Entre El Duelo y La Mira del Narco: Grecia Manzo y el Coste de Querer Cambiar Uruapan
20 Nov. 2025
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La viuda de Carlos Manzo gobierna una de las ciudades más violentas del país mientras cría a sus hijos entre el miedo, la memoria y la amenaza latente
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El caso Uruapan exhibe la mezcla tóxica de Morena, corrupción e infiltración criminal, donde intentar “hacer bien las cosas” se parece demasiado a firmar una sentencia de muerte
Renán Castro Hernández/ CAMBIO 22
Hay entrevistas que son boletines disfrazados de conversación y hay otras que se convierten, sin proponérselo, en radiografía de un país descompuesto. La charla de Grecia, viuda de Carlos Manzo, hoy alcaldesa de Uruapan y la periodista Adela Micha, pertenece a la segunda categoría.
No es solo una mujer llorando a su esposo asesinado; es una madre, política y sobreviviente hablando desde el epicentro de la violencia, intentando cuidar a sus hijos mientras gobierna una ciudad donde el crimen organizado no solo disputa territorio, sino también la narrativa del poder.
Lo que dice, cómo lo dice y desde dónde lo dice deberían ponernos a pensar mucho más allá del caso particular de Uruapan.
Porque en sus respuestas se cruzan tres cosas, el duelo personal, la construcción de un movimiento social desde abajo y la constatación de que, bajo el discurso de la “austeridad republicana” y el “no son iguales”, Morena gobierna territorios donde el crimen organizado está metido hasta la cocina del Estado.
Una madre gobernando desde el miedo (y sin permiso para caerse)
Grecia habla como lo que es, una mujer en shock que aún no termina de procesar que el padre de sus hijos fue ejecutado frente a ella, en un evento público, en una ciudad donde todos sabían que Carlos incomodaba tanto al gobierno como a los criminales.
Sus hijos son demasiado pequeños para entender lo que pasó; uno de ellos, apenas de dos años, sigue diciendo que su papá “anda trabajando” y “va en la camioneta”, ese detalle, de niño confundiendo asesinato con jornada de trabajo, dice más de México que cualquier informe oficial.
Ella confiesa que llora, que se derrumba a ratos, que camina por la casa hablando con él, reclamándole su necedad, su terquedad, su carácter confrontativo.
Pero también deja claro algo brutal, no se puede permitir el lujo de quebrarse del todo porque tiene dos hijos que dependen de ella y un municipio que la mira como símbolo y como objetivo.
Esa es la primera contradicción, se le exige ser madre presente, alcaldesa eficiente, heredera de un movimiento social y, al mismo tiempo, sobreviviente de un atentado político.
En un país normal eso sería demasiado para una sola persona; en el México de hoy, parece casi una condición para ocupar ciertos cargos; llegar después de una ejecución, tomar la banda municipal con la misma mano con la que se limpia las lágrimas.
El movimiento que nace de la pobreza y termina chocando con el sistema
Hay un hilo que recorre toda la entrevista, la historia de cómo se conocieron.
No fue en una oficina de partido ni en una mesa de negociación si no que fue en la calle, entregando meriendas en colonias donde los niños confesaban que esa era su primera comida del día… a las ocho de la noche.
Desde ahí, lo que se ve es un movimiento construido desde la carencia, no desde el presupuesto.
Cinco personas, una camionetita de redilas, una mesa de atención en el paseo principal y un político que prefería ir atrás en la batea, saludando gente, que encerrado en la oficina.
Grecia no entra a la política por ambición de cargo, sino porque la conmueve ver que un plato de comida puede cambiarle el día a un niño.
Ese origen explica mucho, no se trata de un proyecto diseñado en un war room de partido, sino de una estructura social que creció poniendo el cuerpo y el tiempo donde el Estado llevaba años ausente. Eso le dio a Carlos y a Grecia legitimidad de calle… y al mismo tiempo los puso en la lista negra de quienes controlan el territorio, viejas élites políticas, cacicazgos, operadores de partido y grupos criminales a los que no les conviene alguien que atiende gente sin pedir permiso.
