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  • La guerra que viene — el silencio estratégico de México frente a la CIA

 

Alfredo Griz / CAMBIO 22

En los pasillos de la Secretaría de la Defensa Nacional, los relojes parecen marcar otro tiempo. Un tiempo de espera, de cálculo, de respiración contenida. En los tableros digitales donde antes llegaban datos desde Washington, ahora hay pantallas en negro. En su lugar, el Ejército mexicano ensaya una nueva estrategia: mirar sin ser visto, escuchar sin compartir, actuar sin pedir permiso.

La fractura con la CIA ya no es una sospecha. Es una realidad estructural. México y Estados Unidos, socios en discurso, adversarios en la práctica, están librando una guerra silenciosa por el control de la información.

Y en esa guerra, SEDENA ha decidido apostar por el aislamiento controlado: un modelo de defensa que privilegia la soberanía sobre la eficiencia, la reserva sobre la alianza.

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La nueva doctrina: defensa del silencio

A inicios de 2026, el alto mando militar mexicano consolidará la llamada “Doctrina de Silencio Estratégico”, un plan de reestructuración de inteligencia que busca cortar cualquier dependencia funcional con agencias extranjeras.

El objetivo no es romper relaciones, sino redefinirlas bajo un principio simple: México coopera cuando quiere, no cuando se le ordena.

En esta nueva arquitectura, las células de inteligencia extranjera serán toleradas, pero vigiladas. Las agencias estadounidenses podrán compartir información, pero no recibirla en tiempo real. Y los oficiales mexicanos con entrenamiento en bases estadounidenses —Fort Bragg, Langley o Quantico— serán reubicados a mandos de observación interna, lejos de la cadena operativa.

La lección es clara: la confianza con Washington se volvió una variable de riesgo.

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Washington responde: la presión silenciosa

En el otro lado de la frontera, la CIA ha comenzado su propio movimiento.

A falta de cooperación formal, está incrementando la recolección de información desde fuera: vigilancia satelital, interceptación digital y redes de informantes privados.

En los informes internos estadounidenses, México aparece ahora como “socio no confiable”, una categoría reservada para países que mantienen relación diplomática pero no entregan inteligencia útil.

Al mismo tiempo, el Pentágono presiona al Departamento de Estado para elevar la supervisión militar sobre la frontera sur. La idea es compensar la falta de acceso a información mexicana con mayor control en el perímetro estadounidense.

El equilibrio binacional de inteligencia se está desmantelando, lentamente, y nadie parece dispuesto a detenerlo.

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El repliegue mexicano tiene consecuencias concretas.

Sin los canales de alerta compartida, los tiempos de respuesta ante amenazas transnacionales se alargan. Las rutas del fentanilo mutan más rápido de lo que la burocracia militar puede seguir.

embargo, en Palacio Nacional celebran el nuevo modelo: los resultados se exhiben como símbolo de independencia, una revancha histórica contra el tutelaje estadounidense.

En la práctica, la SEDENA está construyendo su propia red de inteligencia civil, articulada con la Guardia Nacional y centros de información regional. Es el embrión de un aparato autónomo de seguridad nacional.

Pero esa autonomía tiene un costo que se paga en sombras: más control interno, menos transparencia, más poder concentrado en los mandos castrenses.

La CIA cambia de estrategia

Privada del acceso directo, la CIA no retrocede: se adapta.

Reestructura sus operaciones en México bajo coberturas comerciales, académicas y tecnológicas. Sus analistas siguen rastreando movimientos de cargamentos, flujos financieros y redes digitales desde oficinas que ya no dependen del intercambio diplomático.

Langley entendió que no necesita estar “dentro” para seguir observando: basta con controlar los satélites, las redes y los cables por donde pasa la información.

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La SEDENA lo sabe, y por eso ha iniciado su propio proceso de “blindaje digital”: desconexión progresiva de servidores, creación de intranets militares nacionales y sustitución de sistemas operativos estadounidenses por plataformas desarrolladas en cooperación con países neutrales.Es una guerra fría de datos.

Y cada archivo encriptado es un acto de resistencia.

2027: el punto de inflexión

Los despachos del alto mando mexicano ya se proyecta el siguiente paso: la creación del Centro Nacional de Contrainteligencia Militar, una entidad que unificará toda la información sensible del país bajo mando castrense.

Su objetivo no es sólo prevenir infiltraciones extranjeras, sino también detectar filtraciones internas, incluso dentro del propio gobierno civil.
Será, según los analistas, el nacimiento de un Estado de defensa total.

Y será también el momento en que México consolide su independencia operativa frente a Estados Unidos, aunque eso implique una distancia sin retorno.
Para 2027, la cooperación bilateral estará reducida a foros de cortesía y reuniones diplomáticas, pero la confianza —esa materia prima de la inteligencia— estará agotada.

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La sombra de la frontera

En esta nueva guerra, no hay tiros ni emboscadas. Hay filtraciones, algoritmos, silencios.

La CIA mira hacia el sur y encuentra un país que ya no le abre la puerta.

SEDENA mira hacia el norte y ve un aliado que ya no confía.

Ambos se estudian, ambos se necesitan, ambos se ocultan.

México ha elegido el silencio como escudo.

Estados Unidos, la vigilancia como respuesta.

Entre ambos, el crimen organizado observa, se adapta, y ocupa el espacio vacío.

Al final, lo que está en juego no es sólo la relación entre dos gobiernos, sino la definición de poder en el siglo XXI:

¿quién controla la información, controla el país?

Y en esa pregunta, México ya decidió su respuesta:

controlarla todo, aunque se quede solo.

 

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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