Entre la Lealtad y la Justicia: La Frágil Línea Política de Juan Manzo Tras el Asesinato de su Hermano en Uruapan
5 Nov. 2025
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El ascenso del hermano del alcalde asesinado al círculo cercano del gobernador Bedolla reaviva cuestionamientos sobre la negligencia estatal y la complicidad política frente al crimen organizado en Michoacán.
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Mientras la sociedad exige justicia por Carlos Manzo, Juan Manzo navega entre la prudencia política y el legado familiar, en un estado donde las estructuras del poder y del narco parecen confundirse.
Renán Castro Hernández/ CAMBIO 22
El gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, incorporó a Juan Daniel Manzo Rodríguez hermano del asesinado alcalde de Uruapan, Carlos Manzo a su equipo cercano, en junio de 2024 lo designó subsecretario de Gobernación (dependiente de la Secretaría de Gobierno estatal), reconociendo su experiencia como ex director de Gobernación, titular del Instituto de Transporte y secretario del Ayuntamiento de Uruapan.
Actualmente, tras la salida de Carlos Torres Piña de la Secretaría de Gobierno, Juan Manzo funge como encargado de la política interna de Michoacán de forma provisional.
Esta posición de confianza con Bedolla indica la estrecha relación entre ambos y, de hecho, complica la posibilidad de que Juan busque asumir las riendas de Uruapan tras el asesinato de su hermano, pues eso se interpretaría como una ruptura con el círculo político del gobernador morenista.
Carlos Manzo, alcalde de Uruapan desde 2024, fue asesinado a quemarropa la noche del 1 de noviembre de 2025 durante un evento público del Festival de Velas, el ataque presuntamente ordenado por el Cártel Jalisco Nueva Generación en represalia por la captura de uno de sus líderes conmocionó al estado y al país.
El edil había ganado la alcaldía como candidato independiente y se había destacado por su estrategia frontal contra la delincuencia.
Días antes de su muerte, Carlos Manzo había pedido ayuda por todos los medios ante la escalada de violencia en Uruapan, solicitó refuerzos tanto al Gobierno federal como al estatal, alertando que no lo dejaran solo contra el crimen organizado.
Sin embargo, ese apoyo no llegó de forma suficiente, de hecho desde el gobierno federal se filtró malestar atribuyendo la situación, en parte, a la “desatención” del gobernador Bedolla en materia de seguridad.
La explicación oficial y en parte legítima apunta a que la responsabilidad formal del mecanismo de protección de alcaldes e instancias periodísticas recae en el gobierno federal, no en el estatal; pero la cercanía institucional de Juan Daniel Manzo con el gobernador Bedolla debiera haber allanado el camino a una coordinación más ágil. En cambio, según denuncias del propio Carlos Manzo, la burocracia local recurrió a “resistencias” en las áreas de Seguridad Pública y Tránsito de Uruapan, que se habrían negado a ceder espacios o competencias operativas para los supuestos refuerzos.
Esa confluencia de tensiones políticas, mando compartido y disputas institucionales explica por qué, cuando más se le necesitaba, el alcalde no tuvo el respaldo suficiente del entorno de poder en el que, ironía mayor, estaba inserto su propio hermano.
“Manzo no murió, lo mató el Estado”, gritaron indignados cientos de manifestantes tras el crimen, durante dos días de furia en Michoacán, protestas violentas estallaron en Morelia, Uruapan y otros puntos, con ciudadanos denunciando que “el pueblo está abandonado por políticos corruptos y cárteles del narco”.
Manzo había denunciado públicamente a las mafias instaladas en Michoacán, y en junio de 2025 difundió un video que mostraba a presuntos integrantes de Cártel Jalisco Nueva Generación realizando entrenamiento táctico en la zona, exigiendo intervención federal ante la creciente violencia.
Según reportes de prensa, el arma con la que fue asesinado había sido utilizada en choques recientes entre células del CJNG en Michoacán, lo cual apunta a un móvil de confrontación con estructuras criminales, más allá de un motivo exclusivamente político.
En otras palabras, al plantear una estrategia frontal contra el crimen organizado, Carlos Manzo se convirtió en blanco tanto de los cárteles como de un sistema de impunidad que permite que el poder estatal conviva o pacte con esos actores.
Por qué será? 🤔 pic.twitter.com/aoRivz7E7j
— Verania Crespo (@CrespoVerania) November 5, 2025
En Uruapan, la gente incluso expulsó al gobernador del funeral de Carlos Manzo entre gritos de “¡Fuera, asesino!” que lo obligaron a retirarse escoltado.
Estas consignas reflejan las acusaciones de negligencia e incluso colusión lanzadas contra las autoridades, no pasó inadvertido un episodio previo en que Bedolla, entre risas, le habría preguntado a Carlos:
“¿Ya cuántos (criminales) has abatido?”, minimizando su solicitud de apoyo un gesto hoy duramente criticado en redes y por la oposición local.
