Una Lucha Entre el Turismo y la Conservación: En las Frágiles Galápagos
22 Sep. 2025
Redacción / CAMBIO 22
En las islas Galápagos, un frágil archipiélago frente a la costa de Ecuador, parece que todo el mundo conoce a Alicia Ayala.
La llaman “la reina de Airbnb”, dijo después de saludar a los comensales con besos y selfis en 1835, un restaurante que lleva el nombre del año en que Charles Darwin visitó estas islas y concibió la teoría de la evolución.
Desde la pandemia, cientos de galapagueños están siguiendo su ejemplo y alquilan sus habitaciones por incluso hasta solo 8 dólares la noche.
Ayala, de 58 años, explica su modelo de negocio: las Galápagos ya no son solo para las élites. Poner en alquiler sus tres departamentos en Puerto Ayora, en la isla de Santa Cruz, por 120 dólares la noche les ofrece a los viajeros estadounidenses con presupuesto limitado, a los mochileros europeos y a las familias ecuatorianas “una forma asequible” de visitar un lugar que durante mucho tiempo ha estado reservado a los ricos, afirma.

La promesa de Airbnb, fundada en 2007, siempre ha sido esa. Pero en todo el mundo, su éxito ha dado lugar en ocasiones a hordas de turistas no deseados. Las tensiones entre Airbnb y las comunidades se han vuelto habituales en los últimos años, desde Barcelona hasta Beverly Hills, con críticas por el aumento de los alquileres para los lugareños y el daño medioambiental causado por las multitudes.
Pero los defensores de las Galápagos, una provincia de Ecuador, afirman que el exceso de turismo es especialmente perjudicial allí. Al fin y al cabo, ¿en qué otro lugar hay una comunidad en la que los lobos marinos duermen en las paradas de autobús y las aves son tan mansas que se dejan tocar?
En Puerto Ayora, el único punto de civilización en las Galápagos, en su mayoría deshabitadas, las cafeterías ahora sirven matcha, y los cafés frente al mar que atienden a los turistas ofrecen atún recién pescado (en peligro de extinción). Una mañana reciente, en una playa de arena blanca repleta de turistas, cerca de la famosa Estación Científica Charles Darwin, un ecuatoriano de unos 20 años en ropa interior pinchaba cangrejos con un palo y aterrorizaba a las gaviotas mientras su novia se tomaba selfis.
Los propietarios de hoteles, naturalistas y otros críticos afirman que el auge de los alquileres a corto plazo en este lugar altera el ecosistema que miles de visitantes han venido a ver. (La mayoría de los alquileres se publican en Airbnb, pero también hay plataformas como Vrbo, Booking.com y Expedia). Muchos culpan a estos nuevos alquileres a corto plazo de atraer a viajeros que no saben que el 97 por ciento de este archipiélago es un parque nacional protegido y no respetan la fauna y la flora de este lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Dado que los visitantes persiguen habitualmente a los animales, beben y ensucian las playas, muchos residentes temen que estas islas se estén convirtiendo en una Venecia sobrepasada del mundo natural.

Los críticos afirman que los alquileres a corto plazo pueden pasar desapercibidos y eludir el cumplimiento de las normas que mantienen las islas en su estado prístino. En un comunicado, Airbnb afirmó que su actividad en las Galápagos “cumple con la normativa vigente” y añadió que los alquileres a corto plazo son “una categoría de alojamiento no regulada en las islas Galápagos”. Vrbo, Booking.com y Expedia no respondieron a las múltiples solicitudes de comentarios.
El auge de los alquileres a corto plazo también tiene otros efectos secundarios: los viajeros con presupuesto limitado gastan menos que los turistas tradicionales, lo que supone un reto para las empresas locales en un lugar donde la industria turística le da empleo al 80 por ciento de los 30.000 residentes de las Galápagos. (Lo que se ofrece en los alquileres no es todo económico: por unos 1000 dólares la noche, un viajero puede conseguir una lujosa villa situada en un volcán, con chefs privados y tortugas gigantes salvajes).
Mateo Estrella, ministro de Turismo de Ecuador, dijo que se trata de una economía frágil, con una población que necesita infraestructura e ingresos. Añadió que se tiene que encontrar un equilibrio entre el desarrollo y la conservación.
La naturaleza vale una fortuna aquí: 275 millones de dólares del turismo, 110 millones de la pesca y 36 millones del carbono almacenado por las plantas que capturan gases de efecto invernadero al año, según el Banco Central de Ecuador, pero eso depende de que este lugar se mantenga prístino. Esta es la paradoja de las Galápagos.
Ahora, los hoteles y cafeterías están medio vacíos, e incluso los Airbnb han comenzado a tener dificultades en este mercado saturado.

