• Las altas temperaturas afectan la fertilidad y productividad de las vacas reduciendo la eficiencia en los sistemas ganaderos

 

Redacción / CAMBIO 22

El estrés calórico disminuye la intensidad y duración del celo, generando efectos negativos sobre la fertilidad. Las altas temperaturas ambientales afectan la fertilidad, el comportamiento sexual, la foliculogénesis, la ovulación, la función luteal y la implantación. Afectando negativamente la natalidad, y el aumento del intervalo entre partos. La temperatura afecta la reproducción en vacas, pudiendo bajar de 75% a 10% en la eficiencia reproductiva del rebaño. La principal causa se debe a fallas en la implantación del embrión, ya que la vaca con estrés calórico presenta vasodilatación periférica (para disipar calor) por lo cual el aporte sanguíneo a los órganos como el útero disminuye. Además, cualquier tipo de estrés libera Prostaglandinas (PgF2) la cual tiene efecto luteolítico y aumenta el cuadro de infertilidad. Las vacas con estrés calórico reducen su capacidad de concepción, hasta 3 veces por encima del promedio, 21 días antes a la inseminación (Marroquín, 2018). El estrés por calor compromete el eje hipotálamo hipófisis, afectando la pulsatilidad de las gonadotropinas, lo cual a su vez incide de manera negativa sobre la expresión de signos que hagan evidente el celo al ocasionar alteraciones sobre el crecimiento folicular y conduciendo a la inhibición del desarrollo embrionario. En vacas expuestas al estrés por calor, con temperaturas superiores a los 29°C durante 20-50 días antes de la inseminación artificial, se observaron tasas de gestación menores que en vacas que no fueron expuestas a esa condición ambiental. El estrés calórico (EC) también actúa directamente sobre el ovocito y la función folicular, comprometiendo la calidad del mismo y promoviendo alteraciones de la dinámica folicular, afectando directamente la fertilidad en vacas lactantes; se ha demostrado que la fertilidad puede variar según la estación del año, por ejemplo, en invierno disminuye cerca del 50%; en verano 20% y en el otoño es más baja que en el invierno. Se ha podido observar que en verano el 80% de los estros pueden ser indetectables (Córdova et al., 2016). En sistemas de producción donde la detección de celos es la base para definir el momento de servicio para las hembras bovinas, las condiciones de estrés calórico en el animal son capaces de reducir cerca de 20%la cantidad de celos detectados, además, la intensidad con la cual se dan las manifestaciones de celo disminuye conforme aumenta el estrés por calor. La claridad de los síntomas de estro disminuye de 83,3 % a 16,7% cuando se pasa de 64,4 a 78,9 en el ITH, además, definió que la actividad de monta en novillas Holstein se concentra en las horas más frescas del día que coinciden con las horas de descanso, con el estrés calórico, no sólo disminuye la intensidad sino también la duración del estro, aumentan las ovulaciones silenciosas y la incidencia de anestro. La intensidad del estro, medida como actividad fue 2,34 veces menor en verano que cuando se midió durante el invierno. La tasa de no retorno a celo (NRR) durante 90 días para el primer servicio, es decir, vacas que quedaron preñadas después del servicio, varió entre 15,8 y 23,6% entre animales expuestos a estrés calórico y animales en ambiente termoneutral, donde los animales expuestos al estrés calórico tuvieron menores NRR que aquellos animales servidos en ambiente termoneutral.

