• Despacho 14

 

  • El Violento Oficio de Escribir

 

  • Dinastía Zambada Una historia de corrupción y muerte

 

  • Una familia con el sello de la traición, la supervivencia y la sangre violenta que corre en las venas de México

 

Alfredo Griz / CAMBIO 22

El patriarca invisible

Durante más de cuatro décadas, el nombre de Ismael Zambada García, “El Mayo”, circuló en susurros. Nunca fue el narco de los corridos altisonantes, tampoco el que buscaba aparecer en videos virales o desafiar de frente al gobierno.

Su reino fue la discreción: un hombre de campo que nunca abandonó del todo las montañas de Sinaloa, que se movía entre rancherías polvorientas, protegido no solo por fusiles, sino por la lealtad comprada de comunidades enteras.

Este es Ismael 'El Mayo' Zambada, el intocable del cartel de Sinaloa

Mientras otros capos buscaban reflectores y fortunas inmediatas, El Mayo entendió la supervivencia como estrategia. Construyó alianzas con militares, con políticos, con rivales. Fue un tejedor de pactos invisibles. El que sobrevivía porque sabía cuándo esconderse, cuándo ceder y cuándo golpear.

Su captura en 2024 —extraña, silenciosa, sin fuego ni espectáculo— fue la confirmación de su estilo: salir de escena como entró, casi sin ser visto. Lo que sorprendió no fue tanto el hecho de que cayera, sino que hubiera logrado llegar vivo y libre hasta los 76 años en un país que devora a sus capos jóvenes.

En un tribunal extranjero, su figura se desmoronó. Ya no era el hombre fuerte de la sierra, sino un anciano con el rostro marcado por la diabetes, confesando sobornos y toneladas de cocaína. El mito del intocable se rompió.

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Un ex ganadero de la zona de El Salado lo resumió con ironía:

“Aquí la gente decía que el Mayo nunca iba a caer. Que era como el aire: no lo ves, pero está en todos lados. Ahora lo veo en la tele, con uniforme de preso, y no sé si reír o llorar. Porque su caída no nos trajo paz. Solo más miedo.”

La familia como empresa

El Mayo no solo construyó un imperio criminal: erigió una dinastía. Hijos, hermanos, cuñados, esposas: todos, de una u otra manera, orbitaban en torno a la maquinaria del negocio. La sangre se volvió capital.

El Mayo Zambada: un año de la caída del líder del Cartel de Sinaloa

Algunos de sus hijos terminaron en cárceles estadounidenses, otros negociaron su libertad a cambio de información. Varias de sus hijas fueron señaladas por lavar dinero y después borradas de las listas negras. Su hermano se convirtió en testigo estrella contra otros capos.

La familia Zambada aprendió rápido una lección brutal: en este juego no sobrevive el más fuerte, sino el más útil. Y la utilidad se mide en información, en traiciones oportunas, en la capacidad de volverse pieza de negociación.

Un ex agente local lo explicó con crudeza:

“Los Zambada son como un ajedrez humano. El Mayo fue el rey, intocable, lento, calculador. Los hijos son torres, caballos, peones sacrificables. Unos cayeron, otros se entregaron, otros huyeron. Pero todos jugaron para mantener viva la corona.”

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Hijos entre la traición y el exilio

El Vicentillo

Jesús Vicente Zambada Niebla, “El Vicentillo”, fue el heredero natural. Pero cayó joven, en 2009, y se convirtió en el rostro de una nueva era: capos que dejaban de ser verdugos para transformarse en testigos protegidos. Sus confesiones sacudieron a México: habló de sobornos, de reuniones con militares, de cómo el poder político y el narco eran las dos caras de la misma moneda.

Un campesino de Badiraguato lo recuerda con rabia contenida:

“Ese muchacho no tuvo que morir en la sierra como los demás. Allá anda, protegido, viviendo otra vida. Y mientras tanto, nuestros hijos siguen cayendo en fosas. ¿Qué justicia es esa?”

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El Mayito Gordo

Ismael Zambada Imperial, “El Mayito Gordo”, pasó de la ostentación en redes sociales a la vergüenza de un tribunal. Sus fotos en jets privados, rodeado de lujos, contrastaron con su final: un prisionero más que terminó negociando su libertad. Desde 2022 vive en Estados Unidos, bajo la sombra del apellido que lo condena a nunca regresar a su tierra.

