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• El Violento Oficio de Escribir

 

Alfredo Griz / CAMBIO 22

En México, el silencio también es una forma de respeto. En la sierra de Jalisco, basta con preguntar por Nemesio Rubén Oseguera Cervantes, alias “El Mencho”, para que las voces bajen de tono. Algunos fingen no escuchar, otros cambian de tema. Nadie quiere pronunciarlo demasiado fuerte, porque nombrar al capo es invocar una sombra que todavía manda, aunque su cuerpo se encuentre arrumbado en la enfermedad o escondido detrás de fusiles y montañas.

La paradoja es brutal: mientras en Estados Unidos lo pintan como el criminal más peligroso del planeta, en México parece haberse diluido en el aire, convertido en un fantasma que solo deja huellas de sangre, dinero y miedo.

Un campesino convertido en mito

Nemesio Oseguera nació en 1966, en un rancho pobre de Michoacán. Migró de joven a California, donde trabajó como cortador de aguacates y hasta como jardinero. También probó suerte en el narcomenudeo, hasta que lo atraparon por posesión de heroína en los noventa y fue deportado a México.

Ahí comenzó a escribir su verdadera historia. Primero como policía municipal en Tomatlán, Jalisco, donde aprendió cómo se movía el negocio desde dentro. Luego como pistolero de segunda en el Cártel del Milenio, controlado por los Valencia. El hombre de origen humilde terminó colándose en las filas de confianza, y cuando el Milenio se desmoronó, él fundó lo que hoy se conoce como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).

La estrategia fue simple y brutal: ocupar los huecos que dejaban los demás. Mientras el Cártel de Sinaloa sufría capturas y divisiones, y Los Zetas se devoraban entre sí, El Mencho convirtió al CJNG en un ejército expansivo, dispuesto a quemar, secuestrar y matar lo que hiciera falta para ganar territorio.

El imperio de la metanfetamina

A diferencia de otros capos que apostaban todo a la cocaína colombiana, El Mencho vio el negocio del futuro en las drogas sintéticas. Primero fue la metanfetamina, barata y fácil de cocinar en laboratorios clandestinos en la sierra. Después vino el fentanilo, ese opioide que mata con apenas unos miligramos.

La DEA lo señala como uno de los principales proveedores de fentanilo hacia Estados Unidos, responsable de una crisis que deja más de 100 mil muertes por sobredosis cada año. Washington lo sabe: no es solo un capo mexicano, es un enemigo de salud pública nacional.

Por eso, desde 2017, el Departamento de Estado lo puso en la vitrina de su Narcotics Rewards Program, con una recompensa de 10 millones de dólares. Es uno de los precios más altos por un criminal vivo.

La maquinaria de guerra

El CJNG no es un cártel cualquiera. Se mueve como ejército, con disciplina y armas de alto poder. Sus convoyes lucen camionetas blindadas de forma artesanal, con torretas y placas de acero que parecen sacadas de un campo de guerra en Siria. Sus sicarios portan fusiles Barrett calibre .50, lanzagranadas, ametralladoras pesadas.

En los últimos años, el cártel incorporó una nueva arma: drones cargados con explosivos. Los han usado contra policías, soldados y comunidades enteras. Videos que circulan en redes muestran escenas de guerra: aparatos volando bajo, soltando cargas sobre techos de lámina, dejando a familias enteras aterradas.

El Mencho entendió que no basta con controlar la droga. También hay que controlar el miedo. Y el CJNG lo ha convertido en ciencia.

Los golpes al clan familiar

Aunque Nemesio se volvió un fantasma, el gobierno de Estados Unidos ha apuntado contra su círculo más cercano:

• Rubén Oseguera González, “El Menchito”: su hijo, detenido en México y extraditado en 2020 a Washington. Enfrenta cargos por conspiración para traficar drogas y podría pasar el resto de su vida en prisión.

• Jessica Johanna, “La Negra”: su hija, arrestada en 2020 y condenada en 2021 por violar la Ley Kingpin al manejar negocios vinculados al cártel.

• Los González Valencia, alias “Los Cuinis”: cuñados de El Mencho, cerebro financiero del cártel. Su líder, Abigael, fue extraditado a EE. UU. en 2022.

Cada captura es presentada como un golpe al corazón del CJNG, pero en los hechos, el monstruo sigue respirando. La hidra pierde una cabeza y de inmediato brotan dos más.

La guerra contra el Estado

En México, cada intento de captura del Mencho termina en caos. El 6 de abril de 2015, en Jalisco, un operativo federal terminó con la emboscada de 15 policías estatales en San Sebastián del Oeste. El CJNG mostró su músculo.