El auge del ecoturismo
Las Galápagos tardaron millones de años en formar 19 islas, todas ellas nacidas de erupciones de lava. Con el continente a 900 kilómetros de distancia y sin humanos nativos que interfirieran, es fácil ver por qué Darwin las encontró tan especiales. Las criaturas de cada isla evolucionaron de forma única: iguanas nadadoras, tortugas gigantes, pingüinos diminutos. Pero la llegada de los humanos comenzó a cambiar instantáneamente el medio ambiente y aceleró la introducción de especies invasoras que destruyen los ecosistemas: desde la visita de Darwin han llegado más de 1500, bayas y zarigüeyas entre ellas.
Cuando se creó el parque nacional en 1959, la UNESCO y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ya habían decidido que el impacto humano era insostenible y que las islas estaban amenazadas.
El límite turístico anual recomendado se fijó en 12.000 personas en 1975, pero eso no era exactamente científico, según Tui De Roy, escritora y naturalista cuya familia belga llegó aquí en la década de 1950. El esposo de De Roy en aquella época elaboró el plan maestro del parque para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
De Roy dijo que en ese tiempo unos 6000 turistas visitaban el lugar cada año. Así que las autoridades duplicaron esa cifra para establecer el límite. En aquella época, la única forma de llegar era en barco, lo que limitaba el número de visitantes y mantenía los costos elevados. Los vuelos comerciales trajeron más gente en la década de 1980 y el turismo, así como la población local, despegaron.

El auge de Instagram en la década de 2010 aumentó aún más la popularidad de las Galápagos y, pronto, se empezaron a construir hoteles de lujo, entre ellos un complejo turístico de 174 camas y un campo de golf diseñado por Greg Norman, con un centro de terapia con células madre.
Los investigadores y activistas medioambientales no estaban contentos. (En un momento dado, la UNESCO incluyó las islas en la lista del Patrimonio Mundial en Peligro durante unos años). El crecimiento era tan descontrolado que, en 2015, el gobierno decretó una moratoria que limitaba todo tipo de desarrollo.
Ni siquiera eso logró frenar la afluencia de visitantes. Los residentes comenzaron a ofrecer excursiones de un día, que empezaron a sustituir a los tradicionales —y caros— cruceros de toda la noche. En lugar de guías del parque que realizaban visitas oficiales, un taxista o un pescador podían ofrecer una excursión a un volcán o a un arrecife. La población turística volvió a dispararse, impulsada ahora por personas que antes no podían permitirse un viaje a una zona remota del mundo.
Hoy en día, no hay límite en el número de visitantes permitidos, y las islas están en camino de alcanzar los 300.000 este año, lo que supone casi el doble que en 2007, según el Observatorio de Turismo de Galápagos.

La llegada de Airbnb
Cuando llegó la COVID-2019, todo se vino abajo.
Los confinamientos acabaron efectivamente con el turismo y hundieron una economía que dependía de él. Durante meses no hubo cargueros ni aviones que trajeran gente o alimentos básicos. Desesperados, la gente intercambiaba todo lo que podía por comida. Algunos incluso mataban y vendían tortugas.
Mientras los galapagueños compartían ideas en WhatsApp, se dieron cuenta de que podían atraer de nuevo a los turistas alquilando sus casas a precios bajos.
Ayala dijo que todo lo que los galapagueños tenían eran sus habitaciones. Ella se mudó desde Quito hace 35 años y antes trabajaba en un grupo de apoyo a las mujeres y en una tienda de medicina alternativa.
Airbnb ya estaba presente en la isla antes de la pandemia, pero según la Asociación de la Industria Hotelera de Galápagos, solo había 56 anuncios en 2015, frente a los 350 de 2020.
En 2023, el mundo se había reactivado y los viajes de “revancha”, pendientes desde la pandemia, estaban en auge. En las Galápagos, casi se alcanzaron los niveles previos a la pandemia y, ahora, las reservas de Airbnb eran un 50 por ciento superiores a las de los hoteles, según la Asociación de Hoteles.

