• Parte Tres y Final

 

Redacción/CAMBIO 22

El diagnóstico inicial con el que Muyshondt es ingresado en el Saldaña refleja eso, una lesión cerebral. Es el primer apunte en el expediente: es referido del Siquiátrico con meningitis, lo que significa que su membrana cerebral está inflamada.

En diciembre de 2023 y enero de 2024, dos médicos escriben notas sobre la responsabilidad última en el tratamiento que recibe el asesor presidencial. El caso, dice en un informe de medicina interna fechado el 19 de enero de 2024, “está siendo manejado por autoridades de este centro y del ministerio de salud”. La nota en poder de este medio está borrosa, pero hay frases claras: “…ya que no se nos informa… y no podemos tomar todas las decisiones”. “Por indicaciones de dirección y subdirección… ya que es privado de libertad, se me informa que no se puede obtener más información de parte de familiares”.

Cuando amanece el martes 7 de noviembre, los médicos anotan cuatro diagnósticos: hipertensión arterial, tumor valvular mitral (corazón), sospecha de cardio infección y accidente cerebrovascular tromboembólico.

Durante dos días, desde el domingo 5, el personal médico ha intentado hacer una Tomografía Axial Computarizada, el examen conocido como TAC, para determinar qué ocurre en el cráneo y cerebro de Muyshondt. Durante 48 horas no pueden hacerlo porque no hay “permiso para movilizarlo”. Cuando finalmente el TAC se realiza y los resultados llegan, el 8 de noviembre, las noticias son alarmantes. El coágulo en el cerebro con el que Alejandro Muyshondt llegó al Hospital Saldaña ha crecido, se ha desplazado y empieza a obstaculizar el flujo del torrente sanguíneo. Los médicos ordenan abrirle el cráneo; la primera operación se realiza ese día.

Es aquí donde, de acuerdo con protocolos médicos y a lo que manda la legislación internacional en casos de detenidos, los médicos del Hospital Saldaña de San Salvador tendrían que haber solicitado permiso al paciente o a su familia para hacer la cirugía. Nada de eso ocurre. En una ocasión, en diciembre de 2023, una enfermera anota que Muyshondt es sometido a una operación “sin consentimiento informado de riesgo y beneficio”.

La Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes exige, en sus artículos 10 y 11 que “las decisiones médicas importantes, como cirugías, deben ser comunicadas a los reclusos y, en su caso, a sus familiares”. En total, Muyshondt es sometido a ocho cirugías. De nada de eso es informada la familia.

A las 3:11 p.m. del 7 de febrero de 2024, Jorge Alejandro Muyshondt Álvarez, de 47 años, exasesor de seguridad nacional del presidente Nayib Bukele y alguna vez su amigo, está muerto. El camino que lo ha llevado hasta la cama de hospital en la que murió apenas puede vislumbrarse en las hojas del expediente médico, en los testimonios de personas cercanas a él y de otras que han vivido de cerca lo que ocurrió en sus últimos meses de vida, y en las horas de grabación de sus conversaciones con funcionarios del gobierno. Ese camino puede resumirse así: Muyshondt conoció de cerca la entraña más oscura del gobierno de Bukele, supo de sus corrupciones, fue parte de los equipos que espiaron a opositores y periodistas, y, al final, marginado por el poder del presidente y los suyos y a veces utilizado por ellos, denunció esas corrupciones dentro del mismo grupo y hacia afuera.

El trecho final de su camino hacia la muerte en el Hospital Saldaña había iniciado el día en que un retén de 12 policías, montado para interceptarlo, detuvo su vehículo y lo arrestó. Los agentes se llevaron a Muyshondt a una delegación policial cerca del Estadio Flor Blanca, en el sur de la ciudad capital. Lo trasladaron, de ahí, a la División de Fronteras. Hasta ahí llegó a visitarlo el subinspector de la PNC Roberto Hernández Herrera, alias Chirriplín, un hombre perfilado en la misma policía como espía y torturador.