Trastornos en la Reproducción

La activación del eje hipófisis corteza suprarrenal tiene efectos negativos sobre la secreción de las hormonas hipofisarias que controlan el funcionamiento de los órganos sexuales, las gonadotropinas. En las hembras, la administración de ACTH en el curso de la fase de maduración folicular interfiere la ovulación y conduce a la aparición de folículos quísticos, ya que se ve suprimida la descarga de la hormona normalmente responsable de la ruptura folicular (Luteotrofina o LH); en cambio en el macho, la administración de ACTH o de corticoesteroides disminuye la producción de andrógenos por el testículo. Los corticoesteroides juegan un papel importante en el parto: la hipoxia progresiva del feto al final de la gestación sensibiliza el eje corticotropo fetal, los corticoides liberados provocan la regresión del cuerpo amarillo en algunas especies y en otras también suprime la producción de progesterona por parte de la placenta: la caída de la progesterona sensibiliza a la musculatura uterina para los efectos de la oxitocina y las hormonas que desencadenan el parto. El estrés, por aumento de los valores de corticoesteroides de la madre, puede provocar un parto prematuro. Las acciones sobre los estados más precoces de la gestación son consecuencia, bien por un desequilibrio neuroendócrino o de una acción sobre la vascularización; así los efectos de un estrés térmico sobre la fertilidad en los animales se debe a una disminución del flujo sanguíneo que irriga los órganos genitales y más especialmente en el útero; tales modificaciones se traducen en un aumento de la temperatura sanguínea y una restricción del aporte de alimentos que comprometen el desarrollo y la supervivencia del embrión (Marroquín, 2018).

Efectos del estrés por calor sobre la fertilidad de la vaca

Las altas temperaturas ambientales también afectan la fertilidad, el comportamiento sexual, folículo-génesis, ovulación, función luteal e implantación. Estos efectos se traducen negativamente en la tasa de natalidad incrementando el intervalo entre partos del bovino, vacas ubicadas en lugares cálidos los signos de estro solo duran entre 12 a 13 horas, mostrando una diferencia de 5 a 6 horas menos en la duración normal del estro que en lugares templados. El estrés calórico también se ha asociado con el aumento en el número de óvulos no fertilizados y embriones anormales. En hatos afectados por el calor se observa la falta de concepción, muertes embrionarias tardías e incluso abortos. El mecanismo por el cual se afecta la fertilidad en las vacas con estrés por calor aún no está bien dilucidado. Sin embargo, se cree que el flujo sanguíneo es desviado desde los órganos internos hacia los tejidos periféricos en un intento de reducir la temperatura corporal mediante un aumento de las pérdidas de calor. Causa un descenso considerable en el flujo sanguíneo al útero, el cual está asociado con la disminución en el crecimiento fetal durante la gestación tardía y alteración de la funcionalidad de la placenta y la función endocrina. El resultado es un ternero de menor peso al nacer y alteraciones que afectan en la vaca el desarrollo mamario, lactogénesis y producción de leche en la lactancia subsiguiente. Los efectos del EC sobre la preñez, se relacionan con la disminución del peso del ternero al nacimiento, alteración de las concentraciones hormonales de la madre y del feto y reducción en la producción de leche durante el posparto. La reducción en el peso del ternero fue 18% y se atribuyó a una disminución en las concentraciones de sulfato de estrona.

Se presentan las principales vías del estrés que afectan la fertilidad en hembras y sus efectos sobre la reproducción en general, que alteran el bienestar animal en las unidades de producción.

