Ciro Gómez Leyva/CAMBIO 22

Soy donador de la Fundación Casa de las Mercedes desde 1999. Mes con mes: transferencias bancarias, documentos fiscales mediante. Conocí entonces el trabajo que encabezaba Claudia Colimoro, apuntalada por sus hijas e hijo, en la desmedrada casa de Berriozábal (restaurada luego por la familia Slim), en el centro duro de la ciudad. Rescataban niñas y jóvenes de la trata y la violencia, les daban refugio, seguridad y, con cariño y excelentes profesionales, intentaban proveerles autoestima y sentido de futuro. En 31 años de vida, Las Mercedes registra haber atendido a 6 mil 780 muchachas, 280 de ellas concluyeron estudios universitarios y de posgrado. Pero de repente, en este México, donde, diría Javier Sicilia, hay algo infernal sin camino de regreso del horror, una joven de 17 años acusó de violación al hijo de Claudia, Aquiles Colimoro, preso desde mediados de octubre. Días después, la gente de la Fiscalía de la CDMX allanó las dos casas de la Fundación y se llevaron a las muchachas a albergues. Con un despliegue mediático propio de las causas inmundas, la acción se presentó como rescate, pese a que las chicas externaban un doliente “no nos lleven” y apego con “Mamá Claudia” y sus hijas Claudia y Ángela. Las tres han tenido que esconderse ante órdenes de aprehensión por supuestos delitos graves. De consumarse esta maniobra, se mataría a una gran institución de la sociedad. Todo, sin embargo, está por verse, más allá de la envenenada propaganda oficial.

 

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

AFC/RCM

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