Ismael Zambada Imperial, alias 'El Mayito Gordo', se declara culpable en  EE.UU. de traficar drogas para el Cártel de Sinaloa

El Mayito Flaco

Ismael Zambada Sicairos, “El Mayito Flaco”, sigue libre y es señalado como heredero real del negocio. Su nombre provoca susurros en Culiacán. Es el hijo que aún pelea, el que no se entregó, el que sostiene la facción “mayista” en guerra abierta contra los hijos de Joaquín Guzmán.

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El Sera

Serafín Zambada Ortiz, el más joven, cayó en 2013 cruzando la frontera. Se declaró culpable, cumplió condena breve y hoy vive en Estados Unidos. Su historia parece la de un hijo descarriado que aprendió pronto que la sangre pesa, pero no tanto como el miedo a la cárcel.

Condenan a hijo de 'El Mayo' en EU

El Rey

Jesús Reynaldo Zambada, hermano del Mayo, fue operador financiero y logístico. Terminó en la cárcel y después en estrados judiciales, declarando contra sus propios socios. Hoy vive en libertad vigilada, convertido en símbolo de la traición que sostiene a esta familia.

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Víctimas en silencio

Mientras la familia negociaba su supervivencia, las comunidades pagaban el precio.

En la sierra de Sinaloa, familias enteras fueron desplazadas por la guerra interna. Las casas quedaron abandonadas, las escuelas cerradas, las iglesias vacías.
Un maestro rural relata con la voz quebrada:

“Tenía 23 alumnos. Un día, después de una balacera, solo regresaron ocho. Los demás huyeron con sus familias. La escuela está casi vacía. Yo sigo dando clases, pero no sé si algún día volverán.”

El laberinto de los generales: crimen y militares en México | International  Crisis Group

En Mazatlán, un pescador perdió a su hijo de 15 años, reclutado por hombres armados:

“Me dijeron que se lo llevaban a cuidar un rancho. Nunca volvió. Lo busqué en morgues, en fosas, en hospitales. Nada. Lo borraron de la faz de la tierra. Y yo me quedé con las manos vacías.”

En Culiacán, una madre muestra la foto de sus dos hijos desaparecidos:

“Uno tenía 18 y el otro 20. Se los llevaron en una camioneta. Nadie me dice nada. Yo sé que trabajaban para los hijos del Mayo. Pero también sé que eran mis hijos, que tenían derecho a vivir. Quiero sus cuerpos, nada más.”

Estos testimonios revelan lo que rara vez aparece en expedientes: el costo humano, la devastación de comunidades atrapadas en un conflicto que no pidieron.

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La traición como estrategia

Los Zambada entendieron que el silencio absoluto era sentencia de muerte. Supieron que la única manera de seguir respirando era ceder información, negociar, delatar. Lo hicieron tantas veces que la familia se volvió símbolo de una nueva forma de sobrevivir: no a punta de fusiles, sino de declaraciones en tribunales.

Un ex soldado, hoy retirado, lo explica sin rodeos:

“Antes, el narco moría peleando. Hoy, mueren hablando. Los Zambada lo entendieron antes que nadie. Por eso siguen vivos, aunque estén destrozados como familia.”

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El legado de sangre

La captura del Mayo no detuvo la violencia. Al contrario, desató una guerra más sangrienta. En Sinaloa, los enfrentamientos entre facciones han multiplicado los homicidios, los secuestros y las desapariciones.

El nombre Zambada no es ya un mito de poder, sino una herida abierta en la memoria colectiva. Una dinastía que convirtió la traición en método, que sobrevivió a todos los demás capos, pero que dejó tras de sí un rastro de cenizas.

En un campamento de desplazados, una anciana resume con dolor lo que muchos piensan:

“Que se lo lleven a la cárcel, que lo juzguen, que lo entierren en otro país. A nosotros ya nos quitó todo. Que nunca más vuelva su apellido a gobernar nuestras vidas.”

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La estirpe que nunca muere

La familia Zambada no es un mito romántico de la sierra. No es corrido ni película. Es la evidencia brutal de cómo el poder del narco se incrustó en el ADN político y social de México. Son el ejemplo de que la impunidad se hereda, de que la traición también se convierte en legado.

El Mayo morirá en prisión. Sus hijos seguirán entre pactos y huidas. Sus comunidades seguirán enterrando desaparecidos. Esa es la dinastía: un imperio levantado sobre huesos, sostenido con mentiras, y heredado en forma de miedo.

En México, la sangre de las víctimas es el verdadero apellido que todos cargamos.

 

 

 

Con Datos del Sistema de Notícias CAMBIO 22

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