Desarrollo Folicular y Estrés calórico 

Diversos estímulos sensoriales pueden activar o inhibir la secreción de la Hormona Liberadora de Gonadotrofinas (GnRH). En condiciones de bienestar térmico, dichos estímulos resultan activadores, mientras que, en condiciones opuestas, resultan inhibitorios produciéndose cambios en los patrones de secreción de las hormonas del eje hipotálamo-hipófisis-ovario, dichos cambios pueden deberse a mecanismos que modifiquen la síntesis o la secreción de GnRH, la capacidad de respuesta de los gonadotropos a las acciones de GnRH o las acciones de retroalimentación de las hormonas gonadales (Oyhanart et al., 2017). El desarrollo folicular en la hembra bovina se manifiesta en forma de ondas de crecimiento (de 1 a 4 por ciclo estral), donde el folículo preovulatorio se origina a partir de la última. Normalmente, cada onda inicia reclutando una cohorte de folículos antrales, donde sólo uno se seleccionará y seguirá creciendo hasta llegar a ser un folículo dominante (Gutierrez, 2018). La hipertermia provoca una reducción en el tamaño de los folículos dominantes de la primera y segunda onda y una atenuación de la dominancia folicular, viéndose reflejado en un aumento del número de folículos de gran tamaño, compromete la selección folicular, debido a un aumento de la duración de las ondas foliculares y a una reducción del crecimiento y tamaño del folículo dominante. En vacas sometidas a estrés calórico, que fueron expuestas a ambientes sin sombra, se observaron folículos dominantes de menor tamaño respecto a las vacas con acceso a sombra. Asimismo, con condiciones controladas de temperatura y humedad, las vacas en condiciones termo neutrales presentan folículos dominantes de mayor tamaño que los de las vacas sometidas a estrés calórico (Schüller et al., 2017). La dominancia incompleta aumenta el crecimiento de folículos subordinados, lo que podría resultar en la ovulación de un folículo envejecido, que contiene ovocitos con competencia reducida. Es de suma importancia, ya que la duración de la dominancia del folículo preovulatorio se asocia negativamente con la tasa de concepción (Gutiérrez, 2018). La última etapa del desarrollo folicular se caracteriza por la formación de la cavidad antral, en la cual las células de la granulosa se diferencian para formar las capas de granulosa mural y antral, así como las células del cumulus que rodean a los ovocitos y donde las hormonas FSH y LH cumplen un rol fundamental. Se ha indicado que los folículos antrales tempranos son sensibles al estrés por calor, lo que se evidenció por una reducción en la producción de esteroides en folículos preovulatorios y de tamaño mediano. Sin embargo, aún no se han definido con precisión las etapas foliculares susceptibles al estrés calórico. El estrés calórico provoca una reducción en la capacidad esteroidogénica de los folículos, encontrándose una menor actividad aromatasa de células de la granulosa y una disminución de la concentración de estradiol en el líquido folicular del folículo dominante (Gutiérrez, 2018). El descenso del estradiol está asociado a una reducción en el comportamiento estral, tanto en su duración como en su intensidad, aumentando la incidencia de anestro y ovulaciones silenciosas, junto con la reducción del número de montas. En un estudio reciente, donde los animales fueron expuestos a índices elevados de ITH, se observaron signos externos de estro (mucosa vaginal rosada, descarga de mucus transparente y rastros de monta) reducidos, coincidiendo con un folículo dominante de menor tamaño (Schüller et al., 2017).Las alteraciones de comportamiento observadas generalmente por ET son: aumento en el consumo de agua , disminución de la rumia , anestro, disminución en las manifestaciones de los signos de estro (Faider et al., 2014).

Formación del cuerpo lúteo y Estrés Calórico

Los bajos niveles de estradiol también se asocian a alteraciones en el funcionamiento del cuerpo lúteo (CL). La progesterona es otra de las hormonas implicadas en el éxito reproductivo de la vaca, ya que es crítica para los eventos que ocurren desde el desarrollo folicular hasta el mantenimiento de la preñez. El estudio de los efectos del estrés calórico sobre la función del CL da como resultado variaciones en las concentraciones plasmáticas de progesterona (Roth, 2015). En condiciones de campo un aumento en la concentración plasmática de progesterona en vacas expuestas a índices altos de ITH, indican que las altas temperaturas causan una latinización prematura de los folículos, que se asociaría con la ocurrencia de folículos dominantes persistentes en el ganado (Bridges et al., 2005). A su vez, este hecho se ha asociado con fallas en la luteólisis, debido a una fase lútea extendida con múltiples ondas foliculares dentro del mismo ciclo estral, viéndose comprometida la calidad y competencia de los ovocitos ovulados (Gutiérrez, 2018).

Desarrollo embrionario y Estrés Calórico

Se ha establecido que la susceptibilidad al EC en los estados tempranos de desarrollo embrionario se debe a la ausencia de una proteína de choque térmico como HSP70 y disminución o ausencia en los niveles de glutatión, producidas por el propio embrión. Sin embargo, a medida que avanza su desarrollo el embrión logra producirlas, lo que le brinda termoproteccion (Oyhanart et al., 2017). La elevada temperatura ambiental conlleva un aumento de la temperatura uterina, que incrementa la mortalidad embrionaria (ME). Cuando la temperatura rectal aumentó de 38,5 a 40°C, por 72 horas post inseminación, las tasas de preñez cayeron significativamente (Oyhanart et al., 2017).  Se ha sugerido que el embrión bovino se vuelve más resistente al estrés calórico materno a medida que avanza la gestación (Gutiérrez, 2018). En vacas de razas usadas para producción de carne expuestas al estrés calórico, entre los días 8-16 de la gestación, se obtuvo una disminución en el peso del conceptus y del cuerpo lúteo. La muerte embrionaria asociada al estrés calórico entre los días 7-14 pudo ser explicada por una falla en la secreción de Interferón Tau, considerado la señal de reconocimiento materno de la preñez (Gutiérrez, 2018). Los embriones de ganado adaptado al trópico (ej. Gyr) son más resistentes al estrés calórico que los de ganado británico (no adaptado). Igual situación se observó en embriones de ganado Brahman, los cuales, fueron más resistentes al estrés calórico que los embriones de ganado Angus, lo que sugiere, que el periodo de adaptación al trópico ha permitido la selección de genes que controlan la tolerancia de las células al calor.

