• En la época romana, clavarse pequeños clavos en la suela de las sandalias, zapatos o botas era una práctica común.

 

  • No solo mejoraba la tracción y durabilidad, sino que también seguía tendencias de moda que cambiaban con los años.

 

Redacción/CAMBIO 22

Imagine poder mirar dentro de un bloque compacto de tierra de 1.600 años de antigüedad y ver la huella perfecta de un zapato, no por la impresión de su suela, sino por la sombra metálica de los cientos de clavos que una vez lo sostuvieron. Esto es exactamente lo que un equipo de investigadores ha logrado, utilizando tecnología de rayos X para revelar secretos ocultos de la vida romana en Britania.

Un estudio reciente, publicado en el Journal of Archaeological Science: Reports, ha empleado radiografías digitales para analizar ocho bloques de tierra extraídos de un cementerio romano-británico en Canterbury, Inglaterra. Estos bloques, que contienen los restos de calzado con clavos han permitido a los arqueólogos determinar el diseño, el tamaño e incluso posibles patrones decorativos de los zapatos con los que fueron enterrados los difuntos, a pesar de que el cuero se haya desintegrado por completo con el tiempo.

La investigación, dirigida por James Elliott de la Canterbury Christ Church University y Adelina Teoaca del Canterbury Archaeological Trust, se centra en el yacimiento de 5-5a Rhodaus Town. Las excavaciones realizadas en 2019 antes de una obra comercial descubrieron 215 tumbas, de las cuales 51 presentaban evidencias de calzado gracias a la presencia de estos característicos clavos.

 

La pista de los clavos: cuando el cuero desaparece, el metal permanece

En la época romana, clavarse pequeños clavos en la suela de las sandalias, zapatos o botas era una práctica común. No solo mejoraba la tracción y durabilidad, sino que también seguía tendencias de moda que cambiaban con los años. Estos clavos, con su cabeza redondeada y una punta que se doblaba para fijar las capas de cuero, son a menudo lo único que perdura en las tumbas.

 

La recuperación de clavos durante la excavación de enterramientos romanos ofrece una visión fascinante de los hábitos de vestimenta de los difuntos, señalan los autores. Cuando se encuentran en gran cantidad y agrupados en los pies de un esqueleto, es razonable suponer que pertenecían a un calzado.

El problema surge cuando el cuero se ha descompuesto y los clavos se han desplazado dentro de la tierra, perdiendo su patrón original. Para evitar esto, los arqueólogos utilizan una técnica llamada «extracción en bloque»: cortan y levantan la sección de tierra que contiene los objetos frágiles, estabilizándola con yeso y una tabla de madera. Este bloque puede luego estudiarse con detenimiento en el laboratorio.

Aquí es donde entra en juego la radiografía. Al igual que en un hospital, donde los rayos X revelan fracturas en los huesos, esta tecnología puede «ver» a través del bloque de tierra y mostrar la posición exacta de cada clavo metálico.

Como herramienta de investigación no invasiva y no destructiva, la radiografía se ha utilizado para obtener imágenes de la estructura interna de especímenes arqueológicos, explican Elliott y Teoaca. En este caso, el equipo utilizó un sistema de radiografía digital directa, que permite obtener imágenes de alta calidad, manipular el contraste y realizar mediciones precisas directamente en el ordenador.

El resultado es una imagen en blanco y negro donde los clavos aparecen como puntos blancos bien definidos. Mapeando la posición de estos puntos, los investigadores pueden recrear la forma de la suela, medir su longitud y anchura, e identificar patrones específicos en la distribución de los clavos.

 

Zapatos para la eternidad: diseños, modas y cronología

El análisis de los ocho bloques reveló un total de 545 clavos. Aunque algunos zapatos estaban muy fragmentados o comprimidos, la radiografía permitió identificar varios diseños.

El primero de ellos, al que los investigadores denominaron «Patrón 1”, está compuesto de una sola línea de clavos alrededor del borde de la suela. Este patrón, según estudios previos en otros yacimientos como Vindolanda (un fuerte romano en el norte de Inglaterra), es más común en periodos posteriores del Imperio Romano. Esto coincide con la datación general del cementerio, activo entre finales del siglo III y mediados del V d.C.

En un bloque muy fragmentado de la Tumba 136 los investigadores identificaron un «Patrón 2» caracterizado por una doble línea de clavos en el borde exterior. Aunque este patrón aparece en pequeñas cantidades en todos los periodos, su presencia añade un detalle más al repertorio de estilos utilizados en la comunidad.

