El Mundo Produce Alimentos para 15 Mil Millones, pero Solo la Mitad de las Calorías se Consume
30 Ago. 2025
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Un estudio revela que gran parte de la producción global se pierde en desperdicios y procesos industriales
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Expertos advierten que mejorar la distribución y reducir el derroche es clave para enfrentar el hambre
Redacción / CAMBIO 22
Nuevo análisis revela que el 50% de las calorías cultivadas se pierde en carne, biocombustibles y otros usos no alimentarios. Reducir el consumo de carne y biocombustibles permitiría alimentar a 850 millones de personas más.

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Mucho alimento se convierte en carne o combustible.
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Países ricos, los menos eficientes.
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Carne de res, la más costosa ambientalmente.
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Biofuel, cero retorno al sistema alimentario.
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Decisiones individuales impactan seguridad alimentaria.
Ya producimos suficiente comida, pero mucha no llega a las personas
El planeta ya cultiva más alimentos de los que necesitamos. En 2020, los campos agrícolas generaron suficientes calorías para alimentar a 15.000 millones de personas. Sin embargo, solo la mitad de esas calorías terminó en los platos. El resto se desvió hacia alimentación animal, biocombustibles u otros usos industriales.
Esto no es un problema de falta de tierra, sino de cómo la usamos. Un nuevo análisis revela que mientras la producción total de alimentos ha crecido rápidamente, las calorías disponibles realmente para el consumo humano han aumentado mucho más lento.
Entre 2010 y 2020, la producción global de calorías aumentó un 24 %, pero las calorías destinadas directamente a las personas crecieron apenas un 16 %. La diferencia se esfuma, sobre todo, entre piensos, combustibles y pérdidas.

El rol de la carne, especialmente la carne de res
El principal responsable de esta ineficiencia es la carne, sobre todo la carne de vacuno. Producir una sola caloría de carne de res requiere, en promedio, 33 calorías de pienso. En comparación, el pollo, los huevos o la leche son opciones mucho más eficientes desde el punto de vista energético.
Según estimaciones recientes, si los países más ricos redujeran el consumo de carne roja y la sustituyeran por proteínas más eficientes como el pollo, se liberarían suficientes calorías para alimentar a 850 millones de personas. No se trata de eliminar la carne por completo, sino de hacer elecciones más inteligentes.
Este cambio tendría un impacto dual: más comida disponible y menos emisiones. Es una de las pocas medidas que mejoran la seguridad alimentaria y el clima al mismo tiempo.
Cultivar combustible reduce la comida disponible
En 2020, más del 5 % de las calorías cultivadas globalmente se destinaron a producir etanol y biodiésel, principalmente a partir de maíz y aceite de palma. Aunque los biocombustibles tienen un rol en la transición energética, plantean un dilema ético urgente: ¿vale la pena sacrificar comida por combustible?
A diferencia de la alimentación animal, que al menos retorna una fracción de calorías en forma de carne, leche o huevos, los cultivos para biocombustibles desaparecen por completo del sistema alimentario. Esto intensifica la presión sobre los ecosistemas, empuja la deforestación y profundiza el conflicto entre los objetivos climáticos y la seguridad alimentaria.

Hoy, frente a la crisis climática y el hambre global, esta contradicción se vuelve más evidente y urgente. ¿Queremos llenar estómagos o tanques? La respuesta definirá las políticas agrarias y energéticas de las próximas décadas.
Cada país usa los alimentos de forma distinta
El destino de las calorías agrícolas varía enormemente según el país. En Estados Unidos, solo el 23 % de las calorías producidas en el campo termina en platos. En Brasil, la cifra sube apenas al 29 %. Por contraste, en India, el 80 % de las calorías cultivadas se destinan directamente al consumo humano, en gran parte a través de granos y productos lácteos.
Estas diferencias reflejan modelos de consumo, prioridades agrícolas y niveles de industrialización. También evidencian que hay márgenes de mejora gigantescos si los países con menor eficiencia optimizan sus sistemas alimentarios.
A nivel global, los campos agrícolas generan suficientes calorías para alimentar a 12 personas por hectárea, pero tras las pérdidas y desvíos, esa cifra se reduce a 6 personas. La pérdida de eficiencia no es una fatalidad inevitable: es una consecuencia directa de nuestras decisiones colectivas.
El costo ambiental de malgastar calorías
Perder calorías no solo es un desperdicio alimentario, también es un derroche ecológico. La agricultura actual es uno de los principales motores de la deforestación, el agotamiento del agua dulce y es responsable de cerca del 25 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

Y dentro de ese panorama, la carne de vacuno es el producto más ineficiente y contaminante. Consume recursos en exceso, libera grandes cantidades de metano y genera un bajo retorno alimentario. En cambio, el pollo, los huevos y los productos lácteos requieren menos agua, menos tierra y menos energía, devolviendo más alimento al sistema humano.
Cambios modestos en la dieta —como reducir la frecuencia del consumo de carne roja— pueden traducirse en menos árboles talados, menos agua bombeada y menos carbono en la atmósfera. Comer de forma más consciente no es un sacrificio, es una oportunidad.
La seguridad alimentaria depende de nuestras decisiones
“El problema no es producir suficiente comida para 8.000 millones de personas, ni siquiera para 10.000 millones”, señala Hannah Ritchie, investigadora de la Universidad de Oxford. “El problema es qué decidimos hacer con lo que producimos”.
La disponibilidad calórica es solo una parte del rompecabezas. La nutrición también requiere proteínas, fibra, micronutrientes, y acceso equitativo. Pero los datos muestran que ya hoy podríamos alimentar a todos con lo que ya cultivamos, si optáramos por sistemas más eficientes y justos.
Iniciativas como el EAT–Lancet Commission proponen modelos de dieta saludable y sostenible que reducen la presión ecológica sin comprometer la nutrición humana. Y organismos como la FAO siguen monitoreando estas tendencias, alertando sobre la necesidad de replantear el uso de la tierra para un futuro más resiliente.
Fuente: Eco Inventos
GPC/MER





















