Cuando la Imprudencia y la Negligencia se Cobran Vidas
17 Sep. 2025
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Un Llamado Urgente a la Prudencia Vial en Quintana Roo
JuanJo Sanchez / CAMBIO 22
La carretera se volvió un escenario de tragedia. En cuestión de horas, la imprudencia de algunos y la negligencia de otros se cobraron ocho vidas en Quintana Roo, dejando un dolor imposible de medir y una lección que nadie puede ignorar. Dos accidentes graves, ocurridos en Cancún y Chetumal, demostraron que la muerte no avisa y que confiar en que los demás cumplirán con su obligación más básica al volante puede ser fatal.
En Cancún, la tragedia se desarrolló en el bulevar Luis Donaldo Colosio. Una familia que regresaba a Monterrey tras una boda perdió la vida en cuestión de segundos. La camioneta Mitsubishi L200 que circulaba a exceso de velocidad perdió el control sobre el pavimento mojado, volcó e invadió el carril contrario, impactando de frente a la Toyota Avanza en la que viajaban los familiares. Cinco personas murieron en el lugar y dos más fallecieron horas después en hospitales, incluyendo un bebé de seis meses y un niño de dos años. La violencia del choque fue tal que los cuerpos quedaron atrapados entre fierros y solo pudieron ser liberados con equipo hidráulico por los bomberos.

No se trata solo de exceso de velocidad o de lluvia. La infraestructura de la vía también aumenta el riesgo. Carlos Matus, periodista que documentó la rehabilitación del bulevar, señaló que el concreto hidráulico estaba colocado con un entramado vertical, cuando lo correcto es horizontal para que las llantas tengan fricción. Al mojarse, esta superficie se vuelve resbaladiza, aumentando la probabilidad de derrape y pérdida de control, incluso a velocidades moderadas. Estas fallas nunca fueron corregidas y la supervisión fue insuficiente, convirtiendo a la vía en un peligro constante.
Horas antes, en Chetumal, una lamentable tragedia sacudió a la ciudad. Una mujer que viajaba en un taxi de aplicación fue impactada por un vehículo que no respetó la señal de alto. El golpe proyectó el automóvil varios metros hasta estrellarlo contra un poste, atrapando a los ocupantes. La víctima falleció poco después en el hospital. Este caso muestra que la irresponsabilidad de otros al volante puede ser mortal, incluso cuando se toman decisiones de manera correcta.
Estos accidentes evidencian un patrón preocupante: irresponsabilidad al volante, fallas en la infraestructura y un sistema de sanciones con flexibilidad excesiva. Quienes provocan accidentes graves rara vez enfrentan consecuencias reales. Multas bajas, arrestos cortos o procesos judiciales lentos no generan responsabilidad ni previenen que otros conductores actúen igual. Mientras el costo de arriesgar vidas siga siendo bajo, la tragedia seguirá cobrando víctimas.

La prudencia al volante no es opcional. Cada viaje implica responsabilidad sobre uno mismo y sobre quienes comparten la vía. No basta con respetar límites de velocidad o señales; cada decisión al volante puede decidir quién vive y quién muere. La infraestructura puede ayudar, pero no sustituye la conciencia y el respeto al reglamento.
El caso del bulevar Colosio muestra que los errores en la obra no son pequeños detalles, sino factores que aumentan significativamente el riesgo de accidentes. Cada accidente ocurrido en esta vía desde su rehabilitación es un recordatorio de que la responsabilidad no recae solo en el conductor, sino también en quienes diseñan, supervisan, autorizan, sacan partido, se chingan la lana y de los que hacen como que no importa lo que en verdad importa con las obras.
La falta de sanciones claras frente a conductores que provocan muertes agrava la situación. La justicia no puede limitarse a multas simbólicas o procesos que tardan años. Quienes ponen en riesgo la vida de otros deben enfrentar consecuencias claras y proporcionales. Mientras no sea así, la impunidad seguirá formando parte de la tragedia vial de Quintana Roo.

Los hechos recientes nos recuerdan que las vidas perdidas no se recuperan. No son cifras: son historias truncadas, planes que no se concretarán y futuros que desaparecen en segundos. La tragedia demuestra que la irresponsabilidad de algunos y la falta de sanciones efectivas condena a inocentes.
Queda una pregunta pendiente: ¿Se ha identificado al conductor del taxi 1744 que atropelló a una persona y se dio a la fuga? Todo ciudadano que encubra o ayude a este tipo de conductores se convierte en cómplice. ¿Cuántas líneas de investigación ya justificó la Fiscalía General del Estado de Quintana Roo?. La impunidad no puede formar parte de la ecuación.
El dolor de las familias afectadas no puede ser ignorado. Cada carretera, cada semáforo, cada señal de tránsito nos recuerda que la seguridad depende del respeto y la responsabilidad de todos al volante. La prudencia no es una opción; es la única manera de evitar que tragedias como estas se repitan.
Desde aquí, mi más sentido pésame a las familias de las víctimas. Pronta resignación y que la Luz Perpetua brille para ellos.
Fuente: Facebook
GPC/RCM





