Como hermano mayor y funcionario estatal, Juan Daniel Manzo ha enfrentado una situación delicada, llevar el luto familiar y, a la vez, mantenerse leal al gobierno al que sirve, tras el atentado, participó en el sepelio de Carlos acompañando a su madre y a la viuda Grecia Quiroz.
Ahí, en medio de la tensión, familiares pidieron entre lágrimas respeto hacia Bedolla, asegurando que el gobernador acudió “con un corazón solidario, no político” en apoyo a Juan, esta escena subrayó el difícil equilibrio que Juan intenta guardar.
Públicamente, Juan Manzo se ha expresado con cautela y mesura sobre el caso, en entrevistas ha evitado confrontar directamente a la administración estatal por la falta de protección a su hermano.
Por el contrario, ha manifestado confianza en las instituciones encargadas de hacer justicia.
“Confiamos en el trabajo de la Fiscalía”, declaró en alusión a las investigaciones, mientras compartía el dolor de su familia y exigía el esclarecimiento del crimen. Asimismo, ha recalcado que “nadie puede sentir más la muerte de Carlos que su familia, entre ellos yo”, pero distinguió que “hay tensión, hay molestia” legítima entre el movimiento de Uruapan y el Gobierno estatal.
Aun así, aseguró que en lo institucional mantiene “buena relación con todos (los allegados de Carlos)”, tratando de funcionar como puente y no como incendiario.
En línea con esa prudencia, Juan Manzo decidió no competir por la presidencia municipal de Uruapan, a pesar de que algunos lo veían como sucesor natural.
“Hay perfiles que pueden hacerlo; la verdad es que yo no estaría en esa posición. Prefiero respetar a los compañeros y amigos que fundaron su movimiento y que sean ellos quienes decidan” quién encabezará el ayuntamiento, dijo, declinando postularse.
Aclaró que él nunca militó formalmente en el Movimiento del Sombrero (la plataforma independiente creada por Carlos), aunque simpatizaba y compartía la causa de su hermano.
Dejó en manos de ese grupo la designación del nuevo alcalde interino finalmente recayó en la propia viuda, Grecia Quiroz y afirmó que seguirá apoyando a Uruapan desde su trinchera.
Entre la lealtad política y el legado familiar
La actitud reservada de Juan Manzo ha generado interrogantes, por un lado su lealtad a Bedolla es evidente, el gobernador lo ha encumbrado en el Gobierno estatal, y Juan corresponde moderando cualquier crítica pública que pudiera agravar la imagen de la administración en plena crisis.
Fuentes políticas señalan que dar un paso confrontativo (por ejemplo, haber intentado tomar él mismo las riendas de Uruapan) enviaría una señal de rompimiento con Bedolla, algo que Juan ha evitado cuidadosamente.
Su carrera también está en juego, a sus 40 años, es un joven político en ascenso dentro de la estructura morenista michoacana, y sublevarse podría significar perder ese capital político.
Por otro lado, está el legado y la seguridad de su comunidad y de su propia familia, Carlos Manzo representaba una lucha genuina contra las mafias que azotan Michoacán.
Su asesinato, calificado como “la derrota del Estado mexicano” por analistas, envía un mensaje de terror a quienes le planten cara al crimen. Juan y sus seres queridos viven con ese temor real.
De hecho, se reporta que extremó precauciones personales tras el atentado, la pregunta es si desde su posición privilegiada en el Gobierno estatal podrá honrar la memoria de su hermano impulsando cambios de fondo, o si primará la disciplina partidista.
¿Qué hay de por medio aparte de su puesto?
Posiblemente la convicción de que, manteniendo la cercanía con el poder, podrá ayudar de forma más efectiva (aunque discreta) a Uruapan, evitando más derramamiento de sangre.
Hasta ahora, Juan Manzo camina una fina línea, no abandona al gobernador Bedolla incluso respaldándolo en momentos críticos, pero tampoco reniega de la causa de Carlos.
Ha dicho que la lucha de su hermano “no se apaga” con su muerte, y que la continuidad del proyecto en Uruapan dependerá del movimiento ciudadano que Carlos inspiró.
El tiempo dirá si esa lealtad dual consigue resultados, Por lo pronto, la ausencia de apoyo estatal y Federal previo reflejado en el temor palpable en las palabras de Juan en entrevistas recientes, evidencian la complicada encrucijada de un funcionario que perdió a un hermano a manos del crimen, en un estado donde la política y la violencia del narco se entrelazan peligrosamente.
La ciudadanía exigirá tanto justicia por Carlos Manzo como congruencia a Juan Manzo, que su dolor personal y su posición de poder se traduzcan en acciones concretas para que la historia de su hermano no se repita.
Si no, Al tiempo…
Con información del Sistema de Noticias CAMBIO 22
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