Cuando a ella la corren del DIF por apoyar abiertamente a un independiente, queda claro que el sistema entiende muy bien el peligro que representan los proyectos que no pasan por la ventanilla oficial, primero se castiga, luego se coopta y, si no se deja, se elimina.
Carlos Manzo: el político al que le dijeron muchas veces que se calmara… y nunca quiso
Grecia no idealiza a su esposo; al contrario, lo dibuja con brutal honestidad, necio, testarudo, confrontativo, incapaz de aceptar que alguien lo mandara.
Ella misma intentó, una y otra vez, pedirle que bajara el tono, que midiera sus palabras, que pensara en los niños antes de retar al gobierno y al crimen organizado al mismo tiempo.
Él respondía siempre igual “No me voy a callar si lo que digo es verdad”. Y remataba con una frase que, leída hoy, suena a epitafio, prefería morir haciendo el bien que vivir arrodillado ante quienes le hacían daño al municipio.
Este tipo de personajes son difíciles para cualquier sistema político, incómodos para el gobierno, imposibles de controlar para los partidos, intolerables para el crimen organizado.
Les sobran votos, pero les faltan ganas de someterse. Y en el México donde Morena presume “austeridad” mientras el narco le pone condiciones al territorio, alguien que no se vende, no se calla y no se esconde suele terminar en la mira.
Grecia revela, sin decirlo explícitamente, que vivía con miedo constante, por que cada operativo, cada salida nocturna, cada despedida exagerada a los hijos parecía un acto de premonición.
Él sabía que cualquier día podía no regresar. Ella también…
De la “austeridad republicana” al poder compartido con el crimen
Aquí es donde la historia personal se cruza con la política nacional.
Morena llegó a Palacio Nacional con la bandera de la “austeridad republicana” menos privilegios, menos corrupción, más cercanía con el pueblo.
Pero en territorios como Uruapan, lo que Grecia describe no es un gobierno austero, sino un Estado perforado, la línea entre autoridades y crimen organizado es tan delgada que muchas veces nadie sabe quién manda a quién.
No se trata de insinuar que tal o cual gobernador “mandó matar” a Carlos Manzo; esa lógica simplista le hace el trabajo fácil a quienes fabrican culpables para no tocar las estructuras.
El problema es más profundo, ya que en cada escalón donde Morena gobierna y también donde siguen mandando viejos grupos disfrazados de “nueva política”, el narco está sentado en la mesa, opinando sobre obras, candidaturas, policías, contratos y fiestas patronales.
Grecia habla desde un municipio donde la violencia no es una cifra, es la calle, la plaza, el evento familiar convertido en zona de ejecución, la selfie que se congela en el momento exacto en que alguien jala el gatillo. Ella no necesita informes, lo vio con sus propios ojos, con sus hijos a unos metros.
Esa es la contradicción central, mientras en el discurso federal se repite que no hay guerra, que “vamos bien”, que los abrazos son estrategia, en municipios como Uruapan la clase política opera y respira en un ecosistema donde el crimen organizado ya no es “invitado incómodo”; es socio, árbitro y, muchas veces, verdugo.
¿Basta el corazón para gobernar en un territorio de muerte?
Aquí entra la parte incómoda, pero necesaria; que Grecia sea una mujer de convicción, que haya caminado las colonias, que entienda la pobreza y que haya sido parte fundadora del movimiento con Carlos no significa, por sí solo, que tenga las herramientas técnicas e institucionales para gobernar un municipio en guerra.
Tiene legitimidad moral, claro. Tiene una historia que conecta. Tiene temple, porque seguir ahí después de haber visto lo que vio no es poca cosa. Pero la pregunta que se abre y que ella misma tendrá que responder con hechos es si podrá pasar de ser símbolo de resistencia a jefa de gobierno local que se planta frente a las estructuras del crimen y frente a las complicidades de su propio partido.
Porque no es solo que le “guste” la política o que tenga vocación de servicio.