Estrés nutricional

La falta de comida puede causar un grave efecto en el organismo y la fisiología de la vaca o el toro. Sin embargo, no solo se trata de brindar alimento en grandes cantidades, sino de proveer los nutrientes necesarios para que el vacuno funcione correctamente. Este puede coincidir con el estrés calórico y estrés hídrico (exceso de humedad), cuando las condiciones ambientales limitan la producción de forraje y los semovientes empiezan a sentir malestar porque no pueden encontrar comida. Debido a la variación de signos del estrés calórico como lo son el jadeo, salivación excesiva, aumento de frecuencia respiratoria, hipertermia (temperatura mayor a 38,5°C), menor consumo de alimentos, resistencia a desplazarse, problemas digestivos, inmunodepresión y en terneros de crianza artificial también trastornos respiratorios y/o digestivos hay afectación en cuanto a la nutrición. Todo esto se da al estar elevado el medio ambiente, por lo tanto, los bovinos tienden a disminuir su producción de calor por medio de la anorexia voluntaria. Esta reducción del consumo de alimento como mecanismo para reducir la carga térmica se refleja en su conducta de pastoreo, ya que, al pastar menos, reduce el consumo de alimentos causando una disminución en la fermentación a nivel ruminal perdiendo más saliva y minerales “sodio y potasio” generando acidosis ruminal por el efecto de pérdida de saliva. Las condiciones ambientales afectan directamente la demanda de energía para mantenimiento, así como también la activación de algunas respuestas fisiológicas y de comportamiento animal para hacer frente a las condiciones adversas del clima (Arias et al., 2008). El ganado expuesto a cortos periodos de calor disminuye su consumo de materia seca, especialmente cuando se utilizan dietas de alta densidad energética. Existe una relación inversa entre temperatura ambiental y consumo voluntario de alimento (Arias et al., 2008). La reducción del consumo de materia seca durante la época de verano es un intento del animal por alinear sus demandas energéticas con su capacidad de perder calor. Esta reducción del consumo de materia seca es sin duda la mayor influencia en la disminución de la productividad del ganado. La temperatura y el índice de temperatura y humedad de los días previos son los que tienen una mayor influencia en el consumo de materia seca. Con clima frío los animales intentan conservar el calor ya sea a través de un incremento en el aislamiento del medioambiente (mayor cobertura grasa, pelaje más largo y grueso, etc.), o bien produciendo más calor mediante un mayor consumo de materia seca o el consumo de dietas más calóricas, aunque lo más probable sea una combinación de ambos (Arias et al., 2008). Durante el invierno se aceleran las pérdidas de calor corporal mediante las vías sensibles, ya que el gradiente entre temperatura corporal y temperatura ambiente se hace mayor. La primera respuesta del ganado bajo estas condiciones es tratar de evadir el frio buscando algún tipo de cobertura. Sin embargo, esto no siempre es posible, particularmente en ganado en engordes a corral sin ningún tipo de protección (Arias et al., 2008). Además, los animales activan procesos de termogénesis para hacer frente a los ambientes fríos, no obstante, los efectos de esta activación resultan en una 19 reducción de la digestibilidad de materia seca de 0,2 unidades por cada °C e incrementan los requerimientos de mantenimiento (Arias et al., 2008). Otros factores que afectan el desempeño productivo del ganado durante el periodo invernal son la lluvia y el barro, que disminuyen temporalmente el consumo de alimento. El barro según la profundidad disminuye el consumo de alimento, reduce la ganancia diaria de peso de los animales e incrementa la cantidad de alimento requerido por kilo de peso ganado. La adhesión del barro al pelaje del animal en condiciones de confinamiento en corral, sumado a la presencia de viento, genera el aumento de las pérdidas de calor por convección y conducción y con ello aumenta también la demanda de energía por parte del animal para mantener su temperatura corporal dentro de los rangos normales. La nutrición es el principal factor que influye en el desempeño reproductivo en mamíferos, un manejo nutricional adecuado es un punto clave para el mantenimiento de la productividad en un sistema ganadero, pues influencia fuertemente los índices zootécnicos especialmente los parámetros reproductivos (Granja et al., 2012).Entre los factores que influyen en la duración del anestro, la nutrición, el amamantamiento y la presencia del ternero se consideran los más importantes (García et al., 2019).Es por ello que todos los animales deben poder consumir el alimento suficiente y necesario para su desempeño adecuado. Se debe de tomar en cuenta nunca tener lotes demasiado grandes, ni demorar el suministro de alimento, cuando se tienen los animales estabulados y encerrados. La escasez de alimentos causa estrés en el animal, y lo puede llevar a golpear a sus compañeros, se dan entonces las jerarquías, en las que los dominantes comen primero y, por tanto, mejor; ellos consumen el alimento más fresco y sólo abandonan el puesto cuando están llenos (Moreno y Molina, 2007). Los nutrimentos comprenden energía, proteína, vitaminas y minerales. Los minerales incluyen a los macroelementos calcio, fósforo, magnesio, sodio, potasio, cloro y azufre, y a los microelementos cobre, zinc, hierro, manganeso, selenio, yodo, cobalto, molibdeno y cromo. Las vitaminas necesarias para los bovinos incluyen vitamina A, tiamina (B1), riboflavina (B2), niacina (B3), ácido pantoténico (B5), piridoxina (B6), ácido fólico, colina, vitamina B12, vitamina C, vitamina D, vitamina E, biotina (H), vitamina K. La región norte-centro de México se caracteriza por sistemas de producción dedicados a la producción de becerros en donde existen limitaciones estacionales en la cantidad y calidad de los forrajes, así como deficiencias nutricionales específicas que limitan la eficiencia del sistema (Huerta, 2016).

