JuanJo Sánchez / CAMBIO 22

No hay nada más desesperante que ver cómo el poder local, ese pequeño monstruo de pasillos angostos y puertas cerradas, se disfraza de institucionalidad para esconder su miseria.

No son las grandes traiciones las que pudren la política, sino las pequeñas miserias de los hombres con poder mínimo que se creen virreyes en su terruño. Esos que confunden el cabildo con su propiedad privada y las leyes con un mantel que doblan y desdoblan a conveniencia. En José María Morelos, ese viejo vicio del caciquismo municipal encontró un nuevo anfitrión: Erik Borges Yam. Y como ya sabes que Mi Pecho No Es Bodega en estas líneas  Te Lo Cuento

El presidente municipal ha decidido que la voluntad popular —esa que todos en la cuatrote juran defender— no aplica cuando el resultado le disgusta. En una maniobra burda y revanchista, ha violado los derechos político-electorales de Francisco Puc, conocido como Xiximac, regidor electo por Movimiento Ciudadano, que debería estar ocupando su silla en el cabildo. Borges Yam no solo retrasó la convocatoria para su toma de protesta, sino que, con todo el descaro de un pequeño dictador de provincia, suspendió la sesión en la que debía asumir el cargo, alegando la necesidad de “mayor análisis y estudio”. Traducido al lenguaje llano: No quiero que entre, y punto.

El presidente municipal de José María Morelos, Erik Borges Yam, justifica un “desfalco” de más de 15 mdp - Almomento | Noticias, información nacional e internacional

El problema no es solo jurídico —que sí lo es—, sino profundamente político. Porque cuando un alcalde ignora un mandato electoral y manipula las sesiones de cabildo a su antojo, está enviando un mensaje de desprecio al voto ciudadano. Está diciendo que el poder no reside en las urnas sino en su escritorio, que los electores son un trámite molesto, y que la ley es una herramienta de exclusión, no de justicia. Es el viejo reflejo autoritario disfrazado de administración local.

Borges Yam no actúa por torpeza. Actúa con cálculo premeditado. Su obsesión con impedir la reincorporación de Xiximac no es un berrinche; es una vendetta política. Porque el regidor, absuelto de los delitos que el propio alcalde le fabricó, representa la derrota del abuso disfrazado de moralidad. El alcalde lo acusó, lo persiguió, lo suspendió, y cuando la justicia lo exonera, en vez de aceptar la corrección, decidió continuar el linchamiento desde el poder municipal.

Lo más grotesco del asunto es el modo en que Borges Yam pretende justificar su atropello. Se escuda en la supuesta necesidad de “analizar el caso” mientras su secretaria general, Rita María Vázquez Márquez, pide al Ieqroo una opinión que no corresponde, y el instituto, con su eterna habilidad para lavarse las manos, le devuelve el balón al Ayuntamiento. Así, todos simulan cumplir, pero nadie resuelve. La burocracia como escudo, el silencio como cómplice.

Mientras tanto, la suplente de Xiximac, Engel Evaney Rhaburn Cauich, convenientemente alineada con el alcalde, juega su propia carta: pretende quedarse con el cargo bajo el argumento de “falta absoluta” del titular, como si la ausencia forzada por persecución política fuera una elección personal. Una jugada tan ruin que solo puede prosperar en el pantano donde la ética y el poder comparten mesa.

PARA SOLUCIONAR APAGONES: Se reunirá Erik Borges Yam con representantes de la CFE

El trasfondo es más sucio aún. Rhaburn Cauich promueve además una queja por presunta violencia política en razón de género contra Puc Cen, con la clara intención de inhabilitarlo políticamente. No hay coincidencias. Hay estrategia. La meta no es solo impedir que asuma su regiduría, sino borrarlo del mapa político para 2027. Borges Yam quiere asegurarse de que su adversario no vuelva a tener voz, voto ni eco.

