Jorge González Durán/CAMBIO 22

En 1981 publiqué este texto en la revista Presencia de Cancún. Lo publico de nuevo, para no olvidar. Es de justicia recordar que durante el gobierno de Miguel Borge se creó el Museo de Tihosuco en un edificio colonial rescatado y restaurado con digndad:

Fue una noche alucinante, mágica, misteriosa, cargada de presagios. De esas que se esconden en la memoria y en la ilusoria luz de la nostalgia. La lluvia caía a torrentes sobre la hacienda Culumpich, y la batalla de los relámpagos iluminaba una noria en ruinas y los muros semiderruidos con raíces en sus abiertos poros. Y en tropel llegaron a la mente recuerdos de lejanas lecturas y de historias y leyendas escuchadas en labios de ancianos indígenas en los pueblos de Quintana Roo.

Culumpich, esa hacienda abandonada en la parte sudoriental de la Península de Yucatán, que durante 1847 sirvió para que los dirigentes mayas almacenaran armas para la rebelión iniciada el 30 de julio de eso mismo año. El propietario de esta hacienda fue Jacinto Pat, quien con Cecilio Chí estuvo al frente del movimiento armado de los indígenas para reconquistar su tierra y libertad.

A principios de ese año crucial en la historia peninsular, por los montes que ocultaban veredas sinuosas, caminaban los indígenas con armas compradas en la colonia británica de Belice, para llevarlas a Culumpich. Después de 134 años, apagado el incendio y sofocada la cólera, nuestros ojos contemplan las mismas paredes y las mismas piedras iluminadas por súbitos resplandores en medio de una noche con fiebre cósmica.

He aquí esta antigua hacienda, pensamos, cayéndose en sus propias ruinas, con magras milpas a su alrededor, con su historia arrinconada en el brocal de un pozo en espera de la sed de algún perdido caminante. . Pareciera que en las cuarteaduras de sus paredes aún no acabara de consumirse el eco de las palabras de los conspiradores reunidos a principios de 1847 alrededor de una fogata. Allí deben permanecer las huellas de Jacinto Pat y de Cecilio Chí. Algunos campesinos han encontrado armas oxidadas y utensilios domésticos.

Ruinas, huellas, signos, símbolos de un tiempo suspendido en las palabras que tejen sin fatiga la memoria de los hombres que conspiraron para devolvernos la luz de nuestros días y de nuestras noches, y el quebranto de las historias que no nos dejaban contar.

Al finalizar la guerra de los campesinos mayas contra sus explotadores, la mayor parte de los pueblos que desde 1902 forman parte del nuevo territorio Federalde Quintana Roo, permanecieron deshabitados. La violencia dejó en todas las calles, en todas las casas, en todos los templos, su presencia inextinguible, su sombra ardiendo.

Pueblos de la época colonial con casas solariegas construidas por los indígenas piedra sobre piedra para que habitaran los encomenderos. Iglesias de sobria arquitectura donde los franciscanos desgranaron su palabra evangelizadora, predicando la mansedumbre y la resignación a los indígenas explotados.

Son caminos de sangre y zozobra, ahora cubiertos por el asfalto o devorados por la selva, los que conducen a Sabán, Sacalaca, Huaymax, Tihosuco, Tepich, Chunhuhub, Xcabil, Xyatil.

Fue apenas en la segunda década de este siglo cuando campesinos del sur y el oriente de Yucatán comenzaron a repoblar las abandonadas poblaciones de Quintana Roo. Arquerías de antiguas mansiones y elegantes pórticos de piedra actualmente son simples fachadas de modestas casas de paja, en donde viven las familias campesinas dedicadas al cultivo del maíz, al corte de madera y la apicultura.

Las bellezas naturales y el patrimonio histórico y cultural de Quintana Roo, no son únicamente los que aparecen en las guías turísticas, superficiales por su propia naturaleza. Quintana Roo constituye una apasionante región de México que cuenta con innumerables vestigios de la civilización maya. He allí, para mencionar sólo a unos cuantos, Tulum, Cobá, Kohunlich, Dzoyolá, Chunyaxché. Pero las ruinas de la colonia son también un legado que es necesario rescatar y preservar, antes que la irresponsabilidad, la insidia, el abandono y la ignorancia las destruyan por completo.

¿ Alguien hace algo por detener la destrucción de Boca Iglesia? ¿ Se ha levantado algún inventario de las construcciones coloniales de Quintana Roo?

El saqueo impune y la depredación han hecho presa de muchos de los monumentos coloniales de Quintana Roo. Se entiende que los gobiernos federal y estatal no dispongan de los suficientes recursos económicos para afrontar el rescate y la conservación del patrimonio histórico de la entidad, pero es urgente dar los primeros pasos para defender el patrimonio cultural de Quintana Roo. Es necesario impulsar una conciencia colectiva respecto a este tema de vital trascendencia para la identidad cultural del pueblo quintanarroense.

Esos muros, esos dinteles, esos zaguanes, esos pórticos,son las raíces espirituales de pueblos calcinados por el incendio y destruidos por la violencia de un pueblo que se alzó en armas para merecer la profecía de volver a nacer.

La iglesia de Tihosuco, altiva y sobria en su grandeza, durante mucho tiempo estuvo expuesta al saqueo de los traficantes de objetos artísticos religiosos. Algunos sacerdotes le hicieron algunas modificaciones de pésimo gusto, pero el deterioro de la estructura general continúa su curso irremediable. En Tihosuco, como en Sabán y en Sacalaca, sería conveniente rescatar algunas construcciones coloniales para evitar su total derrumbe. Cuando menos un pórtico, una arquería…

La lluvia no cesaba en Culumpich. Al llegar el alba contemplamos las mismas paredes agrietadas, al mismo pozo abandonado, las mismas puertas meciéndose al viento, la misma ceiba legendaria.

Esos monumentos son fragmentos de muchas historias ocultas. Allí están el tiempo y las voces que se niegan a morir.

Fuente Colección Jorge González Durán/ Sistema de Noticias CAMBIO 22

 

 

redaccionqroo@cambio22.mx

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