David García/ CAMBIO 22

El éxito de un político depende, en gran medida, de la relación que su vocero construye con la prensa. No basta con que el discurso del jefe sea impecable; si el encargado de la comunicación carece de destreza o no cultiva una buena relación con los periodistas, el esfuerzo se diluye.

Últimamente, muchos responsables de comunicación, sobre todo en el ámbito político, se asumen intocables. Creen que una estrategia de redes sociales, respaldada por una granja de bots, es suficiente para controlar el relato. Nada más lejos de la realidad.

La comunicación social es un arte que va más allá de likes y retuits; exige conexión, credibilidad y trabajo en el terreno. Recuerdo no hace mucho, en un evento en nuestra capital, donde asistieron los 11 presidentes y presidentas municipales, me acerqué respetuosamente a una “vocera municipal”para preguntar cómo obtener información de su gobierno. Su respuesta, sin tacto ni profesionalismo, fue: “todo está en las redes sociales, ahí agarra lo que necesites”, y se retiró. Ahora entendemos por qué persiste la mala percepción de su administración, aunque el destinó sea la joya de la corona.

Sugerir no es mi fuerte, lo admito, pero hay verdades que no se pueden callar. Un mal vocero puede hundir la imagen de un funcionario público, aunque este no lo vea venir.

Muchos se escudan en títulos colgados en la pared o en la ilusión de que todo está bajo control, pero la soberbia cobra facturas altas. La percepción ciudadana no se construye solo en el espejo de las redes; en la calle, en el territorio, la realidad es otra.

Un vocero déspota o mal preparado no solo daña su propia reputación, sino que arrastra la de su jefe. Y lo peor, algunos logran convencer a sus superiores de que todo marcha bien, mientras la opinión pública se desmorona.

A aquella vocera, que quizá lea estas líneas y sepa quién es, ojalá le sirvan para reflexionar sobre el peso de su trabajo y cómo su actitud puede cambiar, para bien o para mal, la percepción de su presidenta municipal. La lección es clara, un buen vocero no solo comunica, transforma.

Muchos funcionarios públicos han optado por eliminar las vocerías o minimizar las áreas de comunicación social, dejándolas en manos de personas sin experiencia en el ámbito periodístico, como si con repartir boletines fuera suficiente para comunicar el quehacer público.

 

Fuente: Facebook

redaccion@diariocambio22.mx

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