A medida que el peso corporal aumenta, el consumo de materia seca también debe de aumentar, no así el porcentaje de proteína total, proteína digestible ni total de nutrientes digestibles requerimientos que se quedan igual en los diferentes pesos, en cambio los porcentajes de minerales calcio y fósforo se deben disminuir. Estudios realizados por Lee en 1993, reflejaron que el cuerpo lúteo de hembras estresadas por nutrición es menos pesado y también indicaron por medio de constituyentes químicos de los fluidos alantoideos, que los embriones de hembras mal alimentadas, se degeneran. Así mismo Varner en 1998 menciona que hembras que consumen menos alimento durante las temporadas calientes, consecuentemente, puede existir insuficiencia de nutrientes disponibles, después de la producción de la leche y por lo tanto, los ovarios no funcionan durante las primeras 6 semanas de lactación (Córdova et al., 2014). Así mismo Huerta en 2016 hace mención de los requerimientos de una vaca con su becerro a lo largo del año.

Partiendo del parto es el que se considera el mes uno, la calidad mínima del forraje, medido en energía metabolizable (EM) será igual en los tres primeros meses, disminuyendo en el cuarto y posteriormente en el quinto, manteniéndose así en tres mesas para después disminuir en el octavo y de ahí aumentar paulatinamente, en cuestión de la proteína cruda (PC) se alcanza el máximo porcentaje en el mes dos, la proteína irá disminuyendo paulatinamente hasta el destete del becerro (séptimo mes) donde disminuye abruptamente y después va en aumento, el consumo de alimento de la vaca en el mes uno  es un tanto inferior al del mes  dos, en el mes tres vuelve a disminuir para en el cuarto aumentar y de ahí ir disminuyendo hasta el mes ocho y después aumentar paulatinamente (Karen et al., 2018). Las vacas de carne experimentan un balance energético negativo durante el postparto, perdiendo condición corporal. El desarrollo folicular, la tasa de preñez, la fertilidad, los intervalos parto-primer estro, parto-concepción e intervalo entre partos son superiores en vacas con condición corporal moderada durante el postparto, comparadas con vacas delgadas. La suplementación con lípidos de cadena larga poliinsaturados permite obtener una reanudación de la ciclicidad ovárica temprana, independiente de su contribución energética (Karen et al., 2018). La suplementación con proteína ayuda a mantener o mejorar la condición corporal durante el postparto, optimiza el medio ambiente ruminal y la eficiencia digestiva de los animales. El destete precoz y el amamantamiento restringido se han venido utilizando en sistemas de cría extensivos, ya que la aplicación de este tipo de estrategias es relativamente fácil. Estas actividades tienen efecto sobre el eje hipotálamo-hipófisis-ovario y reducen los requerimientos energéticos de la madre derivados de la producción de leche, permitiendo mejorar la condición corporal y la reiniciación de la actividad ovárica, además de optimizar los resultados de tratamientos con progestágenos cuando son usados alternamente (Arana et al., 2012).En ganado de carne, en general, las necesidades de proteína, son más altas en los animales jóvenes en crecimiento y en vacas gestantes. Una deficiencia de proteína resulta en crecimiento retardado, pérdida del apetito, baja producción de leche, calores irregulares y pérdida de peso. Si no hay suficiente alimento, lo cual es frecuente en épocas de sequía o de lluvias prolongadas, las necesidades de energía del cuerpo se suplen utilizando las reservas de los tejidos. Esto resulta en una pérdida en la condición general y en el peso corporal del animal. Una vez que las necesidades de energía