Alarma la Violencia en la Zona Rural Quintanarroense; Reportan Ejecutado en Polyuc Municipio de Felipe Carrillo Puerto

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El ejecutado en este olvidado poblado Carrillo pórtense, fue realizado con saña: y este crimen tan sólo es una muestra más del fracaso institucional en materia de seguridad pública

Redacción/CAMBIO 22

POLYUC,, 2 de junio – Lo que antes fue un apacible poblado maya hoy se tiñe de sangre y miedo. Fredy K., un hombre de aproximadamente 30 años, fue hallado sin vida la noche del domingo, esposado y con claras huellas de tortura, a un costado del campo deportivo de la comunidad.
Su ejecución a manos de un comando armado representa mucho más que una cifra en las estadísticas: es un grito de auxilio que deja al descubierto el colapso de la seguridad pública en Felipe Carrillo Puerto.

El ataque ocurrió alrededor de las 21:05 horas. Según testigos, al menos seis sujetos, portando chalecos tácticos, llegaron en dos vehículos —uno rojo y otro gris—, bajaron con precisión militar y ejecutaron a Fredy con extrema violencia: impactos de bala en ambas mejillas, en el labio superior y en el pecho izquierdo. El cuerpo, esposado y abandonado, parecía más una escena de guerra que la de un crimen aislado.

No satisfechos con la barbarie, los agresores huyeron impunemente y, de paso, se llevaron una camioneta Grand Cherokee negra, sumando robo de vehículo a la larga lista de delitos de esa noche. La llegada de paramédicos de la Cruz Roja no sirvió para más que confirmar la muerte.

En un contexto donde la criminalidad avanza sin freno, la presidenta municipal Maricarmen Candelaria Hernández Solís, como otras figuras del poder local en Quintana Roo, ha fracasado rotundamente en su tarea fundamental: garantizar la seguridad de sus gobernados. La violencia crece, el crimen organizado marca su territorio y la respuesta institucional es la misma de siempre: silencio, burocracia y promesas vacías.

Polyuc, un pueblo históricamente pacífico, ha sido alcanzado por el terror. La ejecución de Fredy K. no solo evidencia la brutalidad del crimen, sino también el vacío de autoridad y el abandono de las comunidades rurales ante una violencia que ya no distingue límites ni geografía.