La UNRWA, que antes de la guerra realizaba tareas vinculadas a la educación, sanidad y otros servicios sociales a dos tercios de los palestinos en Gaza, entró en grave crisis en enero pasado, cuando Israel acusó a doce de sus miembros de participar en los ataques de Hamas del 7 de octubre; como consecuencia, los principales donantes congelaron su financiación.
En los meses siguientes, la retórica de Israel contra la agencia palestina fue aumentando: llegó a decir que empleaba a “450 terroristas” en Gaza, o que el 17 por ciento de sus 30 mil empleados eran en realidad miembros de Hamas.
A falta de que Israel muestre pruebas de sus acusaciones, la mayoría de países han ido reanudando su financiación, pero no así Estados Unidos, que incluso ha votado en el Congreso para suspender toda aportación de fondos al menos hasta marzo de 2025.
El secretario general de la ONU, António Guterres -también en el punto de mira de Israel por su supuesta parcialidad pro palestina– hizo un homenaje en la apertura de la conferencia a “los hombres y mujeres de UNRWA que continúan valientemente su trabajo de la mejor forma que pueden, en condiciones imposibles y en medio de su propio duelo”.
Porque -recordó Guterres- 195 miembros de UNRWA han muerto víctimas de los bombardeos de Israel, “el mayor saldo de personal muerto en la historia de la ONU”, pero además los que siguen trabajando “son blanco de protestas cada vez más violentas y virulentas campañas de desinformación”.
Guterres dejó claro, como ha hecho tantas veces, que la ONU “es la columna vertebral de las operaciones humanitarias en Gaza”, y que “sin el apoyo necesario y la financiación a la UNRWA, los refugiados palestinos pierden un crítico salvavidas y el último rayo de esperanza por un futuro mejor”.