• El explorador de National Geographic destaca que frijoles, verduras, arroz, frutas, miso y avena, son fundamentales para una vida saludable y prolongada

 

Redacción / CAMBIO22

En el corazón de Okinawa, bajo los tejados de cerámica roja y entre los vientos suaves que acarician la isla, las abuelas centenarias comienzan su jornada con un cuenco humeante de sopa miso o un plato de arroz con vegetales.

A miles de kilómetros, en las colinas de Cerdeña, el día se inaugura con guisos abundantes de legumbres y pan integral cocido a la leña. Allí, donde la vejez no se teme sino que se celebra, el desayuno es la comida más generosa, la más sustanciosa, y la más sagrada.

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Dan Buettner, quien acuñó el término “zonas azules” tras años de estudio en comunidades con longevidad extraordinaria, afirma sin titubeos: “Tenemos un dicho: ‘Desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo’”.

Esta filosofía alimentaria, común en todos los lugares que ha investigado —como Icaria, Loma Linda, Nicoya y los ya mencionados Okinawa y Cerdeña— no es una simple preferencia cultural: es una estrategia biológica para vivir más y mejor.

Más allá del mito de las Zonas Azules

Conviene hacer una pausa crítica: en los últimos años, varios investigadores han comenzado a cuestionar la solidez estadística y metodológica de las zonas azules. Estudios recientes han señalado que, en algunos casos, los registros de edad pueden ser inexactos o incluso inflados, y que factores como la emigración o la falta de documentación fiable podrían distorsionar las cifras. En resumen, las zonas azules podrían ser tan míticas como reales, más inspiradoras que empíricas.

El mejor desayuno para alcanzar los 100 años es desconocido en España

A pesar de ello, muchos de los hábitos promovidos por Buettner —alimentación basada en plantas, cenas tempranas, actividad física regular y comunidad fuerte— siguen respaldados por la ciencia como pilares de una vida más saludable y longeva. Es decir, aunque la mitología de las zonas azules pueda no ser infalible, sus enseñanzas continúan siendo valiosas.

El patrón que se repite en estas comunidades es claro: la comida más copiosa del día se toma a primera hora. Le sigue un almuerzo moderado y una cena frugal, que suele servirse al atardecer, permitiendo largos períodos de ayuno nocturno. Este hábito, que contrasta drásticamente con el modelo occidental —desayunos apurados y cenas abundantes—, ha demostrado beneficios comprobados para la salud metabólica, la digestión y el control de peso.

Desayunos ideales

Los desayunos típicos en estas regiones distan mucho de los productos ultraprocesados que saturan los estantes en Estados Unidos o Europa. Según Buettner, hay que evitar “la mayoría de lo que se nos vende como desayuno: cereales azucarados, yogures industriales, barras energéticas y productos de bollería”. En su lugar, propone mirar hacia las zonas azules para redescubrir ingredientes esenciales: alubias, vegetales, arroz integral, frutas, miso y avena.

Algunos de los alimentos ideales para el desayuno

Y va más allá: “Desafío a cualquiera que esté leyendo esto a probar una semana desayunando estofado de minestrone o arroz con alubias. Solo una semana. Y después, que escuche cómo responde su cuerpo”. Él mismo comienza sus mañanas con una sopa repleta de legumbres, zanahorias, cebolla y kale. Lo que para algunos puede parecer una cena de invierno, para Buettner y los habitantes de las zonas azules es un renacer matutino.

La lógica detrás de esta elección tiene raíces profundas en la fisiología humana: durante la mañana, los ritmos circadianos favorecen una mejor respuesta a la insulina, lo cual hace que el cuerpo metabolice con más eficacia los alimentos. Según diversos estudios, consumir más calorías por la mañana y menos en la noche reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares y mejora el control glucémico.

En ese sentido, replicar estos hábitos no es cuestión de imitar recetas exóticas, sino de reaprender a comer con intención. Un bol de avena con semillas, una sopa vegetal o un arroz integral con verduras puede ser una puerta sencilla hacia una vida más vital. Basta con reorganizar las prioridades en el plato y en el reloj.

 

 

 

Fuente: National Geographic

redaccion@diariocambio22.mx

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