Hoy en día, nadie sabe cuántos alquileres hay, ni siquiera el gobierno de Ecuador. La asociación hotelera de las islas ha documentado 1364 Airbnb este año, en comparación con los aproximadamente 300 hoteles, hostales y pensiones legales.
También han surgido hoteles fantasma: propiedades sin identificar y sin regular que se anuncian en internet y convierten bloques de departamentos en hoteles (con spas, gimnasios y personal uniformado).
Los residentes están contentos de que los visitantes hayan vuelto, pero es una línea muy fina. Fiddi Angermeyer, cuyo padre se trasladó a las islas desde Alemania con sus tres hermanos en 1937 y es una especie de enciclopedia de todo lo relacionado con Galápagos, dijo que, sin los turistas, los pescadores se harían con el control y desaparecería el medioambiente.
Pero, como muchos negocios, su empresa de cruceros está pasando apuros tras la pandemia. Él culpa a la nueva cohorte de visitantes que gastan poco.
Bente Schneider siempre imaginó estas islas como un edén idílico. Y eso es lo que sintió que había encontrado cuando se mudó aquí hace cinco años y comenzó a dirigir el Acacia, un hotel cuyas tarifas rondan los 200 dólares por noche. Pero en la actualidad, las reservas han disminuido debido a lo que ella denomina “competencia desleal”.
El Acacia, de siete habitaciones, paga 5000 dólares al año en permisos operativos y medioambientales. Esto incluye normas estrictas sobre todos los ámbitos, incluso la eliminación de residuos y las salidas de emergencia. El gas, el agua y otros servicios públicos también son más caros para las empresas comerciales como los hoteles. Los Airbnb obtienen una tarifa residencial más baja. Los hoteles como el de Schneider también están obligados a realizar “contribuciones obligatorias para apoyar la conservación” a las instituciones locales y a demostrar al gobierno que emplean a residentes y apoyan a las empresas de Galápagos.
Esas normas están en vigor, según Angermeyer, porque se trata de un lugar sin energía sostenible ni agua potable, un lugar donde la mayor parte de las aguas residuales se vierten en las rocas volcánicas de las islas o se vierten al mar. La contaminación del agua está “directamente relacionada con el crecimiento demográfico y el turismo no regulados”, dijo Daniel Pauly, biólogo marino de la Universidad de Columbia Británica que lleva estudiando las islas desde el año 2000.
Schneider dijo que los Airbnb no tienen que cumplir esos requisitos, y añadió que, debido a la ley, a negocios como el de ella no se les permite agregar nuevas habitaciones o camas.

El año pasado, después de que una serie de reuniones cara a cara con funcionarios locales y federales no lograran impulsar un cambio en la normativa, Schneider les escribió cartas a los funcionarios y a la UNESCO pidiendo ayuda. Casi 40 hoteleros locales la firmaron conjuntamente.
No recibieron respuesta, dijo Schneider, en un vestíbulo en silencio sepulcral en julio, normalmente la temporada alta turística. Ahora está pensando en abandonar el negocio hotelero.
¿Son legales?
Hay varias normas que, según los críticos, entran en conflicto con el auge de los alquileres a corto plazo, incluida la ley especial de las islas para equilibrar la conservación y el crecimiento. La Constitución nacional reconoce los derechos de la naturaleza y otorga a los ríos y a los animales un estatus legal, y menciona específicamente la protección de las Galápagos. Además, existen normas locales sobre los parques, junto con los permisos medioambientales que Schneider y otros propietarios de hoteles deben cumplir. (Una pequeña minoría de alquileres a corto plazo obtiene permisos). Además de todo eso, existe una moratoria sobre todo el desarrollo hotelero en Galápagos, otra norma que, según algunos, debería aplicarse a Airbnb.
En otras palabras, hay regulaciones, dijo Alejandro Garro, profesor adjunto de derecho en la Universidad de Columbia, que ha pasado décadas asesorando a empresas transnacionales sobre incumplimiento de contratos. Añadió que la Constitución de Ecuador en sí misma proporciona las herramientas.
Sam Randall, portavoz de Airbnb, afirmó en un correo electrónico que la empresa “apoya la introducción de normas claras y justas en materia de viajes que protejan los frágiles ecosistemas de las islas y, al mismo tiempo, empoderen económicamente a la comunidad local”. Randall añadió: “Los enfoques integrales de este desafío no pueden limitarse a los alojamientos, sino que deben tener en cuenta el proceso gestionado por el gobierno ecuatoriano, mediante el cual se permite la llegada de miles de visitantes en barco y avión a las islas Galápagos cada año”.