Y mientras el Teqroo no recibe aún una impugnación formal, la cancha está inclinada. Borges Yam gana tiempo. Cada día de retraso es un triunfo para su mezquindad. Sabe que la indiferencia institucional es su mejor aliada. Y así, con el disfraz de legalidad y el manual del abuso en la mano, el alcalde convierte la democracia municipal en un espectáculo grotesco donde la ley es opcional y el capricho es norma.

Este tipo de atropellos no son aislados: son la raíz de por qué tantos ciudadanos han dejado de creer en las instituciones locales. Cuando un presidente municipal actúa como verdugo de los derechos político-electorales, dinamita la confianza ciudadana. El daño no se mide nada más en nombres o cargos, sino en la erosión de la fe en el voto. Lo que ocurre en José María Morelos es un retrato microscópico de un mal nacional: la impunidad del poder menor, ese que no necesita ejércitos ni presupuestos federales para aplastar a quien le incomoda.

En cualquier democracia decente, un acto así tendría consecuencias inmediatas. El Tribunal Electoral ordenaría la restitución inmediata del regidor y el Congreso llamaría al orden al alcalde. Pero estamos en México, donde las leyes son promesas con letra chiquita y la impunidad es el lubricante del sistema. Borges Yam lo sabe. Por eso se ríe mientras suspende sesiones y firma oficios: sabe que el costo político es casi nulo, que su pequeño reino le pertenece y que la ciudadanía —tan harta como impotente— apenas puede mirar.

Lo más preocupante es la naturalización del abuso. Que el cabildo calle. Que el Ieqroo mire hacia otro lado. Que la ciudadanía, ocupada en sobrevivir, deje pasar el atropello como si fuera parte del paisaje.

Erik Borges Yam ¿Quién es el presidente municipal de José María Morelos?

Pero las consecuencias políticas de su necedad ya están sembradas. Porque cada ciudadano que observa cómo se pisotea el voto ajeno entiende que mañana el suyo valdrá lo mismo: nada. Borges Yam está jugando con fuego. Está socavando la legitimidad de su propio gobierno. Está demostrando que el municipio no necesita enemigos externos: bastan sus propios alcaldes para destruir su institucionalidad. Y todo, por un berrinche. Por un ego herido. Por el miedo a compartir un espacio con quien lo derrotó en las urnas.

El desenlace, tarde o temprano, será judicial. Xiximac acabará acudiendo al Teqroo y obtendrá una resolución que lo restituya en su cargo. Pero el daño ya estará hecho. Porque ninguna sentencia puede reparar la burla pública, el agravio político ni la evidencia de que en José María Morelos el poder se ejerce como revancha personal.

Y cuando eso ocurra, cuando finalmente el tribunal ordene lo obvio y el regidor asuma su cargo, el discurso oficial hablará de “respeto a la ley” y “fortalecimiento de la democracia”. Qué ironía: el respeto llega solo cuando ya no queda margen para el abuso.

Porque sí, Erik Borges Yam puede retrasar sesiones, manipular órdenes del día y esconder su miedo detrás de tecnicismos. Pero no puede esconder lo evidente: su revanchismo es la señal de su derrota moral.

Disfrútelo mientras pueda, mientras los suyos aún le aplauden por miedo y no por respeto. Porque cuando el aplauso se apague, solo quedará el eco de su soberbia. Usted redujo el gobierno al tamaño de su ego y la política de José María Morelos al tamaño de su venganza. Gobernar, para usted, fue ajustar cuentas, no resolverlas. Convirtió la institución en su espejo, y a sus adversarios en enemigos personales. Cuando su mandato termine, la gente no hablará de sus obras ni de sus discursos; hablará de su forma de humillar, de dividir, de confundir respeto con miedo. Y ese será su verdadero legado: haber dejado un municipio más cansado y más roto.

 

 

 

Fuente : Facebook

redaccionqroo@diariocambio22.mx

KXL/RCM

WhatsApp Telegram
Telegram


WhatsApp Image 2025 12 01 at 12.34.34 AM
WhatsApp Image 2025 12 01 at 12.34.34 AM