La forma de la suela también es un indicador cronológico. El estudio encontró que tres de los zapatos analizados tenían una suela «ancha y roma», típica de los siglos III y IV d.C. Un ejemplar de la Tumba 24, sin embargo, mostró una forma «ondeada y puntiaguda», más característica de la segunda mitad del siglo II. Esto sugiere que el cementerio pudo haber estado en uso durante un largo período, o que algunos estilos más antiguos seguían en circulación.

 

¿Quién calzaba estos zapatos? Pistas sobre edad, sexo y salud

Una de las aplicaciones más interesantes de esta técnica es la posibilidad de inferir información sobre la persona enterrada cuando los restos óseos no se han conservado. Este fue el caso de la Tumba 7, donde no se recuperó material esquelético, pero la presencia de un grupo de clavos indicaba que allí yacía un adulto.

Cuando no se recuperan restos esqueléticos, el diseño o la distribución de los clavos pueden indicar tanto el sexo biológico como el estatus social, con un calzado típicamente más grande para los hombres y diseños robustos tentativamente vinculados a actividades rigurosas, afirman los investigadores.

Las mediciones de longitud (entre 22,7 y 29,2 cm) se correspondían con las de calzado adulto. Sin embargo, relacionar el tamaño del zapato con el sexo del individuo es complicado. Por ejemplo, en la Tumba 117, la estimación osteológica sugería que el individuo era probablemente mujer, pero la longitud del zapato (~27 cm) se solapaba con el rango considerado típicamente masculino. Los autores advierten que esta metodología solo es fiable para diferenciar entre extremos, como infantes y adultos.

El estudio también explora la relación entre el calzado y la salud. En la Tumba 101, el individuo presentaba una condición llamada periostitis tibial bilateral –una inflamación del hueso de la espinilla–, a menudo asociada a un esfuerzo físico repetitivo y, en ocasiones, a un calzado inadecuado. Aunque es difícil establecer una relación directa, la coincidencia abre la puerta a futuras investigaciones sobre cómo el calzado podía afectar a la salud de sus portadores.

 

Más allá de lo práctico: el calzado como expresión de identidad

Los zapatos no eran solo una protección para los pies. En el mundo romano, eran una extensión de la persona. Los autores citan a la experta Carol van Driel-Murray, quien describe el calzado como una proyección material del yo.

La variedad de diseños encontrados en Rhodaus Town –desde patrones simples hasta uno que sugiere un posible diseño decorativo en la zona del arco– refleja esta individualidad. Los zapatos con una mayor densidad de clavos (Tumbas 24, 101 y 136) podrían indicar un diseño robusto para actividades rurales o militares, mientras que aquellos con menos clavos (Tumbas 7 y 117) podrían corresponderse con calzado más delicado para entornos urbanos.

Es importante recordar que el calzado con el que alguien es enterrado no necesariamente refleja su vida cotidiana. Podría ser una ofrenda ritual, una preparación para el «largo viaje» al más allá o una idealización de su identidad por parte de quienes lo enterraron.

La técnica no está exenta de desafíos. Los cambios naturales en la tumba (taponómicos), los daños durante la excavación o el agrietamiento del bloque de tierra pueden desplazar los clavos de su posición original, distorsionando el diseño. Además, la medición radiográfica tiene un margen de error debido a la «falta de definición geométrica», que hace que los objetos más alejados del detector aparezcan más grandes.

Una solución más precisa, aunque menos accesible, sería utilizar tomografía computarizada (TC), que crea una imagen tridimensional. No obstante, su coste y complejidad la hacen inviable para muchos proyectos.

A pesar de estas limitaciones, el estudio demuestra el enorme valor de la radiografía. Proporciona un registro permanente y detallado del contenido de un bloque de tierra antes de su delicada micro-excavación. En casos donde la conservación es pobre, esta puede ser la única oportunidad de obtener información valiosa.

El estudio concluye que la radiografía de bloques de tierra que se sospecha contienen calzado claveteado proporciona una variedad de información complementaria sobre el difunto. Los autores resumen: Con el cambio relativamente consistente en el diseño de los zapatos en todo el Imperio Romano, los zapatos pueden actuar como un punto de referencia cronológico adicional al cruzar referencias con colecciones bien documentadas en otros lugares (por ejemplo, Vindolanda). Donde no se recuperan restos esqueléticos, el diseño o la distribución de los clavos pueden indicar tanto el sexo biológico como el estatus social».

 

 

Fuente: La Brujula Verde

redaccionqroo@diariocambio22.mx

RHM/DSF

 

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