Las Calabazas de Halloween: Del Mito de Stingy Jack a la Tradición que Ilumina el Mundo
31 Oct. 2025
Inspiradas en una leyenda irlandesa y los antiguos rituales celtas de Samhain, las calabazas talladas nacieron para ahuyentar espíritus y hoy son el rostro más reconocido del Halloween.
De los nabos europeos a las calabazas norteamericanas, la tradición evolucionó hasta convertirse en un símbolo de creatividad, comunidad y celebración global.
Redacción/ CAMBIO22
No hay imagen más clásica de Halloween que una calabaza iluminada colocada en una ventana o en un porche, creando un ambiente alegremente macabro. Durante décadas, tallar calabazas ha sido una tradición otoñal muy querida en Estados Unidos, que se celebra con fiestas, festivales y concursos televisados.

La historia detrás de las calabazas de Halloween (conocidas en inglés como jack-o’-lanterns) incluyendo cómo llegaron a ser protagonistas de la decoración del Día de Brujas y por qué se tallan en primer lugar, es una historia que vale la pena contar.
Aunque el legendario jinete sin cabeza y su calabaza arrojada han estado asustando a los estadounidenses durante generaciones, las calabazas de Halloween en realidad tienen su origen hace siglos en las tradiciones del Viejo Mundo en países como Irlanda, Inglaterra y Escocia.
A lo largo del tiempo, los rituales paganos, los cuentos populares extraños y los fenómenos naturales se han entrelazado para crear una historia fascinante que es en parte realidad, en parte ficción y terriblemente divertida.

El origen de las calabazas de Halloween se remonta a rituales celtas primitivos
El concepto de utilizar una fruta o verdura redonda para representar un rostro humano se remonta a miles de años atrás en algunas culturas celtas del norte de Europa.
“Es posible que incluso tenga orígenes precristianos y que haya evolucionado a partir de la costumbre de venerar las cabezas, o que incluso representara trofeos de guerra arrebatados a los enemigos”, afirma Nathan Mannion, conservador jefe del EPIC The Irish Emigration Museum, en Dublín. “Es bastante macabro, pero es posible que simbolizara las cabezas cortadas de los enemigos”.
La idea se afianzó durante lafiesta celta de Samhain, que originalmente se celebraba el 1 de noviembre e inspiró muchas tradiciones del Halloween actual. En la víspera de Samhain, el 31 de octubre, se creía que los espíritus de los muertos se mezclaban con los vivos. Para ahuyentar a las almas inquietas, la gente se disfrazaba y tallaba rostros aterradores en tubérculos como remolachas, papas y nabos, que solían abundar después de la cosecha reciente.
Según Mannion, también se desarrolló un propósito práctico. “Las linternas de metal eran bastante caras, por lo que la gente vaciaba tubérculos”, explica. “Con el tiempo, la gente empezó a tallar caras y diseños para que la luz brillara a través de los agujeros sin apagar las brasas”.
Los visitantes del Museo Nacional de Irlanda-Vida Rural, en el condado de Mayo, pueden ver de primera mano lo aterradoras que podían llegar a ser esas calabazas. Un molde de yeso de una calabaza tallada, muy común a principios del siglo XX, llamada “calabaza fantasma” y con dientes afilados y siniestras ranuras en lugar de ojos, acecha las exposiciones permanentes del museo.

Las histórias de las calabazas por el mundo
Los orígenes de las calabazas de Halloween no se limitan a los productos agrícolas; el término también se refería a las personas. Según Merriam-Webster, en la Gran Bretaña del siglo XVII era común llamar “Jack”a un hombre cuyo nombre se desconocía. Un vigilante nocturno, por ejemplo, pasó a ser conocido como Jack-of-the-Lantern (en español: Jack de la linterna) o jack-o’-lantern.
Luego está el cuento popular irlandés del siglo XVIII sobre Stingy Jack, un hombre desagradable del que se dice que era herrero y que tenía afición por las travesuras y la bebida. Existen docenas de versiones, pero una trama recurrente es que Stingy Jack engañó al diablo dos veces. Cuando murió, se encontró con que no podía entrar ni en el cielo ni en el infierno. Pero el diablo se compadeció de Jack y le dio una brasa de carbón para que iluminara su linterna de nabo mientras vagaba entre ambos lugares por toda la eternidad, lo que volvió a inspirar el apodo de Jack-of-the-Lantern o jack-o’-lantern.
“También se utilizaba como cuento con moraleja, una historia moralizante, en la que Jack era un alma atrapada entre dos mundos, y si te comportabas como él, podías acabar igual”, explica Mannion.
La historia también ayudaba a explicar el ignis fatuus, un fenómeno natural que se produce en marismas y pantanos, como los del campo irlandés, y que genera luces parpadeantes al quemarse los gases procedentes de la descomposición de la materia orgánica.

También conocido como luz de muerto, fuego fatuo y jack-o’-lantern (en inglés), a menudo parecía “una llama flotante que se alejaba de los viajeros”, dice Mannion. “Si intentabas seguir la luz, podías caer en un sumidero o un pantano, o ahogarte. La gente pensaba que era Jack of the Lantern, un alma perdida o un fantasma”.
Cuando Irlanda inició el proceso de electrificación a nivel nacional en la década de 1930, la leyenda de Stingy Jack comenzó a desvanecerse. “En cuanto se encendieron las luces, muchas de las historias perdieron su fuerza y la imaginación de la gente dejó de volar tanto”, asegura Mannion.
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