“Todo mal, Chirriplín”

 

Lo primero es la ropa ensangrentada y lo que un funcionario del Ejecutivo dice a una pariente de Muyshondt un día después del arresto: “No te preocupés, él ya habló”. La sospecha de tres allegados al asesor de seguridad, quienes accedieron a dar su testimonio desde el anonimato por seguridad, es que, a Alejandro Muyshondt le propinan al menos una golpiza entre el 9 de agosto de 2023, día de su captura, y el 11 de agosto, cuando una pariente que llega a intentar verlo en la División de Fronteras de la PNC recibe ropa con salpicaduras de sangre.

Un día antes de que a esta mujer le den esa prenda ensangrentada, el pantalón color verde musgo tipo militar que Muyshondt vestía cuando fue arrestado, un grupo de funcionarios del gobierno, encabezados por el ministro de seguridad pública, Gustavo Villatoro, y el fiscal general Rodolfo Delgado, han allanado la casa en que viven la expareja de Muyshondt y su hija y la de otros familiares en San Salvador, incluida la de su madre.

A la casa de uno de los familiares llegan tres veces, una el 9 de agosto y dos el 10 de agosto. La primera vez aseguran que han arrestado a Alejandro para protegerlo y que todo se resolverá pronto. Dicen que ya personas cercanas al asesor han dado al gobierno la información que buscan. “Lo hemos agarrado porque lo queremos proteger. Va a estar mejor guardado”, se supone que dijo uno de los funcionarios.

La segunda vez, de acuerdo con los testimonios recogidos, no son tan amables. El funcionario a cargo amenaza a los familiares con meterlos presos. En la segunda visita del 10 de agosto es cuando dicen que ya Alejandro Muyshondt ha hablado. La idea de la familia, después de eso, es que Muyshondt será liberado pronto. El mismo Alejandro le ha dicho a una enfermera, quien luego lo comunica a uno de los familiares, que “pronto” estaría libre. Eso no ocurre.

La familia nunca ve a Muyshondt mientras está detenido. Los testimonios de algunos funcionarios que estuvieron en contacto con Muyshondt y de sus allegados, recogidos durante seis meses por este medio, han permitido reconstruir, al menos, algunos de los sucesos más relevantes entre el día del arresto y el ingreso al Hospital Nacional Saldaña.

Días después del arresto y los primeros interrogatorios, mientras está en la División de Fronteras de la PNC en San Salvador, Alejandro Muyshondt recibe suero, según cuenta un oficial de la Policía. Un empleado público le dice a la madre del detenido que durante un tiempo, al menos hasta el 29 de agosto, una ambulancia y un médico lo visitan “a diario”.

El 13 de agosto, de acuerdo con uno de los parientes consultados, de la División de Fronteras mandan un mensaje a la familia para que lleven a Muyshondt los depósitos necesarios para recolectar orina y heces que luego deben de llevar a un laboratorio. También piden a los parientes que compren Nebaderm, un antibiótico.

A través de empleados policiales, los allegados hacen llegar paquetes de comida resguardados en cajas desechables. Ahí, en esos depósitos, le escriben con bolígrafo mensajes de ánimo a la par de la lista de la comida que le entregan. Alejandro Muyshondt escribe en una de esas cajitas una pista de lo que está pasando en el recinto policial en el que guarda prisión desde el 9 de agosto de 2023: “Todo mal, Chirriplín”.

“Chirriplín” es el alias del subinspector Carlos Roberto Hernández Ramírez, un oficial de la Policía Nacional Civil que el gobierno ha asignado como enlace entre la dirección policial y la Asamblea Legislativa, donde trabaja bajo las órdenes de Ernesto Castro, presidente del congreso y exsecretario privado del presidente Nayib Bukele. Hernández Ramírez ha sido asociado con torturas en un informe confidencial del Centro de Inteligencia Policial del que Infobae tiene copia.

Es después de una de las visitas del subinspector conocido como Chirriplín, en septiembre de 2023 y luego de que su familia recibe una prenda de ropa ensangrentada que Alejandro Muyshondt es admitido por primera vez en el Hospital Nacional Siquiátrico en Soyapango. Unos días después, Muyshondt entra al Hospital Saldaña, el lugar del que su cadáver sin una parte del cerebro, con huesos y la nariz rotos y con un costurón tosco que le atraviesa el cráneo, sale en una bolsa de plástico.

Fin

 

 

Fuente Infobae

redaccionqroo@cambio22.mx

RHM

 

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