Aguirre, seleccionador de México indicó que “la reconciliación con la afición se va a dar con el rendimiento. La gente no es tonta. Ya no se detiene con el resultado. Si es que hay un problema, se resolverá con el tiempo. En Puebla estuvo bien hasta que descuidamos el marcador. Yo tengo que hacer mi trabajo. No puedo detenerme ni desgastarme en decirle a los jugadores lo que tiene que hacer”.

 

 

 

Fuente: La Jornada

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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