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• Despacho 14

 

• El Violento Oficio de Escribir

 

• Ahora el narco manda y decide en uno de los municipios más pobres de Quintana Roo

 

Alfredo Griz/CAMBIO 22

Felipe Carrillo Puerto es un municipio partido en dos. De un lado, el discurso oficial, la fotografía impecable de los informes de gobierno, los saludos forzados y las promesas eternas de que la “zona maya tendrá un futuro mejor”. Del otro, la realidad que sangra: un territorio saqueado por sus gobernantes, perforado por la corrupción, expuesto al hambre y dominado por un crimen organizado que ya no pide permiso, sino que impone su ley mediante torturas y balas.

El trienio más reciente no fue excepción: fue un desfile grotesco de saqueo financiero, de contratos amañados, de facturas infladas, de millones que desaparecieron entre oficinas que fingen ordenar papeles, mientras en las calles los muertos se apilan y la gente mira hacia abajo con miedo de nombrar al verdugo.

El Saqueo en Números Rojos

La Auditoría Federal encontró lo que todos en Carrillo Puerto saben desde hace años: que los recursos no se gastan en el pueblo, sino en alimentar a los mismos de siempre. Más de nueve millones y medio de pesos que no aparecieron, disfrazados en compras fantasma de uniformes, ferreterías y servicios que jamás se vieron. Expedientes incompletos, contratos sin garantías, empresas que se presentaban como rivales pero que compartían la misma mano invisible que las dirigía.

Mientras tanto, en la plaza principal, el alumbrado público se apaga con frecuencia y la basura se amontona en las esquinas. Pero en las oficinas del ayuntamiento se firman contratos de veintiocho millones de pesos con proveedoras ligadas a funcionarias, como si el erario fuera una chequera personal para repartir favores y comprarse lealtades.

No es descuido, es un patrón: repetir nombres, repetir empresas, repetir vicios. El saqueo no es improvisado, es estructural. Y se respalda con la complicidad de quienes deberían vigilarlo. La auditoría estatal le dio palmaditas en la espalda a la administración, aprobando cuentas que a nivel federal apestaban a fraude.

Los Fantasmas del Pasado

El saqueo no empezó aquí. El exalcalde José Esquivel Vargas carga con un proceso judicial a cuestas: 2.6 millones de pesos desviados en un fraude grotesco de actas de Cabildo simuladas para autorizar bonos ilegales. Un robo descarado en la cara de un pueblo que apenas sobrevive. Hoy, con arresto domiciliario, se vende como víctima política, pero en los expedientes judiciales aparece como lo que es: otro más de la larga lista de presidentes municipales que entienden el poder como botín.

La historia se repite: cada administración hereda al pueblo más deuda, más contratos podridos, más hambre.
En Carrillo Puerto la memoria es corta porque la necesidad es larga: el ciudadano común cambia de amo cada tres años, pero siempre sigue sometido.

El Costo de la Impunidad: Sangre

La corrupción no queda en los papeles: se traduce en sangre. Durante el último año, el municipio vivió un incremento brutal en homicidios. La cifra oficial se disfraza, se maquilla, pero la prensa local habla de hasta un cuatrocientos por ciento de aumento en asesinatos. Cada semana aparecen cuerpos en las brechas, en los sembradíos, en las comunidades.

Uno de los hechos más crudos se dio en Chumpón, donde un operador del Cártel de Caborca fue ejecutado, dejando en claro que la guerra del narco ya no es un rumor de Cancún o Playa del Carmen, sino una realidad incrustada en el corazón maya. Los grupos criminales disputan rutas y plazas, y el municipio es un tablero sangriento en medio de esa pugna.

La violencia no distingue: campesinos, jóvenes, mujeres, comerciantes. Todos son blanco, todos son sospechosos, todos están en riesgo.
En las comunidades, el silencio es la única defensa. Nadie nombra a los cárteles por su nombre, nadie denuncia, porque hacerlo equivale a firmar la propia sentencia.

Gobierno Ausente, Pueblo Rehén

El ayuntamiento juega a dos caras: en el día organiza actos públicos con discursos sobre desarrollo y paz; en la noche, los disparos quiebran la calma y marcan la verdadera ley.

El narco regula el tránsito, define quién vende y quién calla, mientras la policía municipal sirve como actor decorativo o cómplice pasivo.
Las comunidades mayas siguen esperando el progreso prometido desde hace décadas. Pero lo que reciben es abandono: calles sin pavimentar, escuelas sin recursos, clínicas sin medicinas. Y cuando se preguntan dónde quedaron los millones en contratos, la respuesta está en los bolsillos de los amigos del poder.

La Lógica de la Rapiña

Felipe Carrillo Puerto no es un error aislado, es un laboratorio de la impunidad mexicana. Aquí se repite la ecuación perfecta:

• Un ayuntamiento endeudado y quebrado, pero con funcionarios enriquecidos.

• Una fiscalización estatal cómplice que avala lo que la federal denuncia.

• Un pueblo empobrecido y replegado, incapaz de enfrentar al monstruo doble de corrupción y crimen organizado

• Una clase política que se recicla, que cambia de nombre y partido, pero que mantiene el mismo apetito voraz.

La lógica es clara: saquear, repartir contratos, disfrazar papeles, pagar lealtades y dejar que el crimen organizado controle las calles. Así se gobierna en Carrillo Puerto.

El Futuro que No Llega

El municipio vive una paradoja brutal: es tierra de cultura maya, de historia insurgente, de memoria rebelde, pero en el presente está maniatado por el saqueo político y el miedo impuesto por el crimen. Los gobernantes se presentan como salvadores, pero actúan como verdugos financieros. Los cárteles se presentan como dueños, y actúan como tales.
El resultado es un pueblo herido, con una herida que no cierra: la del saqueo que se roba los hospitales, la del crimen que se roba la vida.

Un Infierno Llamado Carrillo Puerto

El trienio reciente será recordado no por obras, no por desarrollo, no por justicia. Será recordado por los nueve millones perdidos en contratos podridos, los veintiocho millones entregados a proveedores con nexos políticos, los 2.6 millones del fraude del exalcalde, el repunte sangriento de homicidios, los cuerpos hallados en brechas, la expansión del crimen organizado en la zona maya, y la complicidad de un sistema que nunca protege a los débiles, sino a los ladrones con fuero.

Felipe Carrillo Puerto no es solo un municipio. Es un espejo de lo que ocurre en todo México: gobiernos que saquean, auditorías que advierten, pueblos que sufren, y criminales que avanzan. Un territorio donde la democracia es un disfraz, y el poder, ya sea político o criminal, se ejerce siempre contra el pueblo.

Y así, la herida sigue abierta. El saqueo y la sangre son las dos cicatrices que definen al municipio. Y hasta que alguien rompa el círculo, Carrillo Puerto seguirá siendo lo que es hoy: un infierno maya, devorado por la corrupción y el crimen.

 

 

 

redaccionqroo@diariocambio22.mx

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