Necesita:
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Capacidad para reorganizar una policía infiltrada hasta el tuétano.
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Independencia real frente a un gobernador cuya forma de gobernar ha sido señalada una y otra vez por la ciudadanía.
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Valor y redes para no quedarse sola cuando los intereses que mataron a su esposo se sientan amenazados por ella.
Aquí aparece otra paradoja, el mismo movimiento que construyó con Carlos, ese pequeño grupo de cinco personas, esa mesa en el paseo, esa camioneta de redilas, hoy tiene que convivir con las estructuras de un partido que ya probó lo que es administrar presupuestos, puestos, obras y cuotas políticas.
¿Hasta dónde Morena permitirá que una figura que no debe nada a las cúpulas tome decisiones incómodas?
¿Y hasta dónde ella será capaz de no convertirse en una estatua de duelo, útil para la foto, pero limitada en el poder real?
Gobernar con el cuerpo en la mira y los hijos en los brazos
Uno de los momentos más brutales de la entrevista es cuando relata el ataque, la selfie, el disparo, la decisión instantánea de dejar de mirar a su esposo para concentrarse en sacar vivos a sus hijos.
Correr entre la gente pidiendo paso, sentir que tal vez los vienen siguiendo, esconderse en una oficina sin información, sin celular, sin saber si él vive o no, y luego recibir la noticia que no sobrevivió.
Desde entonces, cada movimiento suyo es político y, a la vez, personal, cada aparición pública es un riesgo; cada decisión de gobierno, una provocación para alguien.
Al mismo tiempo, tiene que dormir en una casa donde los niños todavía preguntan por su papá.
Esa es la dimensión humana que rara vez entra en los análisis de “realineamientos políticos” o “reconfiguración de fuerzas”, detrás de la nueva alcaldesa hay un expediente de viudez violenta, un duelo en curso y una maternidad en modo emergencia permanente.
Y eso no puede olvidarse cuando se analiza su desempeño, pero tampoco puede convertirse en excusa para no exigirle resultados.
Lo que queda al final es una reflexión que incomoda a cualquiera que todavía crea en la política como herramienta de cambio.
Grecia y Carlos son, en buena medida, el retrato de miles de personas que se atrevieron a poner un granito de arena para mejorar su entorno, entregar comida donde no hay nada, conseguir medicinas, acompañar familias, poner el pecho en colonias donde el Estado entra solo cuando hay operativo… o masacre. Lo hicieron creyendo que era posible otro tipo de política, más directa, más honesta, más cercana.
El mensaje que el sistema manda de regreso es brutal, si incomodas demasiado, si nombras a los que nadie quiere nombrar, si no te arrodillas ante el dinero del crimen ni te alineas sin chistar con la cúpula de tu partido, tu familia puede terminar vistiendo de luto… y tus hijos viendo tu foto en murales de “héroes caídos”.
Ese es el México Nuestro que hay que mirar de frente, un país donde la impunidad, el crimen organizado y la política coexisten en los mismos espacios físicos y simbólicos, al grado de que muchas veces el ciudadano de a pie ya no puede distinguir quién es el funcionario, quién es el operador político y quién es el jefe de plaza.
Donde la “austeridad republicana” convive con fortunas inexplicables, campañas financiadas en efectivo y territorios repartidos como botín.
Grecia gobierna hoy desde esa frontera borrosa, si logra hacerlo con dignidad y resultados, será casi un milagro político.
Si el sistema la tritura, solo confirmará lo que ya sabemos pero no queremos aceptar que en el México real, el costo de intentar cambiar las cosas no es un tropiezo electoral… es jugarse la vida propia y la de los que amas.
Y ahí está la pregunta que todos, en algún momento, nos hacemos en silencio:
¿cuánto estamos dispuestos a arriesgar por el país en el que queremos que crezcan nuestros hijos, si cada acto de valentía puede convertirse en una sentencia de muerte dictada por un poder donde la política y el narco dejaron de ser enemigos para volverse socios?
Con información del Sistema de Noticias CAMBIO 22
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