para el mantenimiento del cuerpo han sido satisfechas, cualquier exceso de energía puede utilizarse para crecimiento o engorde (Patiño, 2018). Por lo tanto, la ingesta inadecuada de proteínas y energía durante la preñez resulta en un periodo más largo entre partos en vacas para carne. Las reservas de grasa corporal regulan la secreción de hormonas hipotalámicas e hipofisiarias que controlan la función ovárica. Las dietas con bajo contenido de energía disminuyen las concentraciones de lh en vacas postparto (Brunello, 2018). Para que exista competitividad y eficiencia en un sistema de producción ganadero, las vacas deben estar ciclando lo más rápido posible para conseguir alcanzar la meta básica de todo sistema de producción de bovinos de carne o doble propósito, que consiste en la producción de un becerro por vaca cada año (Granja et al., 2012) Los indicadores reproductivos son esenciales y permiten identificar las áreas que pueden ser mejoradas (identificar problemas en etapas tempranas), establecer metas, monitorear los progresos. Asimismo, para la toma de decisiones en la viabilidad económica de la UP. En el Cuadro 3, se muestran los principales índices reproductivos con sus valores óptimos y rango aceptables.

La mayoría de los índices reproductivos en ganado de carne se pueden comparar con los del ganado de leche, solo considerando que ya dependiendo de la raza se verá un tanto modificada la edad a la pubertad, y por consiguiente la edad del primer servicio y de primer parto, pero en términos económicos igual se busca una cría por año, e igual tener una semejante y alta tasa de concepción al primer servicio.

Edad al primer servicio (EPS)

Parámetro que hace referencia a la edad en que la vaquilla es servida por primera vez se realiza después de que haya alcanzado la madurez sexual. Este está estrechamente relacionado con el peso y desarrollo corporal del animal, así como con la edad en que alcanza la pubertad (Sánchez, 2010), no siempre los individuos que presentan la pubertad, presentan un completo desarrollo de su sistema reproductor, la edad al primer servicio EPS se da tiempo después, uno o dos ciclos posteriores al inicio de la pubertad. Un retraso en éste parámetro implica pérdidas productivas y económicas, incrementando el tiempo que transcurre desde la pubertad hasta el primer parto. Esta edad en razas puras europeas está en un promedio de 815± 29 días mientras que en razas como Charolais y Simmental, 895 ± 74 y 834 ± 40 respectivamente (Toledo, 2015). Dante, Camacho y Echevarría (2009). Determinaron la edad al primer servicio (EPS), edad al primer parto (EPP), intervalo parto – primer servicio (IPPS), intervalo parto – concepción (IPC), intervalo entre partos (IEP), número de servicios por concepción (NSC), tasa de concepción al primer servicio (TCPS) y tasa de concepción global (TCG), en base a registros históricos de 559 vacas Holstein de 4 establos de lechería intensiva de la cuenca lechera de Lima. Se analizó las variables establo, época de parto (verano: diciembre a marzo; invierno: abril a agosto; y primavera: setiembre a noviembre) y número de partos (primíparas; multíparas). El EPS fue de 17.5 ± 0.1 meses (n = 559), EPP de 27.2 ± 0.2 meses, (n = 455), IPPS de 109.2 ± 1.5 días (n = 1233), IPC de 181.1 ± 3.4 días (n = 1035), IEP de 15.2 ± 0.1 meses (n = 775), NSC de 2.41, TCPS de 46.1% (66.9 y 36.5% en vaquillas y vacas, respectivamente) y TCG de 41.5%. El IPPS de vacas con parto en invierno fue estadísticamente más corto que en vacas paridas en primavera y verano (105.0 vs. 112.7 y 113.8 días, respectivamente). Asimismo, las multíparas tuvieron un mejor comportamiento reproductivo que las primíparas.

