• En “Elogio de la sombra”, el escritor Junichiro Tanizaki compara las luminosas viviendas occidentales con las oscuras pero sugerentes residencias japonesas. Luces y sombras.

 

Redacción/CAMBIO 22

El escritor japonés Junichiro Tanizaki, protagonista también de otro artículo en la web de AyD, profundizó en Elogio de la sombra sobre la presencia –o no– de la luz en las residencias típicas de su país.

Empieza así, a modo de introducción: “He oído decir que en las catedrales góticas de Occidente la belleza residía en la altura de los techos y en la audacia de las agujas que penetran en el cielo. Por el contrario, en los monumentos religiosos de nuestro país (Japón), los edificios quedan aplastados bajo las enormes tejas cimeras y su estructura desaparece por completo en la sombra profunda y vasta que proyectan los aleros”. 

Tanizaki asegura que, visto desde fuera, lo que primero llama la atención es el inmenso tejado, ya esté cubierto de tejas o de cañas, y la densa sombra que reina bajo el alero. “Tan densa es que a veces, en pleno día, apenas se distingue la entrada, las puertas, los tabiques o los pilares”, apunta. Y sigue contando: “Por eso, cuando iniciamos la construcción de nuestras residencias, antes que nada desplegamos dicho tejado como un quitasol que determina en el suelo un perímetro protegido del sol y, luego, en esa penumbra, disponemos la casa”.

 

Oriente-occidente 

Poseedor de un papel clave en el cruce de la cultura y el arte japoneses con los occidentales, Tanizaki dice: “Por supuesto, una casa de Occidente no puede tampoco prescindir del tejado, pero su principal objetivo consiste no tanto en obstaculizar la luz solar como en proteger de la intemperie”. E ilustra: “Si el tejado japonés es un quitasol, el occidental no es más que un tocado. Como en una gorra, los bordes están tan mermados que los rayos directos del sol pueden dar en los muros hasta el nivel del tejado”.

El autor declara que si en la casa japonesa el alero del tejado sobresale tanto es por el clima o por los materiales de construcción. Y que a falta de ladrillos, cristal y cemento, ha habido que proyectar el tejado hacia delante “El japonés también hubiera preferido una vivienda clara a una vivienda oscura, pero se ha visto obligado a hacer de la necesidad virtud. Nuestros antepasados descubrieron un día lo bello en el seno de la sombra”. 

A los occidentales, acostumbrados a invitar a la luz solar en casa, nos resultan muy exóticos esos interiores orientales donde reina la sombra. Tanizaki lo resume así: “En realidad, la belleza de una habitación japonesa, producida únicamente por un juego sobre el grado de opacidad de la sombra, no necesita ningún accesorio. Al occidental que lo ve le sorprende esa desnudez y cree estar tan solo ante unos muros grises y desprovistos de cualquier ornato.” 

Para él, precisamente esa luz indirecta y difusa es el elemento esencial de belleza. “A nosotros nos gusta esa claridad tenue, hecha de luz exterior y de apariencia incierta, atrapada en la superficie de las paredes de color crepuscular y que conserva apenas un último resto de vida. Esa penumbra vale por todos los adornos del mundo y su visión no nos cambia jamás”, concluye.

 

 

Fuente: Arquitectura y Diseño

redaccionqroo@diariocambio22.mx

RHM/DSF

 

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