• Katherine Tai ha construido dos acuerdos que no requieren la autorización del Capitolio: el Marco Económico Indo-Pacífico con los aliados asiáticos, y el Consejo de Comercio y Tecnología con la Unión Europea.

 

Redacción/CAMBIO 22

Hasta hace siete años, la política comercial de Estados Unidos, como la del resto de los países desarrollados, se centraba en propiciar tratados bilaterales y multilaterales para eliminar aranceles. Eso permitió una rápida expansión del intercambio mundial de mercancías.

Sin embargo, Estados Unidos no incrementó sus exportaciones en la misma proporción en que recibía nuevas importaciones, lo que elevó su déficit comercial.  Los productos americanos perdieron terreno en sus mercados tradicionales y tuvieron dificultad para entrar a los nuevos. En cambio, las mercancías orientales llenaron los anaqueles de sus supermercados.

Para tratar de competir, construyeron sus cadenas de suministro casi únicamente sobre la base de la eficiencia. Con el objetivo de reducir costos, se trasladó la producción a países con bajos salarios. Eso llevó a un desplazamiento de empleos domésticos y a la decadencia de muchas poblaciones.

También se produjo una gran concentración de la manufactura en Asia, principalmente en China. Ese país arrebató a Estados Unidos el dominio de industrias clave, sobre todo las de alta tecnología.

Por eso, Donald Trump reestableció aranceles a China, frenó el Tratado Trans-Pacífico y forzó una renegociación del TLCAN.

En el T-MEC se eliminó el incentivo de enviar empleos a México, al hacer más estrictas las reglas de contenido y al exigir que los trabajadores automotrices tengan niveles salariales similares a los de la Unión Americana.

Para monitorear que se cumplan las obligaciones laborales del tratado se nombraron tres agregados laborales en su embajada aquí. Se creó también un mecanismo de respuesta rápida que permite al Departamento de Trabajo de Estados Unidos frenar las importaciones de empresas mexicanas que no se ajusten a lo acordado. Incluso se obligó a nuestro país a crear nuevos tribunales laborales y un instituto independiente para registrar sindicatos y contratos. De hecho, se han tenido que ir legitimando todos los contratos colectivos.

Katherine Tai

La pandemia del covid mostró que la excesiva concentración de la manufactura era muy riesgosa. Al cerrarse al mismo tiempo casi todos los puertos y fábricas asiáticas, se descubrió que no había otros proveedores de elementos tan indispensables como los guantes de hule y los cubrebocas. Se volvió urgente diversificar, acortar y acercar las cadenas de suministro.

Igualmente, quedó de manifiesto que China controlaba la extracción de minerales raros y la producción de semiconductores, indispensables para la electrificación vehicular y la industria militar.

Con la invasión rusa a Ucrania se descubrió que la interconexión económica no es suficiente para garantizar la paz y que las sanciones comerciales pierden efectividad por la elevada interdependencia entre las grandes economías. Se vio que no era conveniente que Europa tuviera como principal proveedor de gas y petróleo a Rusia y que no podía permitirse que los países africanos empezaron a sufrir hambrunas si dejaban de recibir granos de Ucrania.

Por todo ello, hay consenso de que hay que hacer las cosas de manera diferente, pero aún no lo hay sobre modelos específicos. Para afrontar esa tarea, Joe Biden designó representante comercial a Katherine Tai, autora del capítulo laboral del T-MEC.

Tai ha cambiado el enfoque. El énfasis ahora no está en firmar acuerdos comerciales y liberalizar sectores agresivamente. Con el Congreso dividido en mitades, es casi imposible que se aprueben negociaciones fast track.

Tai ha construido dos grandes foros regionales, cuyos acuerdos no requieren la autorización en el Capitolio: el Marco Económico Indo-Pacífico (IPEB) con los aliados asiáticos, y el Consejo de Comercio y Tecnología (TTC) con la Unión Europea. En ambos se prescinde de incentivos o sanciones; sólo hay compromisos no vinculantes. El énfasis no está en la reducción de tarifas, sino en la eliminación de barreras no arancelarias; principalmente, las regulatorias.

En el IPEB se ha buscado la cooperación para poder competir en la economía digital. En el TTC se logró una tregua de dos años para encontrar la forma de competir sanamente en la producción de aluminio y acero, y otra tregua de cinco años para evitar que la guerra entre Boeing y Airbus las destruya a ambas. Es un avance, pero continúan los americanos quejándose de que los europeos discriminan a sus empresas, mientras que los europeos aseguran que la política industrial de Biden es proteccionista.

Los agricultores e industriales estadounidenses no están de acuerdo con esa orientación, porque no se están abriendo nuevos mercados para sus productos y no se tiene la seguridad que dan los tratados.

 

Fuente: EL FINANCIERO

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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