• Còojol Ik Taal (Mientras Llegan los Vientos).

 

Jorge González Durán/CAMBIO 22

Un texto del 14 septiembre de 1988, cuando al filo de las 9 de noche ya se sentían los vientos de Gilberto. Quería escribir un mensaje de esperanza.

Huracán es el recordatorio permanente de la fuerza de la naturaleza; de su poder; de su furia desplegada en todos los confines: atraviesa selvas, derriba árboles, humilla los centros del poder político, económico y religioso. No hay nada que pueda doblegar la fuerza de Huracán.

Pero ningún Huracán, nunca, destruyó por completo algún pueblo maya. Siempre hubo el cálido soplo del aliento vital. Junto a los bienes caídos surgió la fortaleza, la voluntad de perseverar, de levantarse, de estar siempre de pie.

Hunab Kú, el hacedor de todas las cosas sobre el universo, decide siempre al final la conservación de la vida, la reconstrucción, la fe en las fuerzas propias, el avance de la ciencia, de las artes y la tecnología. La sabiduría humana.

Los mayas, ayer como hoy, observan los cambios en el cielo, en el mar y en la tierra que pronostican tempestad. La gaviota que vuela y se aleja en la inminencia del huracán. Y cuentan los mayas que se oye en el silencio previo al huracán un largo lamento en la orilla del mar, y pareciera que el cielo derrama lagrimas.

La tortuga es la mensajera de Ixchel, señora de los mares, que silenciosa deposita su futuro en las blancas arenas del Caribe nuestro. Ixchel se convirtió en tortuga una vez para huir de la furia de los Chacoob, los dioses de la lluvia. Y por ello, se dice, ellas, las tortugas, escogen por remanso nuestras playas para depositar la continuidad de su especie, la continuidad de su silencioso andar por el tiempo cargando el cielo.

La tortuga, Ak en maya, llora porque sabe, adivina, anticipa la furia de Chaac y de los destrozos a sus nidos, de la pérdida de sus hijos. Y anuncia en el más desgarrador de sus lamentos la destrucción que se avecina. Y entonces huye hacia los mares profundos.

Nada respeta Huracán.

Daña el resplandor del sonrosado flamenco y asfixia peces al depositarlos en la tierra.

Se guarece entonces Balám sobre una rama; Can, la serpiente, se enrosca estremecida en el tronco o la rama de un árbol. Se esconde la hormiga en secretos refugios.

Y cuando los vientos se alejan, cuando la lluvia amaina, todos esperan a que brille de nuevo el arco iris. Y en el silencio de los trece cielos mayas los dioses meditaban para continuar rigiendo los destinos del universo.

Y llegaba la hora de la reconstrucción amarrando todas las fuerzas. La fuerza de todos era invencible. Y las casas derruidas se levantaban de nuevo, se embellecían de nuevo los templos, y se recuperaban los cultivos en medio de la selva golpeada.

El espíritu solidario de los mayas era inmanente a su naturaleza humana. Fray Diego de Landa, el memorioso fraile testigo de la Conquista, narra su asombro por este espíritu comunitario.

Reunidos y ordenados, los mayas protagonizaban arduas jornadas para construir y reconstruir viviendas.

Las sólidas construcciones de los mayas soportaron los embates de huracanes violentos a través del tiempo. En la parte más alta de Isla Mujeres los mayas edificaron un templo a Ixchel, la luz de la vida, un valladar frente a Huracán.

Pasa el rugir del viento, se calman las aguas. Y al amanecer brilla Kinich Kakmó, el Sol, igual que antes, igual que en los días buenos, para continuar la vida sobre la tierra y para que los niños puedan seguir soñando sin sobresaltos. Dice el Popol Vuh:

“Se alegraron todos los animales; las aves tendieron sus alas, y todos dirigieron sus miradas hacia donde nace el sol”.

Los que vivimos en el norte del estado, muchos llegados de distintas partes del país y del mundo, debemos pensar en la fuerza y el espíritu de quienes habitaron estas tierras antes que nosotros.

En los viejos tiempos cuando sobre la tierra, en los cielos y en el inframundo sólo reinaban los dioses mayas, los edificios que todavía hoy nos asombran y estremecen resistieron la furia de Huracán. Porque los mayas fueron exactos en muchos de sus conocimientos sobre el universo, igual o más que otras civilizaciones de su tiempo.

Sus calendarios civil y religioso eran herramientas para prever los meses de las lluvias fuertes y de las violentas tempestades. Su arquitectura así lo refleja: su orientación astronómica, su trazo urbano, sus desniveles y canales, drenajes y depósitos de agua. La ingeniería hidráulica de los mayas y su concepción urbanística todavía tiene mucho que enseñarnos. La sabiduría al servicio del ser humano. Ellos nos enseñaron a resistir y, al final de cuentas, a vencer.

 

 

 

 

 

redaccionqroo@cambio22.mx

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