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Juanjo Sánchez / CAMBIO 22

La renuncia de Alejandro Gertz Manero no se explica por sí sola.

Ni por edad, ni por desgaste, ni por salud, ni por diferencias técnicas.

Se explica por algo mucho más simple y, a la vez, mucho más grave:

Palenque volvió a hablar.

El mensaje fue directo:

Claudia Sheinbaum podrá ser Presidenta, pero el que sigue mandando es López Obrador.

Y el que controla el Senado, las presiones, las negociaciones y los expedientes incómodos es su operador de siempre: Adán Augusto López.

El mismo que muchos se apresuraron a dar por muerto políticamente, sin entender que en este régimen, el poder no se mide por cargos, sino por lo que sabes… y a quién puedes arrastrar contigo. Y como ya sabes que #MiPechoNoEsBodega en estas líneas #TeLoCuento

Cuando Palenque marca la línea, nadie discute.

Ni la Presidenta.

Ni su gabinete.

Ni el Senado.

Ni la FGR.

Por eso la salida de Alejandro Gertz fue suave, sin resistencia.

Y por eso Ernestina Godoy estaba colocada exactamente donde debía estar para asumir el control en segundos.

Nada fue improvisado:

Todo fue obedecido.

La Constitución de 2014 intentó fabricar una Fiscalía General autónoma, capaz de investigar incluso al propio poder.

El mecanismo tenía sentido:

Senado propone, Presidente reduce, Senado elige con mayoría calificada.

Pero cuando el mismo grupo controla las dos puntas del proceso, la autonomía se vuelve utilería.

Un adorno constitucional.

Un chiste institucional.

Hoy ese mecanismo quedó completamente vacío.

Y quedó vacío porque Palenque no necesita una Fiscalía autónoma: necesita una Fiscalía alineada.

Por eso el país está viviendo el regreso silencioso al modelo de la vieja PGR, esa institución del siglo XX que obedecía instrucciones, no leyes.

Quien crea que esto es una simple renovación administrativa no ha entendido nada.

La teoría que circula entre quienes conocen las entrañas del régimen es brutal en su sencillez:

Adán Augusto recibió la señal de que Gertz Manero lo estaba investigando o que estaba a nada de empezar.

Y cuando un hombre con su biografía siente que le van a abrir un expediente, no espera: se mueve, presiona, exige, amenaza.

La información que se filtra dice que: Según Adán Augusto entregó a Claudia Sheinbaum una carta formal acusando a Gertz Manero de no cumplir con sus obligaciones ante el Senado.

Un pretexto técnico para justificar una decisión política tomada en otro lado.

El mensaje no iba dirigido a Gertz.

Iba dirigido a Claudia: si quieres gobernar, esta es la línea.

Por su parte la Presidenta Claudia Sheinbaum intenta proyectar control.

Habla de serenidad, de institucionalidad, de transiciones ordenadas.

Pero la realidad es que la decisión no salió de su oficina.

Salió de Palenque.

Porque cuando el expresidente quiere mover una pieza, la mueve.

Y cuando quiere proteger a uno de los suyos, la maquinaria opera para él, no para la Presidenta.

Hoy Sheinbaum quedó colocada en la posición menos cómoda: la de validar un movimiento que no pidió y que, además, fortalece al hombre que más puede poner en riesgo su autoridad: Adán Augusto, el “hermano” del jefe real.

La llegada de Ernestina Godoy no es un ascenso.

Es un mensaje.

Es la prueba de que el régimen quiere una Fiscalía obediente, no una fiscalía incómoda.

Y Ernestina, con su historial en la CDMX y en la Consejería Jurídica, ha demostrado que sabe ser útil cuando la política lo exige.

Gertz deja el edificio, pero la institución no queda acéfala.

Queda capturada.

Hoy no renunció un fiscal.

Hoy no ascendió una funcionaria.

Hoy no se activó un mecanismo legal.

Hoy ocurrió algo más profundo: el país confirmó que López Obrador sigue gobernando desde la sombra y que Adán Augusto recuperó su poder completo y sin disimulo.

Sheinbaum podrá ser Presidenta.

Pero el mando real está repartido con la precisión de un organigrama clandestino: Palenque decide, Adán ejecuta, el Senado asiente y la FGR se arrodilla. No es separación de poderes: es una cadena de mando con uniforme ideológico y obediencia automática.

Y mientras todos fingen institucionalidad, la autonomía constitucional queda reducida a un adorno retórico, útil para discursos y absolutamente irrelevante para el poder real. México no está gobernado por un partido, ni por una coalición, ni siquiera por un movimiento: está administrado por un cártel político con fuero, capacidad de fuego legislativo y la bendición permanente del líder que nunca se retiró.

Hoy ese cártel recuperó su fiscalía.

Y con eso, dejó claro que en este país no manda la Constitución: manda quien puede modificarla sin leerla.

 

 

 

redaccion@diariocambio22.mx

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