• Se trata de nombres ficticios que usamos para referirnos a personas genéricas, muchas veces desconocidas, irrelevantes o imaginarias. Pero ¿cuál es el origen de estos curiosos personajes?

 

Redacción / CAMBIO 22

En el habla cotidiana del mundo hispanohablante, pocas expresiones tienen tanta carga cultural y humorística como la secuencia: “Fulano, Mengano, Perengano y Perico el de los Palotes”. Se trata de nombres ficticios que usamos para referirnos a personas genéricas, muchas veces desconocidas, irrelevantes o imaginarias. Pero ¿cuál es el origen de estos curiosos personajes? ¿Cómo llegaron a integrarse tan profundamente en el idioma español? Esta nota rastrea el origen, evolución y función lingüística de este célebre cuarteto de ficción.

Cuatro hombres vestidos con atuendos de época posan con expresiones serias o caricaturescas en una plaza medieval. Representan a los personajes ficticios Fulano, Mengano, Perengano y Perico el de los Palotes, usados como nombres genéricos en el idioma español

Una tradición oral con raíces profundas

Fulano, Mengano, Perengano y Perico el de los Palotes no son personas reales, sino nombres convencionales que funcionan como sustitutos anónimos. Son parte de un fenómeno lingüístico común a muchas lenguas, donde se utilizan nombres ficticios para representar a individuos no identificados, irrelevantes o ejemplares.

El más antiguo y documentado de los cuatro es Fulano, que proviene del árabe clásico “fulān” (فلان), equivalente a “cierto individuo” o “alguien”. Fue incorporado al español durante la Edad Media a través del árabe andalusí, y aparece ya en textos legales y literarios del siglo XIII, como en las Siete Partidas de Alfonso X. La Real Academia Española (RAE) define fulano como “persona cuyo nombre se ignora o no se quiere mencionar”. Su uso ha perdurado gracias a su utilidad como marcador de anonimato y ejemplo genérico.

Un cuarteto con ritmo y función

Mengano aparece con frecuencia como el segundo nombre en las enumeraciones genéricas: “Fulano y Mengano”. Su origen exacto es más nebuloso que el de Fulano, pero se cree que nació por analogía fonética y morfológica, siguiendo la terminación en “-ano”. En lingüística, este tipo de creación se conoce como onomatopeya estructurada o derivación rítmica.

Perengano suele cerrar la clásica tríada “Fulano, Mengano y Perengano”, y cumple la misma función de anonimato o ejemplificación. Su origen es también incierto, pero algunos lingüistas, como Joan Corominas, sugieren que podría haberse formado como una variación eufónica, nacida de la necesidad de completar una secuencia familiar y musicalmente armónica. A diferencia de los tres anteriores, Perico el de los Palotes introduce un matiz burlesco y peyorativo. Esta expresión se usa para referirse a alguien sin importancia, pero que pretende tenerla. Por ejemplo: “¿Y quién es él para opinar? ¿Perico el de los Palotes?”

Quiénes fueron fulano, mengano y zutano Ensegundos República Dominicana

Presencia cultural y lingüística

La secuencia “Fulano, Mengano, Perengano y Perico el de los Palotes” no solo tiene valor semántico, sino también rítmico. La repetición de las terminaciones “-ano” y la cadencia de la frase le otorgan una sonoridad casi musical. Es un ejemplo de cómo la prosodia influye en la permanencia de ciertas expresiones.

Estos nombres ficticios se utilizan en múltiples contextos: para ocultar o evitar nombrar a alguien (“Eso lo hizo Fulano”), para referirse a personas irrelevantes (“No voy a invitar a Mengano y Perengano”) o para criticar con ironía (“¿Quién se cree que es? ¿Perico el de los Palotes?”). La expresión ha sido adoptada en casi todos los países de habla hispana. En México, Colombia, Argentina, Chile o Perú, estas fórmulas son ampliamente entendidas, aunque a veces varía el orden o la inclusión de otros nombres como Zutano, Fulanito, o Menganito.

Una herramienta expresiva del idioma

Este recurso no es exclusivo del español. En inglés existen “John Doe”, “Jane Doe” o “Tom, Dick and Harry”. En portugués se usa “Fulano, Sicrano e Beltrano”. En francés, “Monsieur Untel” o “Machin Truc”. Todas estas fórmulas sirven para generalizar sin comprometer la identidad real de un sujeto.

El uso de “Fulano” está registrado en textos jurídicos desde el siglo XIII. “Mengano” y “Perengano” aparecen en crónicas del Siglo de Oro. En cambio, “Perico el de los Palotes” es más moderno, datando del siglo XIX, según registros del Nuevo Diccionario Histórico del Español (NDHE) dirigido por José Antonio Pascual.

Origen Fulano, Mengano y Perencejo

Autores como Francisco de Quevedo, Cervantes, y más tarde Ramón Gómez de la Serna o Quino han usado estos nombres como herramienta estilística para ironizar sobre la sociedad. También son comunes en teatro popular, caricatura política y narrativas de humor gráfico. En textos escolares y documentos jurídicos, los nombres genéricos permiten construir ejemplos sin comprometer identidades. Su utilidad ha garantizado su longevidad, incluso en materiales académicos y leyes.

Lingüísticamente, estos nombres funcionan como metonimias: representan a un tipo social o actitud. Por ejemplo, Perico el de los Palotes representa a “el que se cree importante sin serlo”. La cultura popular ha mantenido vivos a estos personajes, desde canciones hasta programas de televisión. Incluso aparecen como personajes ficticios en redes sociales y memes, adaptándose al entorno digital.

Un cuarteto eterno

La capacidad de estos nombres para encajar en contextos formales, irónicos, académicos o callejeros, los convierte en herramientas lingüísticas multifacéticas. Pese a los cambios en el habla, estas fórmulas siguen siendo funcionales. Se transmiten oralmente y se adaptan a los nuevos medios de comunicación, incluyendo la mensajería instantánea y los foros digitales.

Estos nombres ficticios forman parte de un acervo lingüístico compartido entre hablantes de español, uniendo generaciones y países bajo fórmulas humorísticas y funcionales. Fulano, Mengano, Perengano y Perico el de los Palotes no existen, pero son conocidos por todos. Funcionan como herramientas expresivas del idioma, reflejo de cómo el español sabe nombrar lo innombrable, con gracia, crítica y precisión. Su permanencia no solo es lingüística: es también cultural.

 

 

 

Fuente: Excelsior

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