• Despacho 14

 

  • El Violento Oficio de Escribir

 

  • Fue el primer encuentro entre ambos mandatarios

 

  • A Trump no le interesa el Futbol, la reunión al parecer versó sobre tropas americanas operando en México

 

Alfredo Griz/CAMBIO 22

Cuando dos gobiernos que comparten más de 3,000 kilómetros de frontera se ven por primera vez cara a cara en medio de un clima de amenazas públicas y decisiones estratégicas, la ceremonia se vuelve escenario y la agenda, un campo de batalla.

La breve cita que este viernes reunió a Donald Trump, Claudia Sheinbaum y el primer ministro canadiense Mark Carney —aprovechando el tirón global del sorteo del Mundial de fútbol— no es un mero gesto protocolario: llegó precedida por meses de tensión abierta, advertencias y una pregunta tan explosiva como simple: ¿hasta dónde está dispuesto Washington a llegar en su combate contra los cárteles si México no permite entradas militares?

Sheinbaum, Trump y Carney pactan 'seguir trabajando' tras sorteo

La primera reunión: símbolo y prueba

Que el primer encuentro presencial entre Trump y Sheinbaum se dé en torno a la fiesta del fútbol —un evento diseñado para la celebración y para la vitrina internacional— no es casualidad ni accidente diplomático: es una maniobra calculada. Para Trump, el evento ofreció imagen, público y el marco perfecto para proyectar dureza ante su electorado; para Sheinbaum, la oportunidad de mostrar firmeza sobre la soberanía mexicana ante una carga política interna que exige respuestas claras al recrudecimiento de la violencia. El gesto, por tanto, es doble: una foto compartida que intentó normalizar la relación y, al mismo tiempo, una prueba de resistencia política frente a la presión estadounidense.

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La Amenaza que No se Pronuncia en el Atril

Durante meses la Casa Blanca ha dejado circular la idea —por vía de declaraciones, filtraciones y declaraciones públicas del propio presidente— de que ninguna opción está fuera de la mesa para frenar el flujo de fentanilo y otras drogas hacia Estados Unidos.
Entre esas “opciones” se ha instalado la posibilidad, real o instrumental, de desplegar personal militar estadounidense en suelo mexicano. La mera posibilidad altera el tablero: redefine alianzas, compacta a sectores nacionalistas en México y obliga a sus instituciones a responder con una sola voz en defensa de la soberanía. Sheinbaum ha sido clara: cooperación sí —intervención con tropas, no. Esa línea es el eje del discurso público que llevará a Washington.

Lo que hay detrás del rumor: planificación, entrenamiento y filtraciones

Los reportes periodísticos que han circulado describen algo más que palabras: apuntan a planificación interna y ejercicios preparatorios en territorio estadounidense que, en su hipótesis más agresiva, buscan capacidades para actuar en escenarios transfronterizos. Eso no equivale a una orden de despliegue, pero sí a una enfermedad peligrosa: la normalización de la opción militar como instrumento de política exterior frente a redes ilícitas. La planificación —cuando existe— no sólo condiciona decisiones futuras, también orienta narrativas y crea realidades políticas que luego es difícil desactivar.

Escenarios posibles (y sus costos)

La discusión pública y las filtraciones permiten perfilar, con distintos grados de probabilidad, cuatro escenarios operativos que podrían haber discutido en los pasillos del Kennedy Center y en los despachos de Washington:

 

  • Cooperación intensificada sin presencia militar. Washington recibe mayor acceso a inteligencia y apoya con logística, entrenamiento y apoyo técnico desde su territorio. Costos: bajos diplomáticamente, limitados operativamente.

 

  • Operaciones conjuntas con permiso explícito. México autoriza acciones puntuales realizadas en coordinación —pero bajo control mexicano— por fuerzas combinadas. Costos: difícil políticamente en México (percepción de sometimiento), más eficacia táctica si hay acuerdo real.

 

  • Acciones encubiertas bajo autoridad de inteligencia. Un paquete de operaciones discretas, restringidas y diseñadas para minimizar la visibilidad pública. Costos: riesgo legal y político si se filtran; difícil de controlar a mediano plazo.

 

  • Intervención unilateral de tropas norteamericanas. Escenario extremo: despliegue de fuerzas con objetivos ofensivos dentro del territorio mexicano. Costos: crisis diplomática profunda, posibilidad de confrontación institucional, daños económicos, aumento de violencia y legitimación del discurso nacionalista que hoy Sheinbaum y sus aliados combaten. Este escenario, además, reabriría heridas históricas y generaría repercusiones en toda América Latina.

 

 

La respuesta de México: soberanía como línea roja

El gobierno mexicano ha planteado una fórmula explícita y repetida: intercambio de inteligencia y colaboración técnica, pero “no intervención, cooperación sin subordinación y la soberanía de nuestros territorios”. Esa frase, dicho de otro modo, no es sólo un eslogan diplomático; es la base de la estrategia política del Ejecutivo para frenar cualquier presión externa y mantener la cohesión interna. Sheinbaum ha buscado conjugar pragmatismo (entregas de capos, cooperación judicial y de inteligencia) con un mensaje de firmeza pública que evita ceder la iniciativa de la narrativa nacional. En el fondo, el cálculo político mexicano es elemental: admitir tropas extranjeras significaría un triunfo simbólico del adversario externo y abriría heridas internas difíciles de cerrar.

