Jorge Fernández Menéndez / CAMBIO 22

Hace un año, el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador se quejaba amargamente de que la detención de El Mayo Zambada había disparado la violencia y le reclamaba a Estados Unidos por haber detenido al jefe del Cártel de Sinaloa. Para esa fecha, López Obrador había visto cómo durante su administración, y gracias a la política de abrazos, no balazos, fueron asesinadas 200 mil personas y otras 80 mil desaparecidas.

La detención, producto de una operación encubierta que marcó el punto más alto de la desconfianza de Estados Unidos hacia López Obrador se realizó sin que hasta hoy el gobierno federal sepa con certidumbre qué sucedió. Y todavía estaba Biden en la presidencia. Con la llegada de Donald Trump, ya con Claudia Sheinbaum en Palacio Nacional, la presión alcanzó otros muy altos niveles.

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La forma en que se ha reaccionado en México a la aceptación de culpabilidad de Zambada es desconcertante, por lo menos en el gobierno y en los epígonos de la 4T. Primero, se están felicitando porque el abogado de Zambada, Frank Pérez, ha dicho que El Mayo no dirá nombres, como si eso fuera posible en el contexto del acuerdo que tiene con la fiscalía estadunidense. No habrá, quizás, nombres en un juicio o en declaraciones públicas, pero no nos equivoquemos: El Mayo va a negociar con la fiscalía, ya lo ha hecho y de aquí a enero cuando se dicte su condena lo hará muchos más.

El juez Brian Cogan le demandó a El Mayo que comprobara que él realmente es el culpable de los delitos de los que se lo acusa, y tendrá que hacerlo, no sólo como parte del convenio de colaboración que tiene que haber hecho con la fiscalía, sino también con declaraciones sobre su liderazgo en el cártel, sobre cómo ingresó un millón y medio de kilos de cocaína y otras drogas a Estados Unidos, y explicando su declaración de que sobornó durante 30 años a policías, militares y políticos.

También se insistió en el agradecimiento que hicieron las autoridades de Estados Unidos a las de nuestro país. Si lo hubo, pero fueron dos frases aisladas en un contexto donde Estados Unidos se llevó absolutamente todo el crédito de la detención y el enjuiciamiento. Y tenían razón. Toda la operación fue de ellos, desde la detención de Zambada hasta su declaratoria de culpabilidad. En muchos otros hechos puede haber colaborado México, pero no en la detención y el proceso contra el líder del Cártel de Sinaloa. Que El Mayo no era perseguido en México lo demuestra un hecho simple: la casa en la que vivía en Sinaloa, cuando fue entrevistado por María Scherer y Jorge Carrasco, pocos días antes de que fuera detenido, era la misma que cuando había sido entrevistado por don Julio Scherer García hace diez años. Nadie molestó en una década a El Mayo

Para Estados Unidos, la caída de El Mayo no fue un hecho circunstancial, fue una captura organizada por ellos, así lo dieron a entender tanto el jefe de la DEA como el director de operaciones del FBI, una operación encubierta que ha tenido, además, un éxito enorme: efectivamente han descabezado al cártel.

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La presidenta Sheinbaum dijo ayer en la mañanera que Estados Unidos puso a El Mayo Zambada al mismo nivel que García Luna. No fue ni remotamente así: se habló de García Luna y de El Chapo en la conferencia de prensa, pero, como debe ser, Zambada fue reconocido como lo que era: el líder absoluto que había manejado durante tres décadas el principal cártel de América, con presencia en 40 países del mundo. En todo caso, García Luna fue un funcionario que habría sido corrompido por los criminales, El Mayo fue el líder del narcotráfico más importante durante 30 años: uno quizás se corrompió, el otro es el gran corruptor.

La atención de Estados Unidos no está puesta tanto en la cocaína, como en el fentanilo que acabó con la vida por sobredosis de cientos de miles de estadunidenses en los últimos ocho años, o sea durante la pasada administración. El fentanilo es la preocupación y el objetivo de los dos últimos gobiernos estadunidenses. Y ahora la Casa Blanca de Trump tiene a casi todos los actores principales de ese tráfico durante los últimos ocho años a su disposición. No lo desaprovechará.

Pensar que ya se acabó, que ni El Mayo ni Ovidio ni los demás detenidos no hablarán y que aquí no pasará nada es ingenuo. Las opciones ante lo que viene es cerrarse con la bandera de la soberanía con un costo altísimo para el país y la sociedad o establecer una verdadera cooperación que vaya mucho más allá de lo actual y limpie el escenario de complicidades, por lo menos de las más manifiestas, lo que debería ser una exigencia interna, más allá de lo que quiera hacer o no Estados Unidos.

Dicen en el gobierno que si quitan un ladrillo se puede caer toda la pared. Eso pensaban cuando se quejaron de la detención de El Mayo hace un año. Pero lo cierto es que la pared ya está llena de grietas, y se debe decidir si se la derriba en forma organizada, ladrillo a ladrillo o, si simplemente, vemos cómo es derrumbada con un bulldozer, con estrépito, daños colaterales, y con escombros cayendo sobre todo el gobierno.

 

 

 

redaccion@diariocambio22.mx

KXL/RCM

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