Aunque todavía no existe ninguna ley que prohíba oficialmente estos alquileres, eso podría cambiar. En 2023, el Ministerio de Turismo anunció lo que denominó un “plan de regulación hotelera”, en el que se comprometía a colaborar con los líderes comunitarios y las autoridades para establecer nuevas normas.
Los detalles del plan siguen siendo escasos. En una entrevista, Estrella, ministro de Turismo, citó la necesidad de “estudiar” el problema “científicamente” antes de decir cuántos alojamientos de este tipo permanecerían legalmente o cómo haría cumplir el cierre de los alquileres. Ahora les está diciendo a los propietarios y a las plataformas que dejen de publicar anuncios de propiedades residenciales con servicios de alojamiento, dado que es una actividad ilegal, según dijo. En junio, Estrella afirmó que había notificado a más de 100 alquileres que debían cerrar en un plazo de 10 días, pero admitió que no tenía ni idea de cuántos habían cumplido la orden. Aunque afirmó que él también estaba “preocupado” por los efectos a largo plazo sobre el medioambiente de las Galápagos, Estrella también calificó el traslado de los turistas de los hoteles a Airbnb como una especie de selección natural.
Si las autoridades no resuelven pronto el asunto, Garro prevé que una oleada de demandas obligará a los tribunales superiores de Ecuador a ocuparse del tema.
La UNESCO dictaminó recientemente que las cosas iban por buen camino en las Galápagos y, en un comunicado, la organización afirmó que apoyaba el “crecimiento cero” y la “regulación de las agencias de viajes en línea como Airbnb y Booking.com, que suponen un riesgo tanto para la conservación del lugar como para la gestión sostenible del turismo”.
Alex Cox, que lleva 35 años trabajando como guía del parque, tiene una hija que estudia ingeniería mecánica en Quito y un hijo que trabaja en Estados Unidos. Sabe que la naturaleza está amenazada, pero necesita ingresos adicionales. Está pensando en crear su propio Airbnb.

Mientras esperaba a los turistas en el aeropuerto de Baltra y los pinzones de Darwin revoloteaban a su alrededor, Baltra se preguntaba por qué no crearlo. Cuestionó qué tanto daño puede causar un Airbnb si este paga impuestos, se registra y sigue las normas.
El problema de la aplicación de la ley
Hay otras amenazas para el equilibrio de las Galápagos. La pesca es legal en gran parte de la reserva a pesar de ser un área marina protegida (por eso especies raras como el pez escorpión son manjares locales). Y a pesar de las estrictas normas, la pesca ilegal, como la caza furtiva de tiburones, es rampante, según Jack Stein Grove, naturalista que escribió la primera guía importante sobre las especies de peces de Galápagos. Afirmó que las autoridades lo toleran porque ha resultado contraproducente intentar controlar a los pescadores, lo que ha resultado en disturbios y secuestros.
Tras la pandemia y la caída del narcotraficante mexicano el Chapo, los productores de cocaína de toda Sudamérica han buscado nuevas rutas. Ahora el tráfico de cocaína está ocurriendo en las Galápagos: en 2023 se incautaron allí 225 toneladas de esta droga.
Algunos turistas están cautos ante la violencia de los cárteles de la droga. El año pasado, las llegadas a las islas disminuyeron ligeramente, hasta 279.277. (El país duplicó el precio de la entrada al parque a 200 dólares, lo que probablemente también disuadió a algunos viajeros con presupuesto limitado). Sin embargo, el número de sitios de Airbnb sigue creciendo, a pesar de la disminución de visitantes.
Ayala lidera actualmente un grupo de propietarios de Airbnb cuyos 175 miembros le pagan 10 dólares al mes con la esperanza de que la unión les dé influencia si se lleva a cabo el plan hotelero propuesto.

Es una lucha “por el pueblo”, afirmó. Y añadió que los residentes quieren trabajar de manera legal sin destruir el medioambiente, y que en cualquier caso el numero de turistas aumentará con o sin Airbnb. Comentó que los Airbnb dejan el dinero en manos de los galapagueños sin que se construyan nuevos negocios.
Sin embargo, resulta que la mayor amenaza para el negocio de los propietarios de hoteles puede ser la misma que comparten con los propietarios de Airbnb y los investigadores científicos. En julio, alegando la necesidad de recortar gastos e impulsar la economía nacional, el gobierno de Ecuador disolvió su Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica y lo integró en el Ministerio de Energía y Minas. Los expertos afirman que esto equivale a declarar la guerra a la naturaleza.
César Rodríguez-Garavito, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York que estudia las protecciones legales de los ecosistemas de Galápagos, cree que la reorganización del gobierno está enviando el mensaje de que “los minerales, los combustibles fósiles y la extracción de recursos” son más valiosos que el turismo y la conservación. Algunas de las regiones más sensibles desde el punto de vista ecológico de Ecuador, como la Amazonía, contienen enormes yacimientos de petróleo y oro.
Rodríguez-Garavito cree que los galapagueños seguirán discutiendo sobre los Airbnb y que los funcionarios seguirán ignorando en gran medida el tema.

Rodríguez-Garavito cree que se puede tener una legislación impecable en el papel, pero añadió que el mensaje que el gobierno ha enviado con claridad es que la conservación no es lo que más valoran. Y eso, afirmó “no es bueno para las Galápagos”.
Fuente: New York times
KXL/DSF





