Contreras (2010). Determinó los parámetros reproductivos de vacas criollas en una propiedad del chaco cruceño, municipio Lagunillas de la provincia Cordillera (Bolivia). Se trabajó con registros reproductivos de 122 partos correspondientes a 53 vacas criollas, información acumulada entre 2001 – 2006, en la hacienda “Las Colinas”. Los parámetros medido fueron: Edad al Primer Servicio (EPS), Peso al Primer Servicio (PPS), Servicios por Concepción (S/C), Edad al Primer Parto (EPP), Peso al Primer Parto (PPP), Largo de Gestación (LG) e Intervalo Entre Partos (IEP); y como variables independientes (efectos fijos): año de nacimiento (AN), estación de nacimiento (EN), año de parto (AP), estación de parto (EP) y orden de parto (OP). Para ello se utilizó ANAVA para un diseño enteramente al azar y comparación de medias a través de Duncan al 0,05% de significancia. Los promedios generales para las variables en estudio fueron: PPS, 305 ±2,91 kg; EPS, 725±9,63 días; S/C, 1,20 ±0,04; PPP, 371 ±3,17 kg; EPP, 1.018 ±10,85 días; LG, 285 ±0,43 días; IEP, 394,10 ±7,13 días. El AN tuvo un efecto significativo (P< 0,01) sobre la EPS, pero no sobre el PPS (P> 0,05), mientras que la EN no influyó sobre estas variables (P>0,05). El AN y el OP no presentaron ningún efecto sobre el número de S/C (P> 0,05). El AN demostró influencia sobre la EPP (P< 0,05), pero no sobre el PPP (P> 0,05). La EP no afectó la EPP y el PPP (P> 0,05), siendo tanto la edad como el peso al primer parto similares en las cuatro estaciones del año. La EP demostró ser un factor influyente en el LG de vacas criollas (P< 0,05), pero no así el AP y el OP (P> 0,05). De las 69 informaciones correspondientes a intervalos entre partos, se registró un promedio 394,1 ±7,13 días (12,9 meses) de IEP, con una fertilidad de 92,60%. El AP, EP y el OP no representaron un factor influyente en la duración del IEP (P> 0,05).

Días abiertos (DA)

