Nueva Epidemia de Alergias: La “Muralla Verde” China Iba a Ser la Solución a la Desertificación; Ha Creado un Problema Mayor
1 Ago. 2025
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El más grande proyecto de reforestación del mundo ha traído inadvertidamente un brote imparable de alergias en China. Ahora las autoridades se debaten entre rehacer lo conseguido o ceder al polen
Redacción / CAMBIO 22
Hace más de cuatro décadas, China emprendió una de las mayores hazañas medioambientales de la historia moderna: frenar la desertificación que amenazaba vastas regiones del norte del país. Para ello, erigió una inmensa muralla, no de piedra, sino de árboles. Todo con el objetivo de calmar las tormentas de arena y recuperar tierras perdidas a la erosión. Lo que comenzó como un ambicioso experimento ecológico se ha convertido en una de las mayores campañas de reforestación del mundo. Y hoy, esa “Gran Muralla Verde” ha logrado contener el avance de desiertos como el Gobi o el Taklamakan. Pero también ha sembrado, literalmente, un nuevo problema: un brote imparable de alergias.
La idea era, en teoría, sencilla: si la desertificación avanzaba porque la vegetación desaparecía, entonces había que traer de vuelta los árboles. Desde 1978, el gobierno chino ha plantado más de 66.000 millones de árboles en una franja de 4.500 kilómetros de largo, abarcando varias provincias y regiones autónomas como Mongolia Interior, Gansu y Shaanxi. Una inversión colosal de miles de millones de euros con la que se ha conseguido repoblar la superficie forestal en más de 150.000 km². El paisaje ha cambiado notablemente. Donde antes había dunas estériles, ahora las imágenes satelitales muestran grandes extensiones verdosas. Pero ese verdor esconde otra realidad menos evidente.
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En ciudades como Yulin, en la provincia de Shaanxi, o en Hohhot, capital de Mongolia Interior, la llegada del verano ya no solo trae calor. También anuncia una racha de estornudos, ojos llorosos y, en algunos casos, ataques de asma. La fiebre del heno (también conocida como rinitis alérgica) se ha convertido en una epidemia estacional en las regiones que rodean el cinturón verde, afectando a casi uno de cada tres residentes. ¿El culpable? El polen. Y más concretamente, el de una planta: la artemisa.
Esta especie, también conocida como ajenjo, fue seleccionada por las autoridades para ser la protagonista de esta gran reforestación por su capacidad para resistir climas extremos, estabilizar dunas y frenar la erosión, además de ser muy barata y fácil de cultivar. Sin embargo, su polen es altamente alergénico. Durante los meses de agosto y septiembre, su floración lanza al aire millones de partículas microscópicas que se esparcen con el viento y se convierten en un suplicio para los alérgicos.
Aunque en Yulin la llegada de la Artemisa en la década de los 50 ha demostrado ser muy eficaz (el cercano desierto de Mu Us se ha reducido constantemente), los residentes han denunciado que las alergias se han vuelto mucho más comunes. Una encuesta preliminar realizada en 2019 por las autoridades sanitarias de Yulin descubrió que el polen de la artemisa era la principal causa de rinitis alérgica en la región. Era sólo la primera pista.
Ahora, un nuevo estudio de la Universidad Xian Jiaotong junto con el Instituto Forestal de Yulin publicado en el Journal of Hazardous Materials ha confirmado lo que muchos sospechaban: el polen de la artemisa contiene cinco componentes volátiles capaces de activar mastocitos (las células del sistema inmunitario involucradas en reacciones alérgicas) a través del receptor MrgX2. Algo que puede desencadenar desde rinitis hasta cuadros de asma bronquial. Además, observaron que la producción de estos compuestos aumenta de forma significativa entre agosto y septiembre, coincidiendo con el pico de fiebre del heno en la región.
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Es también el caso de Ma Bo, residente de Hohhot, en Mongolia Interior. Contaba en un reportaje de South China Morning Post que lo que empezó hace años con unos estornudos esporádicos y ojos llorosos ha evolucionado hasta convertirse en una dolencia respiratoria severa, con episodios de asma incluidos. Lleva muchos años padeciendo fiebre del heno (una afección alérgica provocada por la inhalación de polen), pero sus síntomas han empeorado gradualmente desde 2018.
No es un caso aislado. Mientras que en China la prevalencia de la rinitis alérgica ronda el 18%, en zonas dentro del cinturón de la Gran Muralla Verde como Yulin esta cifra asciende al 27%, y en Mongolia Interior llega al 32%. En otras palabras: quienes viven cerca de la Gran Muralla Verde tienen casi el doble de probabilidades de desarrollar alergias respiratorias. Además del polen de la artemisa, especies como los sauces y los álamos (abundantes por su rápido crecimiento y resistencia), también generan grandes cantidades de polen transportado por el viento. Durante semanas, cada primavera, sus amentos flotan como nieve sobre las calles de Pekín, y el aire se vuelve una mezcla explosiva.
