• La coreógrafa festeja mañana en el Palacio de Bellas Artes con los estrenos de Luna de Shanhai y Libre pastoreo; “es una especie de renovación de votos”, expresa

 

Redacción / CAMBIO22

La coreógrafa y bailarina de 70 años, Lidya Romero, celebra 50 años de trayectoria artística, hecho que para ella es como llegar a sus bodas de oro en este matrimonio con la danza, dijo a La Razón. En esta renovación de votos y festejo, la también directora de la longeva compañía El Cuerpo Mutable/teatro de movimiento estrena mañana en el Palacio de Bellas Artes a las 19:00 horas, las obras Luna de Shanhai y Libre pastoreo, la primera que apela a la contemplación y refleja su pasión por la cultura oriental, y en la segunda invita a grandes figuras, como Miguel Ángel Palmeros, a convertirse en gallinas.

¿Cómo llega a esta celebración? ¡Son las bodas de oro! Estaba leyendo que las bodas de oro son un hito muy significativo en la historia de una pareja. Entonces, para mí es la historia de un matrimonio con la danza, es una especie de renovación de votos, de esta solidez y compromiso que he tenido con este oficio. Eso es motivo de gozo, alegría y celebración.

La coreógrafa Lidya Romero, durante una función.

¿Qué ha querido explorar con el cuerpo en estos años? El cuerpo es un territorio inagotable de inspiración, de investigación, de indagación. Vas cambiando un poco, la mirada se va enriqueciendo, se va haciendo más profunda, pero lo central es el cuerpo. Por eso la compañía se llama El Cuerpo Mutable. A lo largo de 50 años he recorrido un espectro amplio de temáticas. Algo que caracteriza a mi obra es la irreverencia, el autoescarnio, el humor ácido, porque creo que la antisolemnidad es importante. El arte es revolucionario en ese sentido de romper con el estatus en el que todo está aparentemente bien, porque siempre existe esa opacidad, el lado oscuro en la vida de las personas, como la noche y el día. A mí me gusta acercarme mucho a esa parte oscura y a esos personajes limítrofes, decadentes, que portan una gran sabiduría, porque se han arriesgado a vivir intensamente.

Considera que al igual que estos personajes oscuros que han sido parte de su obra, ¿usted ha vivido intensamente la danza? Sí, no hay de otra. El compromiso con un oficio del arte, en este caso de las artes escénicas, es total, somos acróbatas de Dios, como lo decía Martha Graham. Somos atletas de alto rendimiento.

Además de la importancia del cuerpo, en su obra lo visual juega una parte muy relevante. ¿Se ha propuesto crear imágenes en movimiento? Sí. Como crecí con las caricaturas en los años 50 y 60, después me volví muy aficionada al cine, me considero una persona que construye mucho a partir de la imagen en movimiento. Soy muy visual, voy captando imágenes del cotidiano, de las películas, de las obras de teatro. También imágenes de la poesía y la literatura. Se van almacenando en una base de datos que está ahí, entonces en el momento oportuno, cuando hay un tema jalo todas esas imágenes. Empiezan a contribuir.

En Luna de Shangai, su próximo estreno, ¿está presente lo visual? Convoco a una serie de imágenes, sensaciones y tonos que he ido recopilando a lo largo de mi vida. Hay una especie de fascinación y de curiosidad por el lejano oriente. He ido jalando esa serie de imágenes para construir este concepto que tiene que ver con la cultura china y japonesa. Es muy tamizado por mi mirada y por mi experiencia.

Danza Lidya Romero entre la memoria y el humor

¿La obra es una invitación a la contemplación? Sí, lo importante de estas culturas, un poco por la religiosidad, el budismo, el Zen, el Tao, la parte filosófica y profunda de estas culturas es esto, la observación, la tranquilidad, la paz. Un poco, en esta obra, vamos en contra de esta corriente de la rapidez, la inmediatez, el tráfico de imágenes e información como enloquecida, esta carrera contra el tiempo, que es el rasgo de la sociedad contemporánea. Luna de Shanhai se posa en esta quietud, en lo que aparentemente no se mueve, pero existe una gran turbulencia en este silencio.

Por otro parte, ¿qué aborda en Libre Pastoreo? Es la obra con la que abrimos el programa, se llama así porque es una convocatoria que sucede en un corral de grandes amigos y colegas de la danza mayores de 70 años para compartir esta celebración. Admiro estas largas trayectorias de personajes maravillosos, constructores de la danza mexicana que siguen vigentes. Unos son maestros, otros siguen bailando, muchos son coreógrafos. Fue convocarlos a reunirnos en este escenario maravilloso (Bellas Artes), que para todos es simbólico, porque hemos bailado esas tablas desde hace muchos años. Está María Elena Anaya, Mirta Blostein, Miguel Ángel Palmeros, Elisa Rodríguez, Orlando Scheker y Coral Zayas.

¿A nivel coreográfico fue un trabajo colaborativo? Tiene mucho de humor serio. Les planteo la idea, el trazo coreográfico de hacia dónde nos movemos, fundamentalmente las acciones: cómo mover la cabeza, cómo quedarse estáticos, que son las características de las gallinas. Me pareció atractivo hacer este juego de volverte otro, decir, vamos a hacer unas gallinas que nos ponemos a platicar nuestras históricas y nuestras anécdotas.

 

 

 

Fuente: La Razón

redaccion@diariocambio22.mx

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