Este parámetro corresponde al tiempo promedio que va desde el parto más reciente hasta la fecha de servicio en que se consigue la presente preñez confirmada (Secundio, 2018). Los problemas de fertilidad y detección de celo incrementan los días abiertos. Un hato bien manejado puede considerar como meta razonable 90 a 110 días abiertos. Esto significa llegar a un IEP de 12.2 a 12.8 meses. Aunque para lograr estos parámetros, se necesita una involución rápida del útero para que pueda volver a gestar una cría (Sienra, 2015). Asimismo, el manejo de la vaca en el periparto (3 a 4 semanas antes y después del parto) es vital para que se cumplan esos términos. En este período se produce una disminución de la ingesta y un aumento de la demanda de nutrientes, por ello que la vaca entra en un balance energético negativo. También hay una disminución de la inmunidad y mayor predisposición a enfermedades. Para prevenir y disminuir los inconvenientes que se presentan durante el periparto hay que manejar tres puntos importantes: primero la condición corporal de la vaca, segundo la dieta de transición en el periparto y tercero los problemas metabólicos (Secundio, 2018). El IEP depende de los días postparto en que se reinicia el ciclo estral, del número de celos, el porcentaje de detección de los mismos y la fertilidad de cada inseminación. Si el IEP es menor a 13 meses puede inferirse que no existen problemas de fertilidad en el hato. Para mantener un IEP de 12 meses en un hato lechero, al menos 90 % de las vacas deben mostrar signos de celo en el día 60 post parto y concebir a los 85 días post parto. Las principales causas de IEP largos son la pobre detección de celos, los bajos porcentajes de concepción y los largos periodos de espera voluntarios (PEV). Es decir, esperar mucho tiempo después del parto para empezar a inseminar. Para obtener un progreso exitoso es necesario que las vacas queden gestantes tan pronto como sea posible después de los 60 días. Mientras más frecuente sea el parto en la vaca, se incrementa la producción de leche. El aumento de los días abiertos alarga el IEP y disminuye la producción de leche e incrementan el costo de alimentación (Secundio, 2018).

Paucar Llumigusín (2008). Realizó una investigación en la provincia de Pichincha, Cantón Mejía (Ecuador); donde se recopilo la información necesaria, para el diagnóstico y la evaluación del manejo reproductivo de cuatro hatos ganaderos (A,B,C y D). Los resultados fueron los siguientes: La edad al primer parto para la hacienda A es 31.70 meses, hacienda B 32.73 meses, hacienda D 33.42 meses, hacienda C 37.52 meses. Edad al primer servicio para la hacienda A es 20.95 meses, hacienda B 22.24 meses, hacienda C 27.20 meses, hacienda D 23.39 meses. En el intervalo parto – primer servicio para la hacienda A 71.81 días, hacienda B 113.90 días, hacienda D 142.55 días, hacienda C 167.53 días. Considerando que el rango óptimo debe ser de 60-70 días promedio, para lo cual va a depender de ciertos factores como: la política reproductiva de la ganadería, el retraso en el retorno a la actividad cíclica después del parto y de la detección del celo. Para el intervalo parto – concepción para la hacienda A es 90.94 días, hacienda B 171 días, hacienda D 254.76 días, hacienda C 237.43 días, sabiendo que el rango promedio es de 85-95 días. El intervalo entre partos para la hacienda B es de 423.83 días, hacienda D 461.44 días, hacienda A 481.24 días, hacienda C 493.47 días, considerándolo como aceptable a los 365 días, de acuerdo a las diferentes investigaciones. El número de servicios /concepción en vientres para la hacienda D es 1.20, hacienda B 1.86, hacienda C 2.03, hacienda A 2.45. El número de servicios/concepción en vacas, para la hacienda C es 1.39, hacienda D 1.64 , hacienda A 2.45 , hacienda B 2.46.

Revelo López (2012). Evaluaron el desempeño reproductivo del hato lechero de la Hacienda “Sandial” (Ecuador). Los parámetros reproductivos que se consideraron para las estimaciones fueron: intervalo entre partos (IP), intervalo parto primer servicio (P-PS) número de días abiertos (DA), número de servicios por concepción (SPC). En lo que refiere a intervalo entre partos (IPP) en el hato estudiado, este indicador bordea los 420 días, lo que significa que estas vacas paren 20 y 36 días antes que aquellas de la zona y de la raza, respectivamente. Por otro lado, según lo establecido, un IPP óptimo es de 365 días, lo cual implicaría que el rejo de la hacienda Sandial estaría a casi dos meses por debajo del objetivo. Lo cual puede ser producto de que el intervalo parto – primer servicio (P-PS) es alto: 110 días; cuando lo normal son máximo 60. Por otro lado, se encontró un promedio de días abiertos de 167 días. Respecto al número de servicios por concepción (SPC) la explotación de Sandial muestra 1,64 SPC vs. 2,14 y 1,99 SPC para animales de la zona y de la raza, valor menor, que es calificado como “excelente”, lo que significa un promedio, de hasta 2 inseminaciones para preñar una vaca.

 

 

 

Fuente: Ganaderia

redaccion@diariocambio22.mx

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