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La oferta de intercambio: capos, cárceles y la coartada judicial

En el tablero bilateral han surgido también gestos concretos: entregas de detenidos a Estados Unidos y acuerdos de cooperación judicial que intentan funcionar como moneda de cambio. México ya ha enviado tandas de presuntos capos en procesos penales y negocia la posibilidad de más traslados a prisiones estadounidenses como parte de un paquete más amplio de cooperación. Esos envíos son, para la Casa Blanca, cartas tangibles de que México está colaborando; para el Gobierno mexicano, un mecanismo para mitigar la presión sin perder el control territorial. Pero esas medidas no sustituyen la cuestión estratégica: la presencia de tropas es otra categoría.

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El factor interno: protestas, polarización y la narrativa MAGA

En México, la coyuntura política se ha vuelto porosa: mientras el gobierno busca controlar la narrativa nacionalista, sectores de ultraderecha y corrientes afines a MAGA intentan capitalizar la insatisfacción social y proyectar la imagen de un Estado fallido que justifique intervenciones externas. En paralelo, encuestas muestran que, ante la incapacidad percibida del Estado para contener la violencia, una franja de la opinión pública —en algunos casos mayoritaria en regiones concretas— podría ver con buenos ojos la ayuda extranjera, incluso militar. Esa fractura es un riesgo político para Sheinbaum: debe administrar una oposición doméstica que la acusa de blanda y, a la vez, evitar cualquier gesto que parezca rendición ante Washington.

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Economía y negociación cruzada: aranceles, TMEC y presión estratégica

La negociación no ocurre en el vacío. La revisión del tratado comercial (TMEC), las amenazas arancelarias y los gravámenes selectivos son instrumentos que Washington ha vuelto a utilizar en su estrategia de presión. Trump ha integrado lo comercial, lo migratorio y lo de seguridad en una sola fórmula de negociación: “todo por todo”. El resultado es una relación transaccional donde la soberanía y la seguridad se convierten en fichas en la mesa. Para México, la lógica de reciprocidad es peligrosa: aceptar condiciones económicas a cambio de concesiones en seguridad equivale a pagar con tejido productivo por la seguridad pública, una ecuación con riesgos sociales y políticos de largo plazo.

Riesgos geopolíticos y humanitarios

Una operación militar norteamericana en México —o siquiera la amenaza creíble de una— tendría efectos que van más allá de la diplomacia bilateral:

Intervención silenciosa y suave de EEUU a México - Avispa Midia

  • Efecto regional: otros países de América Latina verían con recelo la normalización de intervenciones; se tensarían las relaciones, y la narrativa de soberanía volaría por los aires.

 

  • Tensiones institucionales: el aparato jurídico internacional y los foros multilaterales serían escenario de choques diplomáticos y litigios.

 

  • Impacto social: desplazamientos internos, aumento de la violencia colateral, y una posible radicalización de grupos criminales que buscarían fragmentar o responder por la vía armada.

 

  • Costo económico: aranceles recíprocos, fuga de inversiones y un golpe al turismo, además del gasto directo de cualquier operación militar.

 

 

¿Qué busca Trump realmente —y qué puede lograr?

En el análisis político, la amenaza de intervención realiza múltiples funciones: es una promesa para su base política, un mecanismo de presión para renegociar acuerdos comerciales y una manera de forzar concesiones en materia de seguridad. Sin embargo, la eficacia real de la vía militar es discutible: golpes aislados contra estructuras criminales han tendido a fragmentar organizaciones y, en algunos casos, aumentar temporalmente la violencia. La complejidad del fenómeno —raíces sociales, economía ilegal, corrupción y demanda externa de drogas— no se resuelve con aparatos militares. En ese sentido, la amenaza de Trump cumple más una función política que una solución técnica.

El día después del encuentro

Independientemente del contenido cerrado de las conversaciones que se dieron en Washington, la foto final traerá efectos inmediatos: calibrará expectativas, dará argumentos a quienes apoyan la mano dura y, muy probablemente, intensificará el debate público en México sobre hasta qué punto el país cede soberanía a cambio de seguridad. Si el resultado oficial es un acuerdo en términos de mayor intercambio de inteligencia y mecanismos jurídicos, habrá alivio en los pasillos diplomáticos; si se percibe cualquier apertura hacia presencia militar, la tensión se disparará y la crisis bilateral escalará.

Lectura final: soberanía, estrategia y el límite de la fuerza

El primer cara a cara entre Trump y Sheinbaum no es simplemente la suma de dos biografías políticas; es el choque de dos estrategias sobre cómo enfrentar un problema transnacional: una —la estadounidense— que mira con herramientas militares y de presión a corto plazo; la otra —la mexicana— que reivindica la soberanía y apuesta por maneras de cooperación que no impliquen subordinación. Entre ambos extremos hay un terreno resbaladizo donde se negocian no solo políticas, sino símbolos: la integridad territorial, la capacidad del Estado para proteger a sus ciudadanos y el respeto mutuo entre países vecinos.

Cara a cara. Sheinbaum-Trump – El Financiero

El resultado de esa negociación —sea una retórica más suave, un paquete de cooperación reforzado o una escalada sostenida— marcará el rumbo de la relación norteamericana en la región y, sobre todo, delineará hasta dónde pueden llegar los poderosos cuando la soberanía de un país parece cruzarse con la seguridad del otro.

 

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

AFC/RCM

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