El problema ha adquirido tal magnitud que algunos gobiernos locales han comenzado a actuar de urgencia. El reto ahora es mantener lo ganado en cuanto a vegetación, pero sin multiplicar las alergias. En lugar de plantar a lo bestia, como se hizo al principio, China está intentando corregir su hoja de ruta, apostando por especies más adaptadas al ecosistema local y menos dañinas para las personas, como pinos o álamos sin semillas. En un intento de mitigar sus efectos, Pekín también ha invertido 830 millones de dólares para reemplazar algunos de estos árboles por especies como ginkgos o ciruelos, e incluso aplica fitohormonas para evitar la formación de capullos en algunos ejemplares. Sin embargo, estos esfuerzos son costosos y lentos. “El polen puede extenderse a decenas y cientos de kilómetros con una sola ráfaga de viento”, explicaba Yin Jia, médico del Hospital Universitario de Medicina de Pekín, a los medios chinos. “Si simplemente se eliminan los que están en los barrios urbanos, ¿se puede realmente resolver el problema?”.
¿Por qué se eligieron plantas con potencial alergénico? La respuesta está en las condiciones del terreno. El norte de China es seco, caluroso en verano, helado en invierno, y en muchos casos, árido. En ese contexto, la selección de especies no dejó mucho margen de maniobra: se necesitaban variedades resistentes, de rápido crecimiento, con capacidad para fijar el suelo. “Primero había que ser verdes, y luego ya se pensaría en todo lo demás”, reconoció en una entrevista Gu Lei, profesor de botánica de la Universidad Normal Capital. Los beneficios, desde luego, son tangibles. Entre 2008 y 2018, la frecuencia de tormentas de arena en Pekín se redujo un 70%, y los científicos estiman que los bosques plantados han absorbido el 5% de las emisiones industriales de CO₂ de China entre 1978 y 2017.

Las alergias, un problema global en aumento
Este patrón no es exclusivo de China. En todo el mundo, la urbanización y el cambio climático están alargando e intensificando las temporadas de polen. Y, aunque la fiebre del heno o rinitis alérgica no es nueva, sí es más persistente y dura más. Se estima que afecta a una de cada cinco personas en la mayoría de los países industrializados y hasta a dos de cada cinco en algunos lugares sensibles, como Japón. El calentamiento global, con primaveras más largas y calurosas, ha adelantado la temporada de polen y multiplicado su intensidad.
Estudios recientes señalan que especies como la ambrosía necesitan apenas un grano por metro cúbico de aire para provocar una reacción. Y con los niveles actuales de contaminación urbana, el sistema inmunológico parece estar más sensible que nunca. La urbanización podría influir: un estudio publicado en 2023 por Ann Gledson, de la Universidad de Manchester, reveló que los síntomas de las alergias estacionales son significativamente peores en los habitantes de las ciudades. La causa exacta no está clara, pero la mala calidad del aire podría aumentar el contenido proteico de los cereales o intensificar la respuesta inmunitaria.
El cambio climático también podría tener algo que ver. Una investigación realizada por Beverley Adams-Groom, de la Universidad de Worcester, quien elabora pronósticos de polen para el servicio meteorológico nacional británico, ha demostrado que las primaveras más cálidas en Gran Bretaña adelantan el inicio de la principal temporada de polen de gramíneas (que normalmente va de marzo a mayo). De hecho, algunas especies de árboles ya liberan polen en enero.
Se prevé que estas tendencias continúen en la próxima década, aunque su alcance dependerá del nivel de calentamiento y variará según la especie y la región. Los climas más cálidos en Europa central y América del Norte, por ejemplo, encontrarán más desafíos. Una estrategia es, al igual que está haciendo China, eliminar las concentraciones de especies alergénicas en las ciudades. Japón ya lo está haciendo. Su gobierno planea reemplazar el 20% de los cedros plantados por el hombre en el país con árboles menos alergénicos durante la próxima década, lo que equivale aproximadamente a la tala de 70.000 hectáreas al año, una solución drástica que no se ha debatido por el momento en Europa.
En definitiva, los antihistamínicos y los aerosoles nasales van a jugar un importante papel en el futuro. Y habrá quien aproveche la situación. La farmacéutica holandesa HAL Allergy ya se frota las manos con algunos tratamientos de choque que incluyen la desensibilización, basada en la aplicación diaria de una dosis del alérgeno debajo de la lengua y que supuestamente puede reducir los síntomas en un 32%. Como sea, cualquier avance de este tipo es más que bienvenido. Recordemos aquel estudio noruego que afirmaba que en días con altos niveles de polen, que suelen coincidir con exámenes, uno de cada diez alumnos con alergia baja un punto en sus notas.
Fuente: El Confidencial
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