Un mes después, el 1 de mayo de 2015, cuando la Marina intentó atraparlo en la sierra, sus sicarios respondieron con una ofensiva inédita: bloquearon carreteras, incendiaron vehículos y derribaron un helicóptero militar con un lanzacohetes RPG. Fue la primera vez que un grupo criminal tiraba una aeronave de combate en México.

Desde entonces, cada operativo serio contra el Mencho se topa con la misma respuesta: bloqueos, incendios, violencia indiscriminada, la consigna es clara: si van por el jefe, que arda la ciudad.

¿Vivo, enfermo o muerto?

Desde 2019, versiones extraoficiales apuntan a que El Mencho padece una enfermedad renal grave. Se ha dicho que se esconde en clínicas privadas de la sierra, que recibe diálisis bajo resguardo de médicos extranjeros, que vive atado a una máquina. Otros rumores van más allá: aseguran que ya murió, y que el CJNG solo mantiene su nombre como bandera.

Ni el gobierno mexicano ni el estadounidense han confirmado nada. La falta de fotos recientes alimenta la especulación: los carteles de recompensa siguen mostrando las mismas imágenes de hace más de diez años. Para algunos, esa es la mejor estrategia del capo: ser un fantasma sin rostro.

El dinero que nunca se acaba

Los reportes de inteligencia financiera calculan que el CJNG genera miles de millones de dólares al año. Parte del dinero proviene del trasiego de droga, pero otra parte se lava en negocios aparentemente legales: bares, restaurantes, constructoras, hasta granjas de aguacate en Michoacán y Jalisco.

En 2015, la OFAC congeló decenas de empresas vinculadas al clan. Desde entonces, cada año aparecen nuevas designaciones: sociedades anónimas, importadoras, inmobiliarias. El mensaje es el mismo: asfixiar económicamente al cártel.

Pero la realidad es que el dinero nunca se acaba. El Mencho aprendió a diversificar como un empresario cualquiera. Si cae un negocio, abre otro. Si congelan una empresa, registran cinco más con otros nombres.

Un capo que redefine al narco

El Mencho no tiene los reflectores de Joaquín “El Chapo” Guzmán. No da entrevistas a Sean Penn, no aparece en túneles cinematográficos ni se deja atrapar para fugarse de prisión. Su estilo es distinto: menos show, más control.

Para muchos analistas, esa es su mayor fortaleza. Oseguera no buscó ser una celebridad, buscó ser un fantasma. Y en el mundo criminal, la discreción es un seguro de vida.
El CJNG no necesita corridos para sostener su leyenda. Basta con los videos de sus hombres armados, los convoyes blindados, los pueblos que despiertan con cuerpos colgados en puentes.

Lo que Estados Unidos quiere

En Washington la consigna es clara: captura y extradición. El gobierno estadounidense no busca acuerdos, no quiere treguas. Cada año, la DEA repite el mismo mensaje: el CJNG es la amenaza más grande contra la seguridad nacional en materia de narcóticos.

Las acusaciones contra El Mencho no se reducen al tráfico de metanfetamina. También incluyen conspiración internacional, lavado de dinero y uso de armas de alto poder. Su nombre está en expedientes del Distrito de Columbia y el Distrito Sur de California.

La recompensa de 10 millones de dólares sigue vigente. Es el precio más alto que Estados Unidos ofrece por un capo mexicano en activo.

La herencia sangrienta

Aunque mañana mismo El Mencho muriera, el CJNG no se extinguiría. Su estructura está diseñada para resistir golpes, con células autónomas repartidas por todo el país. En Guanajuato, Michoacán, Zacatecas, Colima, cada semana aparecen enfrentamientos, emboscadas, desapariciones.

En la frontera, toneladas de droga siguen cruzando. En Estados Unidos, las muertes por fentanilo siguen aumentando. El monstruo ya es demasiado grande para desaparecer con un solo disparo.

La herencia del Mencho es esa: un cártel que se comporta como ejército, que infiltra la economía legal, que exporta veneno y gobierna a base de miedo.

Un fantasma demasiado caro

México lo persigue, Estados Unidos lo caza, pero hasta ahora nadie lo ha visto caer. Nemesio Oseguera se convirtió en el fantasma más caro del continente: 10 millones de dólares por su cabeza y un imperio criminal que vale mucho más.

El silencio que provoca su nombre es la prueba más clara de su poder. Porque aunque el capo esté enfermo, escondido o incluso muerto, su sombra sigue caminando. Y en este país, a veces la sombra pesa más que el cuerpo.

 

 

 

Con Datos del Sistema de Notícias CAMBIO 22

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